viernes, 6 de abril de 2018

JUBILADOS ACOMODADOS Y SIN INICIATIVA

Ya es triste que los que se suponen nos representan en las instituciones, administran nuestros impuestos y parece que deben velar por nuestro bienestar vivan en un mundo paralelo en el que no existen ciudadanos sino intereses. La calle ha desaparecido bajo las alfombras.
Es necesario, aunque “molesto”, admitir decisiones con las que no estás de acuerdo si quien las toma ha sido elegido democráticamente. Pero es inaceptable que nos quieran vender duros a cuatro pesetas y que nos tengamos que tragar ruedas de molino desproporcionadas.
Porque como todo pensionista sabe, no ha perdido poder adquisitivo y además tiene que estar agradecido porque la señora ministra Fátima Báñez le ha enviado una carta con los saludos del gobierno informándole que su pensión ha subido por quinto año un 0,25% o lo que es lo mismo, en torno a dos euros. -Por cierto, el envío de las cartas ha costado unos 1,6 millones.-
Un total de 2.462.479 pensiones de jubilación en España, el 41,85%, son inferiores al salario mínimo. El 62,2% (1,5 millones de pensiones) corresponden a mujeres, y el 37,8% restante a hombres (930.436 pensiones). Pero según Luis María Linde -gobernador del Banco de España-, tampoco es para tanto porque aunque las pensiones son bajas, la mayoría de los pensionistas tiene casa propia.
Como dice Mariano Rajoy, está claro que no podemos gastar lo que no tenemos y que sería una irresponsabilidad hacerlo, la cuestión en política -como en una casa- es establecer la prioridad de los gastos, el arte de la política es el arte de la decisión. Me acusarán de populista, pero que alguien por favor me explique por qué es más urgente gastar 13.596 millones de euros en 87 cazas Eurofighter o 2.524 millones en 239 tanques Leopard, que gastar al menos una parte de esas cantidades en pensiones o servicios sociales. ¿Estamos en guerra y no nos lo han dicho?
Como la calle al entrar en los despachos oficiales se desvanece, hay que salir a gritar fuerte para que recuerden que existen colectivos muy cabreados con los que se está jugando.
Comentaba estas cosas con mis compañeros de cortado matutino, cuando un joven de treinta y tantos nos dijo desde la barra: es que los jubilados son unos acomodados y no tienen iniciativa, ¡qué fácil es quejarse sin hacer nada esperando a que el Estado nos suba la pensión!
Evidentemente llamó nuestra atención y continuó. Que junten sus pensiones y hagan una autopista pongamos entre Albacete y Ponferrada, cuando no tenga ningún ingreso porque nadie haga ese recorrido el Estado les pagará 4.500 millones de euros. O que inviertan en un almacén de gas en medio del Mediterráneo y cuando la obra se paralice a medio construir, les darán 1.350 millones. Que presten a diestro y siniestro una buena parte de su pensión y cuando no les devuelvan el dinero los rescatarán con 60.718 millones.
Si los fondos buitre que compraron las autopistas en quiebra bajo la gestión de ACS, FCC y  Ferrovial –propiedad de la familia March, los "Albertos” (Alberto Alcocer y Alberto Cortina), Miquel Fluxà Rosselló y Florentino Pérez- han conseguido los 4.500 millones, si la empresa que preside Florentino Pérez ha sido indemnizada con 1.350 millones por la paralización de la construcción de su almacén de gas en el Mediterráneo y si los bancos han sido rescatados con 60.718 millones, ¿por qué ellos no?.
Uno de mis compañeros de café, jubilado para más señas, indicó: va a ser que ellos tienen estudios y nosotros solo nos hemos dedicado al campo y a la fábrica, que hemos cogido la mala costumbre de tener artrosis, colesterol y alguna cadera rota y que somos tan insolidarios que nos empeñamos en vivir más aunque las cuentas macroeconómicas no cuadren.
No, si al final va a ser el ministro de economía el que pida la imposición de la eutanasia.

