domingo, 22 de febrero de 2015

TITULACIONES DE GRADO EN TRES AÑOS.

La última propuesta del Ministerio de Educación ha sido la de permitir que las universidades establezcan estudios de grado de tres cursos, que podrían completarse con otros dos años de master.
A propósito de este tema, los responsables de educación han hecho diversas afirmaciones: unas verdaderas, otras verdades a medias y otras directamente que no se han hecho o se han intentado ocultar.
Es verdad que en los países de nuestro entorno esta modalidad de organización es habitual y que era un perjuicio para los estudiantes españoles tener que cursar cuatro años para conseguir el mismo título que la mayoría de nuestros vecinos europeos consigue en tres.
No son tan evidentes otras de las virtudes que se le atribuyen. Verdades a medias, ya que se tienen que dar una serie de condiciones para que se cumplan.
Se afirma que los estudiantes se incorporarán antes al mercado laboral, y que ellos y sus familias se ahorrarán un año de estudio y de dinero. Pero ¿existe mercado laboral al que incorporarse?. En la actualidad los centros educativos están más desbordados que nunca precisamente porque no existe demanda de empleo. Incluso los que ya trabajaban han vuelto a las aulas porque se han quedado en paro.
Suponiendo que hubiera empleo, ¿cuál va a ser la situación laboral de un titulado de tres años frente a los que hayan estudiado dos cursos más de master?, ¿cuál va a ser la valoración que el mercado de trabajo haga de estos graduados venidos a menos?, ¿cuáles van a ser los puestos que ocupen y su remuneración?  –Venidos a menos porque este título equivale supuestamente a la licenciatura que se cursaba en cinco años o a los estudios de grado de cuatro años, y venidos a menos porque bajan un nivel en la escala de formación-.
¿Favorecen estos cambios el acceso a la educación?. En este aspecto la situación se omite.
Según los datos del “Observatorio del Sistema Universitario” de los 33 estados de la Unión Europea estudiados en la inmensa mayoría de los países de nuestro entorno ya los estudios de grado son más baratos que en España. España es el décimo país más caro teniendo en cuenta además que de los 23 restantes, en 11 estos estudios son totalmente gratuitos y en los otros 13 el precio oscila entre los 7€ de la República Checa y los 1066€ de Portugal pasando por ejemplo por Francia donde el precio es de 180€ frente a España, en donde el precio medio es de 1650€.
En el caso de los másters, en 21 países el precio máximo por curso no supera los 1300€ mientras que en España es de 4000€. España es uno de los países en el que la diferencia entre el precio del grado y del master es mayor.
Por una parte, una vez más la convergencia con Europa es sólo parcial: convergemos en el número de cursos pero no en el precio, con lo cual a un alumno español no sólo le cuestan más sus estudios de grado sino que los masters se le disparan. Y por otra, esto significa que con el cambio a tres años de grado más dos de master, el precio del cuarto curso le puede costar unos 2500€ más que en la actualidad.
Si a esto le sumamos el aumento de las tasas universitarias en los últimos años, la reducción de las cuantías de las becas, el aumento del paro y la caída de los salarios, parece que este cambio va a ser una dificultad más para que muchos alumnos puedan acceder a ciertos niveles educativos.
Por muy bien que fueran las cosas en la reducción del paro y en la situación en que se contrate a los graduados, esta dificultad económica para acceder a estos estudios superiores “contamina” todo lo demás ya que rompe con el derecho de todos a una educación de calidad quedando cada vez más esa educación para los que puedan pagársela.
Un retroceso sin duda en la igualdad de oportunidades, una selección de los alumnos no por sus cualidades intelectuales y capacidad de trabajo –por esa excelencia que tanto gusta ahora-, sino por las posibilidades económicas de las que disponga sus familia.

jueves, 12 de febrero de 2015

ALGUNAS FORMAS DE CAUSAR LA INFELICIDAD.

