lunes, 20 de septiembre de 2010

ADMINISTRAR EL TIEMPO.

El tiempo -como el dinero- es limitado y escaso, si se pierde no se recupera pero a diferencia del dinero nos hace a todos iguales: para todo el mundo los días tienen veinticuatro horas y los años doce meses. Todos tenemos el mismo tiempo para realizar nuestras actividades, lo que nos diferencia son nuestras prioridades es decir, aquellos temas a los que nos dedicamos dejando de lado otros: algunos nunca encuentran tiempo para hacer deporte pero nunca se pierden un partido por la tele, a otros les resulta imposible leer un libro pero pasan horas frente al ordenador. Elegimos -bien o mal- a qué dedicamos el tiempo, por eso su administración es fundamental. Todas las personas y entre ellas fundamentalmente los adolescentes y jóvenes solemos caer en dos extremos igualmente malos: o perdemos el tiempo o nos estresamos por querer hacer muchas cosas, pero el estrés y las prisas no son sinónimos de aprovechar mejor el tiempo. La diferencia entre unas personas y otras es saber usarlo adecuadamente, saber administrarlo para no perderlo y para no vivir en un agobio constante que al fin y al cabo es otra forma de mal vivirlo. Por eso, igual que enseñamos a administrar el dinero, es fundamental enseñar también a administrar el tiempo. Educar a administrar el tiempo es enseñar a distinguir lo importante de lo que no lo es, enseñar que el tiempo que no se aprovecha se pierde para siempre y enseñar que el descanso o el ocio no son una perdida de tiempo pero tampoco la única actividad posible. Primero. Hay que saber establecer qué es lo importante y planificarnos para alcanzarlo o lo que es mismo, establecer los medios más adecuados para conseguirlo. Tanto en el trabajo como en el tiempo libre tendemos a dedicarnos a cuestiones menos importantes porque nos atrae lo más fácil, lo más agradable, lo que nos hace sentirnos más cómodos, lo que vamos a acabar antes o lo último que nos llega y que además parece muy urgente; pero todas estas cuestiones no son necesariamente lo prioritario. Dedicarnos a una asignatura que nos gusta y además se nos da bien es más atractivo que dedicarnos a otra que nos cuesta esfuerzo y no nos proporciona los resultados esperados, sin embargo todas -de una manera u otra- son necesarias. Segundo. El tiempo lo podemos perder o lo podemos ganar, lo ganamos cuando las actividades que realizamos quedan de alguna manera presentes para el futuro, cuando sabemos hacer del tiempo “tiempo productivo”: cinco años estudiando una carrera suponen una cualificación para toda la vida, cinco años dedicados exclusivamente a divertirme no suponen nada positivo para el futuro. Tercero. Esto no quiere decir que la diversión, el descanso, realizar actividades que me gustan y que aparentemente no me ofrecen unos rendimientos prácticos estén reñidos con administrar bien el tiempo. En su justa medida el ocio y las vacaciones son incluso necesarios para que el tiempo de trabajo sea eficiente y un justo premio al esfuerzo realizado en otras tareas: una persona dedicada exclusivamente al trabajo acaba perdiendo eficacia en sus actividades, el descanso nos proporciona una visión más clara y una práctica más efectiva.