Y YO SIN SABERLO

La mejor amiga de mi hija se apuntó este curso a un deporte llamado dodgeball. Desde mi ignorancia deportiva, comenté con el padre de su amiga y me explicó las bondades de este juego, especialmente –según me dijo- la capacidad de reacción, las destrezas motrices, la estrategia, la capacidad de atención y percepción, la visión global y periférica… Tras unas semanas de entrenamiento y un trimestre de cuotas por adelantado tuvimos su primera competición. Antes de decir nada y dudando de mí mismo consulté con “el señor google que todo lo sabe” y no estaba equivocado: estaban jugando al balón prisionero. Y yo, sin saberlo. Como no quiero que a ustedes les pase algo parecido aquí se lo cuento. Tengan en cuenta también que si viendo un programa de televisión el presentador dice que antes de comenzar el show se van a tomar un break para que la staff que está en el backestage haga su trabajo, lo que está diciendo es que antes de comenzar el espectáculo se van a tomar un descanso para que el personal que está en la parte trasera prepare el escenario. Cuando continúe el programa y les comente la responsabilidad de emitir un programa en primetime y el duro casting que los coach han realizado para que uno de lo concursantes consiga un hit como para darnos un flash, les está comentando que es una gran responsabilidad emitir un programa en horario de máxima audiencia y que los preparadores han realizado una dura selección para conseguir un éxito que nos deje deslumbrados. Tomen nota si están buscando trabajo, porque puede que los citen en un business center y prueben su ingenio en un brainstorming. Al salir y en esas entrevistas informales quizá les inviten a un nuevo local muy cool de personas vip en el que un dj ameniza el lugar con música new age y en el que usted que ha ido con traje se siente fuera de lugar porque la mayoría viste de forma casual. O sea, que los citarán en un centro de oficinas para realizar una tormenta de ideas, después irán a un bar acogedor y moderno al que acuden personas importantes en el que un chico pone discos de música suave y usted se sentirá incómodo porque la mayoría viste de forma informal y aparentemente un poco descuidada. Si en ese lugar entabla conversación con algún cliente, le comentará que está en el business center para asistir a un learning que su empresa ha organizado y aunque más tarde podrá almorzar en un catering todavía le quedará tiempo para acudir al gym a sus sesiones con su personal trainer. Traduciendo: la empresa ha organizado unas sesiones de formación o aprendizaje y un servicio de comida a domicilio les servirá la comida aunque más tarde irá al gimnasio para las sesiones con su entrenador personal. Acuérdese también que si llama a su hijo y no puede acudir porque está online comentando los videos de su influencer favorito para conseguir muchos followers que le den un like, es una cuestión muy importante porque además sus amigos están en el ciber y pueden responder a sus post. Por cierto papá: ¡necesito cash! O sea, que su hijo está conectado en internet comentando las ocurrencias de un chico o chica que a nosotros nos parecen tonterías intrascendentes para conseguir que otros chicos le sigan en sus redes y le den al icono de “me gusta”. Es importante porque sus amigos están en un local con internet y pueden responder a los comentarios que él publica. Ah! por cierto, su hijo necesita dinero. Nosotros que ya somos muy antiguos, mandaremos un email o un sms y haremos zapping mientras esperamos que algún amigo responda nuestros wassap. Pero tenemos que mantenernos al día para no parecer vintage y por favor, no me hagan un spoiler de este artículo. Quiero decir, no sea usted antiguo y no destripe mi artículo contándoselo a sus amigos.