No son frecuentes ni necesarias grandes y reseñables gestas para poner de manifiesto la relación que existe entre unos padres y sus hijos. Son las pequeñas cosas, las cotidianas, esas que fatiga y cansa repetir un día si y otro también las que van mostrando nuestra dedicación a esta tarea que muchas veces nos parece tan poco agradecida.
Como tantos grandes quehaceres -como la propia vida- múltiples pequeñas cosas van formando una mayor e importante. Y como en tantos grandes quehaceres, pequeños errores pueden causar grandes catástrofes.
“Son cosas de niños”. Justificamos así comportamientos y actitudes que no son “cosas de niños”, sino cosas que se enseñan y que se practican. Infravaloramos las posibilidades de nuestros hijos y bajamos el nivel exigencia: si pensamos que es imposible que espere sentado en la consulta del médico, que comparta sus juguetes o que haga sólo sus ejercicios de matemáticas; nunca esperaremos que lo haga ni le enseñaremos a hacerlo. Nuestras expectativas marcan el nivel, y con frecuencia ellos son mucho más capaces de lo que pensamos.
Nos pone nerviosos, lo pasamos peor que ellos, e incluso nos da miedo que se enfade, que llore, que coja un berrinche. Como consecuencia hacemos todo lo posible para que esto no ocurra, cedemos a todos sus deseos y construimos un espiral del que nunca saldremos ni ellos ni nosotros: iremos cediendo en cada vez más cosas y más importantes, nos chantajearán de por vida si no aceptamos que sentirse mal porque no te dan lo que quieres o por ver que el mundo no está a tu servicio, no es un mal aprendizaje. Fechas señaladas ahora para ver si los regalos de Navidad literalmente te “sepultan” o son razonables.
Por otra parte es evidente que los hijos necesitan que les dediquemos tiempo y es evidente que tener un hijo cambia la vida de día y de noche. Pero no es tan evidente que una familia tenga que girar exclusivamente alrededor de los deseos de ese niño que va creciendo. Con demasiada frecuencia no es el niño el que se adapta a la costumbres de su casa o  a las necesidades de sus padres, son estos los que dejan de tener un atisbo de vida propia y se dedican con exclusividad a que su hijo no tenga que esperar media hora antes de ir a entrenar o tenga ¡ya! preparada la cena.
Lo encumbramos de tal forma que nos sentimos agredidos cuando alguien, incluidos sus maestros, le llaman la atención. Mucho más si es un señor que está por el parque o el chico de la tienda de chuches. Nada puede lesionar esa imagen de perfección que proyectamos sobre nuestro vástago.
Junto a estas, otra infinidad de causas de sobra conocidas y de sobra olvidadas.
Por si tuviéramos alguna duda, piensan que no somos buenos padres si soltamos una reprimenda en público, si no salimos corriendo a la mínima caída en el parque o si le decimos que arregle sus propios problemas.
No podemos perder la perspectiva: un niño feliz no es lo mimo que un niño consentido y es difícil que un niño consentido sea un adulto feliz. La felicidad está relacionada con construir un carácter capaz de valorar, de esperar, de trabajar. Capaz de estar satisfecho sin ser el centro del mundo, de tener una personalidad propia, de dirigir su vida incluso contra la opinión mayoritaria, de verse con realismo y de aceptarse sin idealismos inalcanzables, de esforzarse para alcanzar lo que se desea y de marcarse su ritmo para vivir sin agobios.
No son frecuentes las grandes y reseñables gestas a lo largo de una vida. Como otros grandes quehaceres, múltiples pequeñas cosas van formando la más grande. Pero nunca serán capaces de la más pequeña y correcta decisión si no les hemos enseñado a hacerlo, si les hemos educado en un mundo falso que sólo existe entre las cuatro paredes de su casa.

TEMAS TRANSVERSALES.

No es bueno comenzar desbordados, pero sin tiempo apenas para hacernos cargo, los asuntos públicos se nos han ido agolpando durante el 2014: comisiones varias, financiación de partidos, infanta, el oscuro caso de un tal Nicolás, el caso de los ERE, tarjetas black… toda una interminable lista con nombres y apellidos que nos ha causado aburrimiento y hartazgo.
Este 2015 -año de campaña electoral desde el día 1- nos llega cuando ya estamos cansados de instituciones y gestores públicos que se han aprovechado de su situación privilegiada para ensuciar la política y ponernos a un paso de una república bananera.
Ahora llegarán las elecciones y mucho me temo que nos vamos a dedicar  a “quién es el menos corrupto” que a un debate de ideas.
Las ideas son opinables, los principios variados y los medios diversos; pero las reglas de un juego realmente democrático son estrictas. Por eso, no podemos dejar de exigir a nuestros representantes -sean del partido que sean- el cumplimiento y la implicación real en el respeto de unos principios básicos que garanticen un sistema democrático, unos principios transversales que impregnen la vida pública desde dentro y que estén presentes como algo más que una capa de barniz que oculta la realidad.
Trasparencia. Como si de un gran logro social se tratara diversas instituciones del Estado echan las campanas al vuelo porque a partir de ahora van a ser transparentes, y es que ahora se han dado cuenta de que la trasparencia tiene que ser uno de los principios del sistema. Pero todas las instituciones que gastan el dinero del contribuyente, desde siempre tendrían que haber rendido cuentas de sus gastos ante quienes los financian: los ciudadanos. Nos hubiéramos evitado así la tentación de disfrutar de viajes de placer a costa del Parlamento, de organizar fiestas con los amigos a cargo del presupuesto del ayuntamiento o de cobrar dietas duplicadas por reunirse a hablar del tiempo.
Hemos comenzado, pero todavía quedan “zonas” muy poco transparentes.
Justicia. No podemos quedarnos como si tal cosa cuando el propio presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial afirma que las leyes españolas no están pensadas para sancionar a los grandes defraudadores sino “para castigar a los robagallinas”. ¿No debe ser la justicia igual para todos? Parece que sólo en el artículo 14 de la Constitución.
Sin embargo, tras estas declaraciones, esos partidos tan interesados en acabar con la corrupción han seguido con sus cosas, como si esta situación jurídica no constituyera una gran dificultad para combatir la corrupción.
Independencia del poder judicial. ¿Alguien puede explicar que el órgano encargado de velar por la independencia de los jueces frente a otros poderes del Estado sea nombrado por otro poder del Estado? La pescadilla que se muerde la cola y la puesta en cuestión de la independencia judicial en sus altas instancias: si los controlados nombran al controlador, ¿qué garantías tenemos de su independencia?
Conocimiento e información. La mejor forma para controlar una sociedad no son unas leyes represivas basadas en el ejercicio de la fuerza, la mejor forma para controlar una sociedad es controlar la educación y los medios de información. Los mecanismos más eficaces contra la manipulación son tanto la formación necesaria para evaluar y ser crítico, como una información no ideológica o al menos plural. No podemos pretender la superación de la demagogia o del oportunismo sin una adecuada educación de la ciudadanía.
Seguramente estas y algunas otras cuestiones sirvan para recuperar un factor fundamental en una democracia representativa: la confianza y la credibilidad de quienes nos representan. Perderlas, es mucho más importantes que perder los euros que han podido llevarse a Suiza.