jueves, 22 de mayo de 2014

TRAIDOR

Te traicioné.
Hace meses abandoné tus cuatro paredes acogedoras en los tiempos difíciles y salté al mundo cargado de una vida que hacía mucho tiempo había dejado de vivir. Como los vecinos que se cambian de casa prometí volver de vez en cuando, yo mismo hacía planes: tal día, a tal hora. Bien sabes que nunca lo hice.
Alguna vez vi tus llamadas perdidas y solo crucé un par de frases en respuestas rápidas: si, quedamos, seguro, claro.
Me traicioné.
Ser egoísta en el duelo es hasta compresible, uno pierde el norte. Bueno, el norte y el resto de los puntos cardinales. Pierde el espacio y el tiempo, el sentido de lo necesario y de lo inútil, de lo importante y de lo accesorio. Se convierte en el centro de un agujero negro que se absorbe a sí mismo y a todo lo que le rodea. 
Pero egoísta también en la vida, olvidando a quien tuvo la vitalidad casi infinita para no ser absorbido mientras agarrándote con  fuerza te gritaba ¡aguanta!. Eso no se puede perdonar.
Sin embargo, aquí estás.
Esperando como siempre que me acerque para seguir conversando sobe esto y aquello como si el tiempo no hubiera pasado, como si fuera ayer cuando salí por esa puerta vestido de domingo con mis zapatos relucientes y dispuestos a comerme el mundo.
Me conoces, sabes que soy el mismo egoísta de siempre. Puedo engañar al resto pero tú, con sólo mirarme, ves que mis zapatos están salpicados de barro, que pongo cara de "pasaba por aquí" pero que aunque avergonzado de mí mismo, busco esas cuatro paredes protectoras que otros brujos de conjuros milagrosos no han sido capaces de construir.

VICIOS Y PREJUICIOS SOBRE EL USO DEL TIEMPO.

Cuando en el siglo XIX se comenzaron a incorporar las máquinas a la producción industrial y en pocas horas se fabricaba lo que a un artesano le costaba días, algunos intelectuales pensaron que era el inicio de una nueva sociedad. Una sociedad en la que las personas podrían disfrutar más de su tiempo, vivirían más tranquilas y no tendrían que dedicar tanto tiempo al trabajo.
En parte acertaron –las jornadas laborales son mucho más reducidas-, pero paradójicamente la sociedad de internet, del teléfono, del AVE, de las autopistas, la sociedad en la que te cuesta veinte minutos un desplazamiento que antes costaba varias horas, la sociedad en la que puedes trasmitir y recibir información de cualquier parte del mundo sin esperar apenas un segundo, es también la sociedad del estrés, las prisas, el “llego tarde” y el “nunca tengo tiempo”.
Este agobio crónico en el que vivimos muchas personas en la actualidad responde a una serie de vicios en nuestras actuaciones y a una serie de prejuicios sobre la utilización del tiempo: Vicios y prejuicios presentes tanto en la planificación del tiempo de estudio como en la vida cotidiana..
Realizo varias tareas al mismo tiempo. Si no me centro en una actividad no puedo concentrar mi mente y mis esfuerzos en solucionar un problema o en realizar una acción. Cuantas más tareas simultáneas realizo menos eficiente soy, tengo que esforzarme más para conseguir menos, tengo que realizarlas deprisa para poder dedicarme a todas y acabo frustrado porque son escasas las actividades que termino correctamente.
No sé aislarme para evitar interrupciones. Las constantes interrupciones restan también eficacia a mis actos al mismo tiempo que le añaden estrés. Buscar el lugar y el momento apropiado es sinónimo de menos tiempo de trabajo para mayor perfección. Por muchas prisas que tenga no es más inteligente comenzar a trabajar a media tarde con los niños jugando alrededor que esperar a que se vayan a la cama y poder dedicar mis esfuerzos de forma continuada.
Quiero hacer más cosas de las que son posibles en un tiempo determinado. Si tengo dos horas antes de llegar a una cita pienso realizar una actividad en ese tiempo, si acabo media hora antes, en lugar de ir paseando tranquilamente, comienzo otra actividad que tengo que realizar a todo correr y que me obliga a ir también corriendo a mi cita.
No sé determinar qué es lo más importante en cada momento. Uno de los aspectos fundamentales para organizar bien mi tiempo es saber distinguir lo importante de lo que no lo es tanto. Si no soy capaz de distinguirlo comienzo múltiples tareas que voy abandonando cuando surgen otras o me dedico a actividades que me quitan el tiempo necesario para solucionar lo principal.
Me dedico a actividades inútiles o sin solución. A veces nos obsesionamos con un tema que escapa a nuestro control o a nuestra actividad pero sin embargo continuamos dedicándole tiempo y esfuerzo porque consideramos que dejarlo es rendirnos o fracasar. Hay que saber diferenciar lo que entra dentro de nuestras posibilidades y lo que escapa a ellas.
Trabajo demasiadas horas. Parece que una persona más ocupada es más efectiva, pero no es así. Una persona más efectiva es la que mejor se organiza y una parte importante de esa organización es el descanso ya que nos ayuda a afrontar los problemas con nuevas energías, una mente y un cuerpo descansados.
Si trabajo más deprisa aprovecho mejor el tiempo. Trabajar más deprisa implica ponerme más nervioso y no realizar mis actividades correctamente, lo cual significa desaprovechar el tiempo.
Las prisas no son buenas consejeras, el tiempo es limitado y mis metas también deben de serlo. El tiempo es mi vida y una vida con calidad no es compatible con una “aceleración crónica”. 