TE RECUERDO AMAIA

Vayan por delante mi enhorabuena y mis aplausos para Amaia por sus canciones.
He escuchado sus temas, sus entrevistas y sus directos infinidad de veces. Es lo que tiene tener una adolescente en casa-: yo creo que mi televisión se sintoniza automáticamente en el canal en el que ella está y pocas veces me han puesto tan nervioso en una línea de salida como para coger esas entradas que si se hubieran agotado sin conseguirlas, hubiera tenido que pedir asilo político.
Mi casa es como la de los demás y ese es el impacto que Amaia –y también sus compañeros- han causado en jóvenes y en muchos que ya no lo somos tanto.
No quisiera ser aguafiestas. Bueno, un poco sí.
Un poco sí, porque si ya veo el subidón que supone a mis alumnos sacar la selectividad y entrar en los estudios que les gusta, no alcanzo a comprender el impacto que para una chica más o menos de su edad tiene que suponer pasar del anonimato de Mendillorri,  del instituto, del conservatorio, a ser -de la noche a la mañana- no sólo ganadora de un concurso de televisión, sino a convertirse en portada de revistas, a acumular miles de seguidores, a estrella de programas de radio y televisión, a giras internacionales y lo más importante: a “tirar el cohete” en febrero, mientras miles de personas corean su nombre.
No quiero trasmitir pesimismo, sólo prudencia que mantenga sus pies en el suelo.
Empezar desde lo mas alto no es fácil. No sólo por esa subida a velocidad de fórmula uno. Sino porque desde allí arriba cualquier pequeño descenso puede parecer un fracaso, mantenerse siempre en la cumbre es prácticamente imposible y entre lo más probable está descender. Desde la cima del Everest cualquier otra cima parece pequeña y cualquier descenso puede convertirse en frustración.
Por si esto fuera poco, las cadenas de televisión, los medios en general y el público somos muy volubles, nos vendemos al mejor postor. Y seguro que alguien habrá que haga todo lo posible por llevarla a otros terrenos que no sean ni el de la canción ni el de su forma de ser.
Espero que sepa librarse de los políticos, especialistas en arrimarse al árbol con la sombra que mejor cobija y a abandonarlo cuando ya no les es útil.  De los que con motivo o sin él le busquen novios o novias. Y que tenga en cuenta que si alguna vez sale en un programa del corazón hablando de su vida privada, en Pamplona habrá un suicidio colectivo.
No sé si al salir de la academia la productora de OT se dedica sólo a los conciertos, pero no estaría de más que una vez acabado el concurso siguiera aconsejando a sus alumnos para que el éxito no los absorba y desaparezcan en el intento.
Amaia ha tenido la suerte de triunfar –entiéndase por suerte ese pequeño factor que ha llegado tras los estudios, el tiempo, la dedicación, la educación que ha recibido… -, pero con esa suerte ha llegado también la responsabilidad de ser una chica que con sus compañeros de academia ha dado una imagen de la juventud que siempre olvidamos porque sólo nos fijamos en lo malo. Ha llegado la responsabilidad de ser modelo para muchos que seguirán no sólo sus canciones, también su forma de ser y de comportarse.
Dejo aquí de usurpar el papel de padre.
Con su interpretación de la canción de Víctor Jara “Te recuerdo Amanda”, Amaia tuvo el detalle de volvernos a los más maduritos a la juventud. Queremos escucharla y disfrutarla durante muchos años, queremos tararear sin darnos cuenta sus temas y que no se pierda por el camino para que nunca tengamos que entonar una versión titulada “Te recuerdo Amaia”.

NUNCA NADIE HABLARÁ DE ELLOS.

