sábado, 10 de junio de 2017

FLEXIBILIDAD Y FUTURO.


Uno de los problemas actuales de los grandes grupos -sean empresariales o políticos- es su lentitud y falta de flexibilidad para adaptarse a los cambios. 
Cuando el mundo “funcionaba más lentamente” sus dimensiones no eran inconveniente sino ventaja: más medios, más experiencia y un sistema de funcionamiento estable y consolidado suponían una posición preeminente sobre sus competidores.En la actualidad vemos como el diseño, las prestaciones, las modas… han acelerado el proceso de cambio y paralelamente empresas que en un momento son punteras y producen grandes beneficios, pasan en poco tiempo a ser absorbidas y desaparecer.

Las en otro tiempo ventajas de los grandes grupos se convirtieron en lastre. Las nuevas empresas creadas por jóvenes emprendedores llegaron aportando la ilusión, el dinamismo y la capacidad de adaptación propias de la juventud y careciendo al mismo tiempo, de las resistencias al cambio propias de tradicionales jerarquías y formas de hacer obsoletas.

En este contexto surgen iconos como Steve Jobs que con su iMac, iBook, iPod, iPhone en poco tiempo revolucionan el mundo. “Revoluciones” en la forma de entender la banca: “fresh banking” (banca fresca) frente a los serios y grises bancos que a remolque han ido cambiando. Compañías de seguros con logos, músicas y productos nuevos adaptados a los cambios sociales. Y así un sinfín de nuevos negocios o de nuevas formas de entenderlos que se han acomodado a la nueva realidad dejando atrás las tradicionales empresas que no han sido capaces de hacerlo.
Ahora, además de mantenerse en el día a día, una empresa de éxito debe identificar y anticipar la dinámica del mercado, buscar las oportunidades que se le ofrecen y crear alternativas de futuro que generen una diferencia positiva frente al resto.
Estos cambios y estas características son también aplicables al ámbito político.
Los grandes y tradicionales partidos se han movido durante décadas como maquinarias pesadas, con jerarquías prácticamente hereditarias –nombradas a dedo- y situadas en una situación de estabilidad en la que tenían garantizada la alternancia.
Si incluso tras las corrupciones y los fracasos electorales se resisten al cambio y a la regeneración ofreciendo como alternativa más de lo mismo, mucho menos han sido capaces ni se han dedicado con eficacia a anticipar la dinámica social y los cambios en el electorado.
Tanto el progresivo descenso de votantes entre los más jóvenes como sus altos niveles de abstención, los cambios en las cuestiones que los electores consideran fundamentales o las consecuencias de encerrarse en sus planteamientos, son cuestiones que no se han previsto o a las que no se ha encontrado una respuesta adecuada.
Concretando: los partidos no nacionalistas van perdiendo progresivamente votantes entre los más jóvenes, la izquierda abertzale no se dió cuenta hasta después de las elecciones que a los jóvenes –en favor de Podemos- les preocupan más los asuntos sociales que los independentistas, los partidos no nacionalistas son incapaces de poner en segundo plano sus propuestas particulares en favor de su no independentismo –cosa que si hacen los nacionalistas en beneficio del nacionalismo-, los partidos que teniendo mayoría han mantenido una posición de aislamiento con respecto al resto no tienen con quien pactar cuando ya pierden esa mayoría.
Mientras tanto, se culpa a los demás de alcanzar el gobierno utilizando los mecanismos legales en vigor, se intenta disimular la derrota considerando triunfos lo que sólo son pequeñas victorias –seguimos siendo el primer partido de la oposición- o se culpa a los otros de no querer llegar a acuerdos pretendiendo al mismo tiempo no ceder un ápice en sus aspiraciones.
El en otro tiempo famoso “cambio” en las ideas políticas, tiene que ser ahora un cambio en la forma de hacer y  funcionar. 

EL VALOR DE LA HISTORIA

Antes de la invención de la imprenta los libros eran vienes escasos y caros a los que -independientemente del analfabetismo de la época- era difícil acceder. Cada copia exigía la larga dedicación de un copista y quedaba depositada en la biblioteca del monasterio. Hasta allí llegaban los estudiosos y algunos, poco cuidadosos, anotaban al margen los comentarios que le sugería la lectura. 
En este proceso de copia tras copia, algunos copistas introducían como parte de la obra los cometarios que otros lectores anteriores habían puesto al margen. Ideas de anónimos pensadores pasaban así a la historia como propias de Aristóteles, San Agustín o Boecio. Una forma de confundir a los estudiosos posteriores a los que les resultaba difícil distinguir qué pertenecía al original y qué no. Así, con malicia o sin ella, algunos autores acabaron diciendo lo que nunca habían dicho. 
Los hechos van construyendo la realidad cuando los protagonistas la van creando. Una vez pasada, esa realidad se convierte en un relato que llamamos historia, relato que introduce selecciones, interpretaciones o comentarios que no son originales y que confunden a quienes sólo conocerán esa realidad por los estudios históricos. 
Escribir la historia es así una “batalla” después de la batalla que quiere contar. La historia puede convertirse en un recuerdo que traiciona los sufrimientos, el valor y la lucha de quienes ya han muerto. Ni siquiera es un fósil fiel a la planta original petrificada, la narración puede ser indefinidamente reinterpretada, moldeada o maleada en la dirección que en cada momento interese. 
Cuando ya no podemos preguntar a los protagonistas, vienen las interpretaciones de los porqués y los motivos, las discrepancias y las acusaciones interesadas que sirven para justificar una cosa y su contraria. Si ya el recuerdo es un reflejo reinterpretado por el propio sujeto y es difícil explicar el presente con sus protagonistas, es prácticamente imposible comprenderlo sin ellos. Dejar pasar el tiempo y que desaparezcan es una forma sutil pero efectiva que prepara la manipulación. Por eso no podemos dejar pasar la oportunidad. 
Que los protagonistas hablen y dejen constancia. Que expongan sus puntos de vista, sus motivaciones, su visión de la realidad y la exactitud de sus actos. Que nadie pueda decir que dijeron lo que nunca dijeron o que lo hicieron por una causa que les es totalmente ajena. 
Para justificar nuestra situación actual, buceamos en la historia remota para explicar si los guipuzcoanos que participaron en la conquista de Navarra -como parte del ejercito castellano- lo hicieron voluntariamente o por obligación. Una parte de nuestra historia reciente está todavía enterrada en cunetas identificadas por supervivientes, sus hijos o sus nietos. ¿El paso siguiente será su olvido? Nuestra historia presente está siendo escrita ahora por quienes ven el desarme de ETA como un acto de buena voluntad a pesar de los estados español y francés o por quienes lo interpretan como un triunfo policial. Por quienes justifican los asesinados, secuestros y atentados… y por quienes ven en esos actos terrorismo injustificado contra un estado de derecho. 
Si buscamos la verdad, la exactitud y el rigor tendremos que aplicar ese principio académico de “acudir siempre a las fuentes”, cosa que sólo podemos hacer cuando las fuentes están aquí en primera persona. Después serán sólo recuerdos, referencias, fragmentos que podrán ser interpretados y debatidos en función de las tendencias interesadas y que difícilmente podrán ser taxativas ya que no son hechos con fecha y hora sino vivencias, miedos, ilusiones que sólo los protagonistas pueden trasmitir.