Si algo envidio de los estudiantes actuales es su disposición y facilidad para viajar a otros países,instalarse y trabajar en ellos.
Es verdad que los medios de
comunicación facilitan enormemente esta actitud, pero su manejo de los idiomas
y la eliminación de miedos y barreras mentales, de complejos de inferioridad
frente a Europa son condiciones fundamentales que les han abierto un nuevo
mundo de posibilidades que para los que estudiamos más o menos por los 80 eran
prácticamente imposibles.
Salíamos entonces de una larga
época de aislamiento que comenzó a romperse definitivamente con la
incorporación de España a la Unión Europea y con la fundamental aportación –a
partir de 1987- del programa Erasmus que ahora peligra.
No hay que confundir el tema que
ha copado los medios de comunicación
-la alerta de la Comisión Europea por la falta de liquidez para abonar
las becas Erasmus el último trimestre del 2012- con el problema más grave: en los
Presupuestos Generales del Estado para 2013 la contribución del Estado a estas
becas se va a reducir en casi un 60%. A lo que hay que añadir también que las
becas para el aprendizaje de lenguas extranjeras se ha reducido en un 72,9%.
Es más que cuestionable qué
hombros tienen que cargar con el peso de la recuperación de esta crisis
económica, pero incluso aceptando que el Estado deba rescatar bancos ¿tiene que
ser a costa del bienestar de los más débiles y de los sectores que pueden
garantizar el futuro?
Se me ocurren dos opciones y no
sé cual es peor: o no se sabe distinguir qué es prioritario o se quiere acabar
con la justicia social y ya saldrá al extranjero el que pueda pagarlo.
El programa Erasmus no es un
viaje de estudios. Es un viaje personal y social.
Conocer a estudiantes de otros
países, otras universidades, otras metodologías educativas, otras culturas,
aprender idiomas, abrir un abanico de posibilidades de trabajo, derribar
prejuicios. Es un bagaje personal imposible de adquirir quedándonos en casa.
Y formar de verdad una Unión
Europea nunca será posible volviendo al ostracismo, al desconocimiento de otras
épocas.
A lo largo de sus 25 años de
funcionamiento, el Erasmus ha sido el programa que más ha contribuido a forjar
la idea de Europa como comunidad, ha abierto la mentalidad de miles de
estudiantes que además han traído luego a sus amigos, han convivido con sus
familias, se han casado con alemanes u holandesas, y ahora sus hijos tienen
abuelos de Pamplona y de Berlín.
En cuanto al aprendizaje de las
lenguas extranjeras Montserrat Gomendio Kindelán -Secretaria de Estado de
Educación, Formación Profesional y Universidades- en la convocatoria de becas
para cursos de lengua inglesa, alemana o francesa en el extranjero decía: “El
conocimiento de un idioma distinto del propio contribuye de forma esencial a la
formación integral de los alumnos. Su aprendizaje se ha convertido en un
objetivo fundamental de los sistemas educativos, tanto porque favorece la libre
circulación y comunicación como por exigencias del mercado de trabajo.” Ahora, sus
jefes han debido de pensar que si se puede ser Presidente sin saber inglés, qué
falta hará en otros trabajos.
Bromas aparte, y ateniéndonos
exclusivamente a un ámbito productivo y de competitividad, es evidente que una
empresa o un estado que quiera mantenerse en la cresta de la ola necesita
mantener un alto nivel tecnológico y formativo. Los idiomas son el preámbulo de
este nivel y España no está
precisamente entre los primeros países en el conocimientos de idiomas como para
permitirse reducir en casi tres cuartos el presupuesto en las becas para su
aprendizaje.
Menos becas para Erasmus, menos
becas para estudiar idiomas... y vamos restando.