Mihai, Oana, Sorín, Cosmina, Ionela y Costel son este año alumnos de bachillerato. Dos han cometido el delito de dormirse en los laureles en la primera evaluación, el resto ha sacado buenas notas. En general destacan de la media por su capacidad de trabajo, por no conformarse con calificaciones bajas y por saber aprovechar el tiempo. Por lo que sé de algunos de sus padres uno trabaja de mecánico, una madre en una empresa de montaje y otra como empleada del hogar. No hace mucho vino a verme Mihaela, este curso pasado acabó filosofía y está preparando el master de educación. Sus padres trabajan todas las horas del mundo en hostelería para que ella y su hermana puedan pagar el piso e ir a la universidad. Alexandra fue compañera, profesora de inglés. Habla cuatro idiomas, exigente, no lleva con paciencia que suspendan por vagos. Por amigos y compañeros tengo noticias de varias empleadas de hogar que nunca se han llevado ni una cucharilla, de albañiles muy profesionales que no trapichean ni son unos chapuzas, de chicas que además de estudiar trabajan porque tienen problemas económicos en casa… Pero nunca nadie hablará de ellos. Los medios de comunicación nunca los hará visibles y al mismo tiempo, las noticias negativas sobre algunos de sus compatriotas les colgará el sambenito -al menos- de la sospecha. Buscada o no, una de las capacidades de los medios de comunicación es hacer que un colectivo pase de la invisibilidad a la visibilidad. Salir en la tele o convertirse en viral a través de las redes sociales es pasar de la imperceptibilidad a la existencia -aunque sólo sean los famosos quince minutos de fama de Andy Warhol-. Pero las buenas noticias no atraen al público. Hace ya bastantes años hubo en televisión española un programa que se titulaba “Buenas noticias”, no era entonces momento de guerra por las audiencias, pero aun así el programa tuvo un recorrido muy corto. La información que recibimos es fundamentalmente una información de sucesos –malos-, sucesos que nos dan una visión negativa que no es un reflejo real de la realidad. A la vista de las noticias que recibimos el mundo es un caos de asesinatos, guerras y desastres naturales, sucesos reales pero que sólo son una pequeña parte de todos los acontecimientos mundiales –muchos de ellos buenos- que permanecen invisibles. Por eso, pasar de la invisibilidad a la visibilidad no suele ser positivo. Es positivo que una foto dé visibilidad a un grupo que padece la violencia sea de género, explotación sexual, niños en condiciones laborales esclavistas o refugiados muertos a las puertas de Europa. Pero es negativo que sólo se hagan visibles las acciones negativas de un colectivo que pasa así a estar presente, pero forzando una generalización que perjudica por ejemplo a sus compatriotas. Los medios de comunicación siguen en nuestro país informándonos de los delitos que cometen los extranjeros, siguen con la costumbre de poner nacionalidad al delincuente siempre que no sea español. Antes fueron gitanos o marroquíes. En los últimos años ha pasado a formar parte del imaginario colectivo la idea de rumano como sinónimo de delincuente y todo el mundo sabe que si quiere dar una paliza a alguien tiene que buscar a un par de rumanos, que los robos en los polígonos industriales los realizan ellos y que muchas empleadas domésticas rumanas roban en los pisos en los que trabajan. Por eso, por una vez, hablo de los que nunca se habla. De los que probablemente nunca hablará nadie y que para más inri sufrirán que los vean con reservas, si no ya como delincuentes.

PRÓPOSITOS PARA CUMPLIR

Sonadas ya las campanadas se abre el período de otra tradicional tarea para estas fechas: la lista de propósitos para el nuevo año. En realidad suele ser una de las cuestiones más sencillas sobre las que apenas hay que pensar: todos los años nos sirve la misma lista del año pasado. Aunque esta sencillez inicial parece una ventaja, es sólo la muestra de que una vez más sigues sin cumplir tus propósitos, y es el inicio de las también tradicionales escusas y frustraciones por no haberlos conseguido.
Las escusas son una forma de justificación, pero cuando uno se justifica ante sí mismo, las escusas son una forma de autoengaño y uno se autoengaña si se hace el tonto –entonces además de autoengañarse se miente sobre su condición intelectual-, o si es tonto de verdad –me engaño a mi mismo y me lo creo-.
La frustración es el sentimiento de fracaso que aparece cuando no se ha conseguido lo propuesto. Tener una esperanza o proponerse un fin, puede ser el inicio de una frustración.
Por eso este 2018 me voy a esforzar un poco y voy a renovar mis propósitos.
Mi primer objetivo para este año va a ser no tener que hacerme el tonto, ni mucho menos serlo, ser realista y evitar lanzarme yo mismo a la frustración. Por eso voy a eliminar o modificar sustancialmente aquellos propósitos de años anteriores en los que he fracasado reiteradamente durante al menos tres años.
Primero, no me apuntaré al gimnasio. Todo son ventajas. Me voy a ahorrar dos o tres meses de cuotas, no voy a tener que hacerme trampas al solitario estando menos tiempo en cada aparato que el que me marque el monitor, no voy a tener que mentir y mentirme sacando escusas para no ir, no voy a pasar varias semanas con cargo de conciencia porque pago y no voy, y por fin no me voy a sentir decepcionado conmigo mismo cuando allí por marzo llame para no renovar la cuota –sin contar la vergüenza de ir a darme de baja con cara de “mire usted, soy otro de sus socios de esos que comienzan todos los años en Navidad”-.
Segundo, no tendré paciencia con los tóxicos. Se llama ahora “personas tóxicas” –más o menos- a las que de toda vida han sido personas petardas, egocéntricas y pesadas que te amargan la existencia, prefiero llamarlas directamente “tóxicos” porque el resultado es el mismo sea una persona o una sustancia que te produce urticaria.
Ventajas. Eres una persona más sincera e incluso le puedes hacer un favor si tu sinceridad le lleva a reflexionar sobre sí misma. Ganas todo el tiempo que perdías haciéndoles caso y no te carcomes por dentro mientras aguantas sus monólogos. –Si el tóxico soy yo espero que mis amigos hagan el favor de decírmelo-.
Tercero, no dejaré los caprichos si no es una cuestión de supervivencia: alguna caña, el chocolate negro, un queso bien curado en el Roncal... La vida sana y mejor la sanísima está muy bien. Pero cuando año tras año en vez de mejorar tu calidad de vida supone una carga sicológica, sana para tu cuerpo pero nada satisfactoria para tu mente, es cuestión de plantearse si quieres vivir disfrutando de estas satisfacciones o sólo quieres que con sus ausencias la vida se te haga más larga.
No sé si bajar el listón es una forma de conformismo o de asumir la derrota. No sé si es realismo. Ni siquiera sé si el realismo es mejor que el idealismo: ¿es mejor conseguir un objetivo pequeño o fracasar en la consecución de uno grande? No sé si rendirse a los hechos es debilidad o inteligencia. Desconozco si evitar la frustración es una forma de ser más feliz o una manera de no serlo nunca.
Si cumplo mis propósitos para este año, en el 2019 me propondré aclararme sobre estas cuestiones.

