miércoles, 12 de mayo de 2010

ACOSO ESCOLAR

Que no existan casos tan llamativos como para llegar a un medio de información, no significa que los casos de acoso ya no se produzcan. Quizá ya no son importantes para los informativos, pero todos los casos son importantes para las personas que los sufren. Y digo personas, porque los que lo sufren no sólo son los acosados.

Sufre por supuesto el acosado, sobre todo mientras el acoso es sólo cosa suya y de sus acosadores, mientras no se atreve a manifestar esa situación y no tiene por tanto ningún apoyo excepto el maltrecho concepto de sí mismo. Sufren sus padres cuando son conscientes de los cambios de conducta que se producen en su hijo, cambios en principio de los que desconocen las causas y que en la medida que se van conociendo siguen siendo una gran preocupación, ¿qué ocurrirá hoy en el colegio? ¿qué podemos hacer para evitarlo?... Y sufren también los padres de los acosadores cuando no llegan a comprender que su hijo o hija es como uno de esos chicos que salen en la tele y que hacen la vida imposible a alguno de sus compañeros.

Los patrones del acoso son muy comunes: un líder del grupo que por deseo de dominación o por la satisfacción que encuentra al sentirse superior comienza una campaña de hostigamiento contra algún compañero; un grupo que sin tener esa capacidad de liderazgo se sienten bien en esa posición dominante o que sigue esas pautas del líder para librarse ellos mismo del acoso; un número mayoritario de compañeros que callan porque apoyar al acosado significa pasar a ser perseguidos y, por supuesto, el acosado.

Como suele ocurrir también en los casos de violencia doméstica el acosado puede sentirse culpable de su situación, puede pensar que algo está haciendo mal, que es un “bicho raro” incapaz de mantener una relación normal con otras personas. Otras veces, se siente impotente porque no llega a adivinar cual es la causa de esa persecución que está sufriendo. Se siente mal porque la mayoría de los que creía sus amigos la van abandonando e incluso pasan a formar parte de los que de alguna manera colaboran en su acoso.

Se anula su personalidad, padece sentimiento de culpabilidad y sobre todo miedo. Miedo para contarlo y evitar así represalias; incapacidad para tomar una decisión, para dar su opinión y evidentemente para enfrentarse al grupo. Por eso el acoso siempre permanece oculto y cuando se descubre, siempre es demasiado tarde.

Sus sentimientos y su comportamiento cambian: se encierra en sí mismo, teme ir al centro y salir a la calle, tiene pensamientos depresivos, lo cotidiano se le hace cada vez más difícil y piensa -o acaba- tirando la toalla.

Desgraciadamente es difícil superar las situaciones de acoso, sobre todo cuando no sólo se dan en el centro de estudio, sino que continúan en el barrio o en el pueblo. En cualquier caso, y también desgraciadamente, tiene que ser el acosado el que para solucionar esta situación cambia de lugar y se desubica.

Encontrarse en una aula en la que es uno más, tiene amigos y puede expresarse con libertad; es una situación totalmente nueva y gratificante. Vivir sin presión, sin temer que llegue el día de clase, siendo -sin miedos- él mismo; es una nueva realidad que cambia su vida 180º.

“No tengo miedo de qué pasará mañana en clase, ni deseo desesperadamente que llegue el fin de semana para encerrarme en mi casa y no volver a ver esas caras hasta el lunes... ahora deseo que llegue el fin de semana para salir por ahí con gente.” Alumna acosada.