miércoles, 21 de mayo de 2014

ECONOMÍA HUMANA.

No van muy desencaminados algunos cuando comentan que la economía de un país tendría que estar en manos de las amas de casa. Etimológicamente, economía procede del término griego “oikonomía” que en principio significaba “casualmente” ama de casa, y que después significó administrar. Ama de casa, administrar y economía tienen pues la misma procedencia y una conexión intrínseca en su significado.
En este contexto, la economía estaba íntimamente relacionada con lo doméstico, con el hogar, era una cuestión de “puertas para adentro” que afectaba directamente a los individuos, a las personas.
A partir del siglo XVII, cuando el capitalismo va desarrollándose, el término economía adquiere un significado más amplio trascendiendo la cercanía de lo doméstico y convirtiéndose en una ciencia que se ocupa de la producción y administración de bienes y servicios: se pasa de la administración de lo familiar a la gestión de los bienes en una economía de mercado globalizada. Lo personal y cercano del concepto de economía original se sustituye por lo global y lejano de la economía actual.
En una situación de crisis como la que vivimos podría plantearse como opción un retorno a la economía doméstica al margen de la actual modelo económico -quizá al estilo de las comunas que estuvieron de moda en los años 70-, pero la historia pasa inexorablemente y parece que una economía doméstica es impensable al margen de esta economía de mercado globalizada.
Si bien la vuelta al pasado es imposible, no es imposible un cambio en el sistema actual. Es verdad que por activa y por pasiva se nos está trasmitiendo la idea de que sólo el actual modelo económico es viable y es importante que aceptemos a pies juntillas esta idea, porque sólo así mantendrán su situación de privilegio económico y social los que ya lo tienen. Pero existen alternativas que no son las tradicionales de prohibir la propiedad privada o nacionalizar los medios de producción, sino otra forma de entender la economía realizando una nueva “revolución copernicana”: el dinero no debe ser el centro y el fin del sistema sino que tiene que ser un medio al servicio de algo más importante, las personas.
Desde el denominado capitalismo social, desde posturas que reclaman una implicación social de las empresas o desde la economía solidaria se busca una reorientación del sistema económico. Reorientación que sigue manteniendo la necesidad de unas empresas productivas creadoras de valor, que tengan éxito financiero y que sigan creando negocio y bienes; pero empresas que persigan como fin último beneficiar a la sociedad y no la acumulación de enormes cantidades de dinero en manos de unos dueños que nunca podrán disfrutarlo como no sea viendo aumentar los ceros en sus cuentas bancarias.
Reorientación de la economía para que tenga como centro a las personas y no se dedique exclusivamente a hacer un balance del Producto Interior Bruto, sino que mida su éxito teniendo en cuenta variables como el aumento de ingresos de la población, su esperanza de vida o su nivel de educación; que no pretenda medir la felicidad –como lo hizo un estudio americano hace unos años- cuantificando el número de coches, televisores y electrodomésticos de una familia sino teniendo en cuenta sus condiciones laborales, el tiempo de ocio o la posibilidad de ejercer sus derechos.
Que la carga fiscal de los trabajadores y de las grandes fortunas sea proporcional, prohibir los despidos en empresas con beneficios, repartir con los trabajadores no sólo las pérdidas sino también las ganancias... son algunas de las medidas que harían de la economía una práctica más humana.
Los cambios no son fáciles, pero la historia nos demuestra que ni son imposibles ni nos vienen dados, son consecuencia del esfuerzo humano.