SOLIDARIDAD ESTRUCTURAL.

En situaciones especialmente catastróficas surge en algunos ciudadanos un sentimiento de empatía, de unión por los que de alguna forma se han visto afectados por esa catástrofe. Estábamos acostumbrados a que esos desastres tuvieran lugar en países lejanos: terremotos, tsunamis o hambrunas. Sin embargo, la crisis económica nos ha traído las desgracias a la puerta de nuestra casa y aunque a veces no las hayamos querido ver –vivimos en el mismo territorio pero en mundos paralelos- el paro o los trabajos mínimamente pagados han traído consigo una enorme tasa de familias que no pueden cubrir sus necesidades básicas, un aumento de la pobreza infantil y energética, y por diferentes motivos, una mayor marginación: dos millones y medio de niños son pobres, se han realizado más de 600.000 desalojos hipotecarios, el impago en facturas de gas o electricidad se ha disparado y ha aumentado la xenofobia. Aquellas huchas del domund para países tercermundistas conviven ahora con bancos de alimentos para nuestros vecinos, con recogida de material escolar para compañeros de la misma clase y con donaciones para medicamentos de niños y jubilados. Es verdad que somos un país solidario y que cada campaña bate el record de la anterior, pero la solidaridad como un acto voluntario ante un hecho puntual no es suficiente. La solidaridad tiene que estar presente en la estructura de la sociedad: en sus leyes, en el reparto de la riqueza de forma proporcional y justa. Poder comprar el material escolar, comer carne un día a la semana, tener una vivienda o poder pagar la electricidad no puede depender ni de las donaciones, ni de que haya personas dispuestas a dedicar su tiempo a ONGs. La buena voluntad, la solidaridad como hábito individual es una virtud ética. Pero la virtud ética tiene que convertirse en norma jurídica para que esa solidaridad individual sea solidaridad estructural consolidada y garantizada por los poderes públicos. No sólo tenemos que ir poniendo parches a cada situación concreta sino que tenemos que analizar cuáles son las causas de esa situación y realizar los cambios necesarios para que en lugar de crear estos hechos, la estructura social los evite. En este momento crecemos por encima de la media europea, pero ese crecimiento de la riqueza no se refleja en los sueldos sino que aumenta la diferencia entre los que más tienen y los que menos. En los años más duros de depresión las grandes fortunas han aumentado en España un 50%, el país –con diferencia- que más han aumentado en relación a la media europea, al mismo tiempo que comenzada la recuperación es uno de los países que menos han aumentado los salarios y más ha incrementado la precariedad. Ha habido una importante crisis económica, pero también ha habido una profunda crisis en el sistema de redistribución de la riqueza, en la justicia social. Y una de las cuestiones más graves: no sólo es pobre el que no tiene trabajo, sino que personas que trabajan sus ocho horas siguen siendo pobres porque los sueldos y sus condiciones de trabajo no son suficientes. Hablar de redistribución de la renta se relaciona inmediatamente con subida de impuestos, cosa que provoca un rechazo casi inmediato. Pero la redistribución de la renta ni es sólo una cuestión de voluntad individual ni es necesariamente una cuestión de impuestos gestionados por el estado. La redistribución de la riqueza comienza con unos salarios justos, con un reparto de los beneficios en las nóminas que reduzca la vergüenza cada vez más cotidiana en las empresas: beneficios multimillonarios y sueldos escasos en condiciones laborales cada vez peores en las que no sólo se han perdido derechos, sino que es “peligroso” solicitar los derechos que legalmente te pertenecen.

