miércoles, 11 de enero de 2012

TIEMPOS ABSURDOS.

Cada uno vivimos con nuestras contradicciones, y nuestra época -como todas las épocas históricas- con las suyas. Más o menos importantes, escandalosas unas, verdaderos genocidios otras, anecdóticas o curiosas; pasamos nuestro día a día conviviendo con ellas sin ser conscientes en muchas ocasiones de los comportamientos absurdos y habituales de nuestra desarrollada sociedad.

Desde los 14 años se pueden tener relaciones sexuales consentidas con un mayor de edad pero no se puede tomar una cerveza en un bar hasta los 18. Nos parece bien que emigrantes cuiden de nuestros abuelos veinticuatro horas al día por 600 euros, pero nos molesta que vivan en nuestro pueblo, cobren el paro o vayan al médico. Y algunas asociaciones, equiparan violencia de género con maltrato animal.

Por otra parte nos gastamos un buen dinero para hacer ejercicio en el gimnasio, gimnasio al que vamos en coche. El mismo coche con el que subimos al centro porque el autobús pasa cada quince minutos, aunque luego estemos embotellados y dando mil vueltas para aparcar. Y coche de muchos caballos, que el 95% de su vida lo pasará circulando por ciudad o todo terreno que nunca conocerá un camino.

Tenemos medios para llegar con rapidez a cualquier lugar, pero vivimos mucho más deprisa que cuando se desplazaban en burro. La tecnología nos permite una conexión total cada minuto del día con todas las partes del mundo, pero apenas conocemos a nuestros vecinos del bloque. Llamamos amigos a los mil contactos del facebook. Y vivimos estresados con nuestros trabajos, la casa, nuestros hijos... pero en lugar de trabajar menos para vivir más tranquilos, nos gastarnos en ocho días de vacaciones lo que ganamos en un mes.

Somos muy solidarios pero no nos preguntamos a costa de qué y de quién podemos comprarnos una camiseta por seis euros. Fabricamos productos para que duren poco. Tiramos la ropa aunque está nueva, unos viven de lo que otros tiramos a la basura, pedimos cuentas a nuestros hijos de la educación que les hemos dado nosotros, estudiamos 10 años de inglés para apenas balbucear alguna frase y los libros del colegio son muy caros –es verdad-, pero las deportivas de marca o los móviles no.

Nuestro sistema democrático es tan curioso que no vale lo mismo el voto de unos o de otros: depende de la circunscripción electoral en la que votes. Los políticos no dicen que van a hacer cuando ganen las elecciones hasta que estas tengan lugar; porque si lo dijeran, no les votaríamos. Se congelan las pensiones de 600 euros, para salir de una crisis que han generado los grupos más acaudalados del mundo, a los que por cierto les damos dinero que gastan en subirse el sueldo y aumentar sus beneficios. Las riendas de la democracia las lleva un misterioso y desconocido “mercado” al que nunca hemos elegido.

Seguramente la más sangrante de nuestras contradicciones, sea que por primera vez en la historia se producen los alimentos suficientes para alimentar a toda la población mundial sin embargo el hambre crónica afecta a 850 millones de personas y 5 millones de niños mueren anualmente por no tener alimentos. Al mismo tiempo, el 45% hombres y 38% de las mujeres de los países desarrollados son obesos.

En esta misma línea, millones de niños mueren también por no disponer de vacunas que cuestan menos que un café.

La literatura y el teatro del absurdo surgen a mediados del siglo XX poniendo de manifiesto su visión pesimista y absurda de la existencia humana. A principios del XXI quizá haga falta una sociología, una antropología y una educación del absurdo; para manifestar no la sinrazón de la existencia humana, sino el desatino y la insensatez del mundo civilizado.