domingo, 18 de mayo de 2014

POSTDEMOCRACIA.

Cuando en la época moderna se implanta el sistema democrático, los partidos políticos surgen como instrumentos de organización en unas sociedades complejas y muy numerosas en los que una democracia directa sería inviable. Su función consiste en recoger y organizar las ideas de la sociedad y crear una estructura con la aspiración de alcanzar el gobierno y llevar a la práctica sus ideas.
Originalmente, el concepto de partido era el de una estructura que se levantaba desde militantes y simpatizantes, personas normales y corrientes que como tales estaban presentes en todos los ámbitos de la vida social y que como tales vivían y recogían las inquietudes de obreros, comerciantes, maestros, administrativos, pequeños comerciantes... De forma similar a la estructura de una planta, como pequeños filamentos de sus raíces están presentes en la base de la sociedad y trasmiten sus inquietudes y demandas a través de asambleas y corporaciones al tronco: los órganos de gobierno, formado a su vez por las personas que se han mostrado más capaces en este proceso ascendente.
De forma inversa, una vez alcanzado el gobierno, los responsables deben dar cuenta ante los militantes de cómo han gestionado la solución a los problemas que las bases habían puesto en sus manos.
Sin embargo este concepto inicial se modifica. Los órganos de gobierno cortan su dependencia con las bases, los encargados de gestionar el partido se profesionalizan permaneciendo décadas en sus puestos y nombrando a su antojo responsables y sucesores entre afines, amigos y sobrinos; los representantes de algunas circunscripciones apenas las visitan cada cuatro años para dar un par de mítines, desaparece el debate interno y la discrepancia se paga con la exclusión de las listas.
Pero esta profesionalización, esta ruptura con los que estaban inmersos en la vida y en la problemática cotidiana, supone también una ruptura con la realidad.
Las estadísticas y las cifras macroeconómicas son ahora en el mejor de los casos "la realidad". Pero, como se puso de manifiesto en aquel famoso programa, no saben cuanto cuesta un café. Ni un café, ni el transporte para ir a trabajar, ni el gas para la calefacción, ni los libros del colegio... Ni si se puede vivir con el salario mínimo, ni lo que supone para muchos estudiantes subir las tasas universitarias y reducir las becas o para muchas familias no dar ayudas para el comedor escolar. Las decisiones se toman como quien juega al monopoli: compro una calle, paga más por tener una casa, con esta tarjeta te quedas sin cobrar... recojo el tablero y a otra cosa.
En este proceso de cambio la democracia evoluciona a lo que C. Couch llama "posdemocracia". En este nuevo estado "el aburrimiento, la frustración y la desilusión han logrado arraigar tras un momento democrático, y los poderosos intereses de una minoría cuentan mucho más que los del conjunto de las personas corrientes a la hora de hacer que el sistema político las tenga en cuenta..."
En esta nueva situación la participación en las elecciones es baja, las prioridades de los gobiernos son marcadas por élites políticas y económicas, se manipula a la ciudadanía a través de campañas publicitarias, los partidos políticos están bajo la presión de los poderes económicos, la mayoría de los ciudadanos desempeñan un papel pasivo en la vida política, el debate electoral es un puro espectáculo, el sistema es cada vez menos redistributivo...
"Democracia" es un concepto confuso. Tomado en contraposición a tiranía siempre mantiene una valoración positiva, pero hay democracias y Democracias. Si las decisiones se toman al margen de la sociedad civil, si no existen movimientos sociales en torno a los temas fundamentales, si la globalización económica desborda y condiciona a las instituciones estatales... de democracia nos va quedando sólo el nombre.