ESTRÉS DE FIN DE AÑO

Del “Black Friday” a las rebajas pasando por el puente foral, las compras navideñas, que si me toca la lotería, que lo importante es la salud, la campaña electoral catalana, las elecciones y sus resultados, el partido Madrid – Barça, Nochebuena y Navidad, Nochevieja y Año Nuevo, más compras para Reyes y por fin, la vida normal tras peregrinar buscando el mejor descuento. Este fin de año se nos presenta especialmente denso.
Además este 2017, como dice una de esas frases que circulan por la red, entre la campaña y las elecciones catalanas, el Madrid – Barça del día 23  y la cena con los cuñados, el que no discuta será porque no quiera. Las reuniones familiares van a ser especialmente intensas.
Alguien tuvo la feliz idea de poner las elecciones catalanas en fechas tan señaladas, no se si por las circunstancias políticas o por esperar que el espíritu de la Navidad de serie americana invada la campaña, quizá esperando celebrar los resultados en Nochebuena o que si se declara la independencia resulte un rollo tener que hacer otra comida de celebración entre Nochebuena y Nochevieja.
Mientras tanto, ver los resúmenes televisivos y los programas especiales -especialmente empalagosos- de estos días, escandalizarnos por la escenografía del discurso real de Nochebuena y considerar si sus palabras han sido las adecuadas, elegir en qué cadena vemos las campanadas, debatir sobre si el rey negro tiene que ser negro o pintado, lamentarnos de que los pobres Reyes Magos siguen perdiendo la partida frente a Papá Noel y el Olentzero, ir a patinar dondequiera que esté la pista de patinaje, tal vez hasta ver belenes y si en algún momento nos despistamos preguntarnos dónde quedó la Navidad original, sean tareas ineludibles para estos días.
Cuestión importante es establecer la palabra del año. En 2016 aquí decidimos que fuera “populismo” –antes fueron “refugiado”, “selfi” o “escrache”-, el Diccionario Oxford decidió que fuera “posverdad”. Este 2017 en Estados Unidos ya han decidido que esa palabra sea “cómplice”. En Inglaterra “noticia falsa”. Y en España -aún por decidir- se habla de “despacito”, “millennial” o “resilencia”. Yo creo que debiera ser “Cataluña”, aunque sea una redundancia.
Como estos días todos somos buenos, donaremos alimentos y juguetes, habrá cenas para indigentes y en los informativos, los centros de acogida serán noticia porque los más desfavorecidos  comerán turrón. El resto del año se supone que algo irán comiendo.
Nuestros soldados en misiones de paz se comerán las uvas con un ministro y unos periodistas, y algún aguerrido reportero nos mostrará la Navidad en lugares de guerra. Lugares bombardeados durante todo el año de los que hasta ahora desconocíamos su existencia y que volverán a desaparecer tras las fiestas.
Quizá incluso, entre vino del bueno y el asado, nos lamentemos de los más de 2800 migrantes muertos en el Mediterráneo o de los miles de rescatados que para nosotros son sólo unas mantas naranjas con rostros de africano. Algún desahuciado agradecerá que no lo desahucian hasta que pasen las fiestas y en algún programa de televisión se batirá el record de donaciones.
Volveremos a casa por Navidad y retornaremos con algún kilo de más, unos regalos que no usaremos nunca y ganas de volver a la ensalada. Con muy buena voluntad haremos una inversión a fondo perdido en la matrícula del gimnasio y en la primera mensualidad. Y entre bajar las cajas al contenedor, despejar la casa de juguetes, quitar el belén y el árbol, volveremos por fin a la tranquilidad de la vida habitual. Sólo tendremos que reencontrarnos con nuestro jefe, con los clientes que lo quieren todo para ayer, con llevarlos al cole y a extraescolares, con el atasco mañanero y con la cuesta de enero.  Y en cuatro días, San Fermín.

