miércoles, 17 de octubre de 2018

INFORMACIÓN, DESINFORMACIÓN, MANIPULACIÓN.

Estoy en uno de esos grupos de wassap con ocho amigos, grupo en el que nos ponemos en contacto de vez en cuando para alguna broma, pero mayormente para cosas serías como quedar a tomar un café. A veces miras el grupo, te encuentras veinte o treinta mensajes y los pasas sin leer porque no tienes tiempo para tanta conversación sobre asuntos poco importantes. No hace mucho me llamarón, “no has ido al funeral del hermano de Arturo” ¿funeral?. Entre esas dos o tres decenas de mensajes tipo “a qué hora bajas” “a las ocho con el perro”… Arturo había puesto un mensaje: “mi hermano ha fallecido”. El exceso de información me había convertido en una persona desinformada. Esta es una de las paradojas de nuestro tiempo. Uno de los problemas de la sociedad de la información es la gran desinformación en la que vivimos. Desinformación consustancial a un sistema que nos pone delante de un volumen tal de noticias y datos que somos incapaces de discriminar. Pero desinformación también provocada que aprovecha este sistema para, de forma consciente y buscada, desinformar y manipular creando infinidad de noticias intrascendentes que ocupan horas y horas de programas de televisión, miles de mensajes en redes sociales y buena parte de las noticias de los informativos. Mientras lo más importante, lo que más nos afecta y lo más directo, se ignora. Sobre todo a través de las redes sociales, con cientos de noticias diarias, vivimos en la duda, la inseguridad y la falta de confianza, nos hemos convertido en ciudadanos desinformados o al menos siempre desconfiados ante posibles mentiras y manipulaciones que nos puedan llegar. Parafraseando a Paul Ricoeur podemos decir que estamos en “la información de la sospecha”: tenemos que desenmascarar la verdad o mentira que hay detrás de cada información, convirtiéndose así en sospechosa. La noticia más recurrente en todos los medios hace unas semanas, fue la enorme contaminación de plásticos que sufrían los mares. No niego que exista tal contaminación, pero para muchos fue la primera noticia al menos de sus dimensiones y ¿casualmente? coincidió con los días que por decreto comenzamos a pagar las bolsas de plástico en los comercios. Después, nunca más ha sido noticia. Durante semanas la política se ha convertido en “quien tiene el master más regalado o la tesis más plagiada”. La cuestión es importante ya que pone en duda la honradez del que es y de los que pueden ser presidentes del gobierno, pero ¿hasta dónde llega la importancia de esta noticia para que durante estas semanas “no pase nada más en el mundo”? ¿Es una cortina de humo para tapar temas más importantes? ¿Los temas y el tiempo dedicado a cada noticia en un informativo es una cuestión de información o de ocultación? Sin deportes, olas de calor y de frío y que en cualquier parte del mundo alguien ha matado a alguien, ¿qué queda de un informativo? ¿algo más que titulares la mayor parte superficiales? Con estos millones de mensajes que se envían por wassap, twitter, Facebook… es muy fácil cumplir el viejo principio de que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad y avanzando hasta lo más sofisticado llegamos al “deppfake”. En el 2017 la palabra del año fue “fakenews” –noticia falsa- pero ya hemos ido mucho más allá, hemos llegado a los “deepfake” –videos falsos- que reproducen los gestos, la expresión facial, la vocalización, la voz…, videos manipulados en los que podemos hacer por ejemplo que un líder político diga lo que nosotros queremos de forma tan perfecta que sólo con programas especializados de verificación digital podemos distinguir si es real o no. La sociedad de los vehículos más veloces se ha convertido en la sociedad de la prisas, la de las conexiones permanentes en la de la ansiedad porque no responde al segundo, la de la información en la desinformación. ¿No estaremos haciendo algo mal?

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