JUSTICIA INDEPENDIENTE

En España, desde hace mucho tiempo y con varios gobiernos de signo diferente, la justicia tiene un grave problema: los ciudadanos perciben que no es un sistema independiente. En el último informe de la Comisión Europea sobre los indicadores de la justicia, el 48% de los españoles tiene una percepción mala o muy mala de la justicia. De los veintiocho países comparados, somos el número veintiséis en cuanto a la mala percepción que tenemos de nuestro sistema judicial y entre las causas por las que creemos que la justicia no es independiente, el 49% piensa que es por la injerencia de los políticos. El problema puede ser grave o muy grave. Grave si la no independencia judicial es sólo una percepción. Muy grave, si realmente el sistema no es independiente. El primer caso –que sea sólo nuestra percepción- se puede explicar por la responsabilidad de los individuos que actúan como miembros de un colectivo y por nuestra tendencia a generalizar. Si un individuo realiza una acción siendo mayor de edad y en plenas facultades mentales es responsable de esa acción. Si esa acción la realiza como miembro de alguna asociación, partido político o cualquier otro colectivo, no está tan claro hasta dónde llega su responsabilidad y dónde comienza la del grupo. Por eso, la responsabilidad de los individuos que pertenecen a algún tipo de colectividad es doble: son responsables de si mismos individualmente tomados y son también responsables del colectivo al que pertenecen. Esa responsabilidad incluso puede ser triple si al cometer irregularidades o delitos en sus cargos están también poniendo en cuestión la institución a la que representan. Por ejemplo, alguno de los poderes del Estado. De esta forma, es fácil crear una mala imagen de la justicia cuando unos pocos miembros de ese colectivo no son imparciales. El segundo caso –que la justicia no sea realmente independiente- sería la otra cara de la moneda y a la que nos llevan otros indicadores. Hay indicios que podemos considerar de poca entidad porque puedan estar muy mediatizados o sean casos muy llamativos que ocultan una mayoría de sentencias que consideraríamos justas –por ejemplo la impresión que muchos tienen del caso Urdangarín-. Es más importante la consideración de denuncias reiteradas a lo largo de años y del mandato de diversos gobiernos hechas por los directamente implicados en los procesos judiciales: jueces, fiscales, abogados. Denuncias que se refieren a los intentos del poder político para controlar al Consejo General del Poder Judicial, al Tribunal Supremo y los Tribunales Superiores de Justicia. Denuncias que se refieren a nombramientos políticos como el del Fiscal General del Estado. Denuncias por investigaciones a jueces que cuestionan los nombramientos o cuando la juez Alaya alerta de la interferencia política en los casos de corrupción. Teniendo en cuenta estos dos opciones, podemos considerar que una mayoría de jueces pueden equivocarse pero son imparciales, al mismo tiempo que hay una duda razonable sobre la independencia de las altas instancias judiciales. Ahora, la intención del gobierno de modificar la Constitución –intención que ha durado poco más que la independencia catalana-, podía haber sido un buen momento para establecer claramente la separación de poderes y conseguir una visión más positiva de la justicia. Así, quizá en otra ocasión, no sería necesario insistir por activa y por pasiva en la independencia judicial cuando se encarcela a un gobierno autonómico. En su lugar, al menos un amplio consenso en el nombramiento del nuevo Fiscal General del Estado ayudaría. Aquí, el gobernante si que gobierna para todos, las instituciones son de los ciudadanos y sobrevivirán a los nombres propios y a las siglas del partido –sea el que sea- y es por tanto su obligación fundamental poner el prestigio de esas instituciones por encima de su buen nombre, de las penas de cárcel o de los votos de las próximas elecciones.

REFORMA CONSTITUCIONAL.

Da la impresión de que la problemática que ha planteado el independentismo catalán se ha movido exclusivamente en el ámbito del constitucionalismo o anticonstitucionalismo. Sin embargo, hace pocas fechas se ha hecho más visible, se ha puesto clara y expresamente sobre la mesa una cuestión que hasta ahora había quedado en segundo plano: una reforma constitucional.
Hasta el 11 de octubre -día en el que el Partido Popular se compromete con el Partido Socialista para realizar esta reforma- el llamado “constitucionalismo” del Partido Popular había defendido como posición inamovible el marco legal actual. Pero tras varios años en los que este partido ha considerado que era un error cambiar la Constitución, que no era una cuestión prioritaria o que no iba a solucionar el problema catalán, ha aceptado la propuesta de reforma constitucional hecha por el Partido Socialista.
Es verdad –como atacan algunos- que la Constitución del 78 es una legislación aprobada en unas circunstancias históricas vinculadas con el pasado y con el presente en el que fue aprobada. Meridianamente claro: ni más ni menos que cualquier otra circunstancia histórica o que cualquier otra decisión personal, nada ni nadie comienza desde cero. Pero esto no quiere decir que tenga menos valor del que se le atribuye ni que la Transición no sea un período ejemplar en la historia. El llamado despectivamente “régimen del 78” tiene sus luces y sus sombras y es muy fácil verlas cuarenta años después, pero ya quisiéramos ahora el talante y la visión de Estado que por unas circunstancias u otras aportaron los políticos del momento.
Ahora que parece se ha superado el miedo a la reforma constitucional será hora de que los encargados de acordar esta reforma y la sociedad a la que representan muestren un talante similar al que tuvieron los constituyentes cuando pactaron con los que los habían encarcelado o perseguido durante décadas.
A la vista de los últimos acontecimientos resulta complicado imaginar el cambio de actitud necesario para que quienes se han colocado durante años en polos tan opuestos se puedan encontrar en un punto de acuerdo. Hay elementos para dudar de su capacidad de acuerdo y concesión.
Aunque por otra parte, las circunstancias obligan.
Será hora de asumir decepciones y de resolver dificultades.
Tanto los líderes como la sociedad civil que se ha movilizado en un sentido u en otro tendrán que ser capaces de gestionar las decepciones que les esperan cuando comparen sus aspiraciones con lo conseguido. Decepciones, porque una cosa es realizar una reforma y otra alcanzar todo lo que se pretendía.
Dificultades fundamentales, como si van a existir límites previos a la reforma. Dificultades centrales, como la reforma de la ley electoral o la continuidad o no de una monarquía parlamentaria, el encaje de las demandas de unas comunidades con las de las otras, la separación de poderes. Dificultades formales, como si cada artículo debe ser refrendado individualmente por los ciudadanos, se votará la Constitución en su conjunto o se votarán individualmente los artículos que se consideren más importantes.
Habrá que establecer qué cuestiones han “envejecido” y han quedado fuera de la realidad actual, cuáles son los cambios importantes que la sociedad demanda y qué nivel de cambios se puede afrontar, qué temas quedaron en su momento demasiado vagos o imprecisos, cuáles fueron consecuencia directa de la presión franquista y cuáles han sido meramente decorativos y por tanto hay que  potenciar.
Si también la queremos llamar “transición” no será desde luego como su hermana mayor “la del 78”, pero no por ello dejará de ser necesaria y podrá ser muy positiva si sabe elegir y encajar las piezas importantes que ahora están desperdigadas por la mesa.