jueves, 13 de diciembre de 2012

EL TEMARIO OCULTO

Hace unos días una alumna de cuarto de primaria conversaba con una amiga de tercero, le preguntaba si sabía que era la Constitución, le contaba que la estaban estudiando en clase y que a ella le daba risa. Que según su profesor, la Constitución decía que todos teníamos derecho al trabajo y a una vivienda pero que luego salía en la tele que la policía echaba a la gente de sus casas.
Por una parte creo que desde hace ya un tiempo, la capacidad educativa de la escuela se ha sobrevalorado en detrimento de la familia y de la sociedad en su conjunto, y creo que la escuela se ha convertido en una especie de islote al margen de una realidad muy diferente e incluso contraria a lo que en ella se enseña: solidaridad, ecología, educación para la paz, educación para la salud, etc.. Pero ahora hemos dado otra vuelta de tuerca y lo que se enseña en la escuela además, da risa.
En cuanto a lo más concreto, que a una niña de diez años la Constitución le de risa puede ser el caldo de cultivo para que se convierta en una adolescente que piense que la Constitución es innecesaria, sustituible por un grupo que garantice  la ley y el orden. Y que lo que en la escuela le enseñan le parezca ridículo en relación a la realidad que vive, le quita a la escuela todo el poder educativo que pudiera tener.
Quizá ahora tengamos que tener más en cuenta que nunca el famoso proverbio africano: “Para educar a un niño es necesaria la tribu entera”-la sociedad en su totalidad-. Porque ahora, estos niños que parecen no enterarse de lo que ocurre a su alrededor, están recibiendo de la tribu mensajes especialmente negativos.
Sería conveniente poner sobre la mesa el temario oculto que "nuestra tribu" está trasmitiendo en este proceso educativo.
Tema 1. En caso de amenaza hay que sacrificar a los más débiles.
De la misma forma que en el mundo animal cuando una manada de antílopes es atacada por un león, los antílopes más viejos o enfermos quedan atrás y son devorados por los leones salvándose así los más fuertes. Cuando la sociedad es atacada por una fiera –llámese crisis- también se sacrifica a los más débiles para que los más fuertes sobrevivan.
Tema 2. Los valores y principios, la dignidad humana, son poses políticamente correctas pero supeditadas al beneficio económico.
Muchos de los que antes se consideraban y autoproclamaban defensores y portavoces de los principios fundamentales que constituían la base de nuestra cultura, denunciaban la grave crisis de valores que estaba dinamitando nuestra sociedad y reclamaban la recuperación de los valores cristianos, son los mismos que ahora niegan por ejemplo la asistencia sanitaria a quienes por “puro placer” han llegado en pateras para no morirse de hambre en sus países. Atender a los necesitados ya no debe ser tan valioso.
Tema 3. Nunca hay que asumir responsabilidades, la culpa siempre es de otro.
Inversiones suicidas, gestiones desastrosas, corrupciones a diestro y siniestro... nadie dimite, nadie se va por voluntad propia, nadie asume las culpas, las responsabilidades se van pasando de unos a otros hasta que se les pierde la pista.
Tema 4. Nunca se participa en movimientos sociales o reivindicativos.
Con casi seis millones de parados, el 29,5 de los pensionistas cobrando menos de 600 euros, los salarios bajando, la precariedad laboral subiendo, toda una generación sin futuro, familias jóvenes volviendo a vivir con los abuelos, cada vez más niños cuya única comida es la del comedor escolar... y los movimientos sociales siguen siendo minoritarios, mirados con recelo y tachados de marginales.
Quizá tengamos suerte y estos niños educados en nuestra tribu se conviertan en jóvenes objetores, insumisos frente a estos contenidos que les estamos transmitiendo.

COMPETITIVOS O COMPETENTES

Es incuestionable que vivimos en una sociedad económicamente competitiva y es también incuestionable que en tiempos de crisis la competitividad es uno de los factores fundamentales para la supervivencia de una empresa. Sin embargo, esto no significa que la educación de nuestros hijos y alumnos deba basarse en la competitividad frente a sus compañeros, hermanos, vecinos o parientes varios.
Es frecuente que frente a calificaciones o actitudes de nuestros hijos pongamos siempre como ejemplo al vecino que siempre saca sobresalientes, va al conservatorio y hace deporte. Además de ser prácticamente imposible tanta perfección al mismo tiempo y de ser el vecino más odiado del barrio, es un grave error enfocar sus notas y su comportamiento como una competición “contra” otros compañeros que mejores o peores tienen otras características y aptitudes.
Para situarlo por encima: “ha sacado todo sobresalientes” o para colocarlo por debajo: “mira que notas sacaba tu hermano”, los padres y también los profesores caemos a veces en estas comparaciones que convierten la educación es una especie de “lucha” contra los demás y no en una progresivo proceso de mejora de uno mismo.
Hay que tener en cuenta que somos individuos diferentes con características y habilidades diferentes, y que hay muchos aspectos que no se evalúan ni objetivan en una calificación.
La referencia para la educación y el aprendizaje de un individuo es él mismo, con sus capacidades y sus deficiencias. Las herramientas para enfrentarse al curso escolar y a los problemas que le van surgiendo en la vida no son las de su hermana ni las de su vecino ejemplar, son las suyas. Y los progresos o retrocesos se miden en función de dónde estaba antes y en dónde está ahora. Así, cincos de unos alumnos valen mucho más que nueves de otros, y seises de algunos sería para matarlos.
La valoración que hacemos los padres tiene que estar basada en el esfuerzo, en el trabajo que realizan; en la consciencia de las posibilidades reales de nuestros hijos y en que los resultados que obtienen responden a esas posibilidades. La valoración tiene que contemplar una progresiva mejora para lo cual es primordial tener muy claro cuál es el punto de partida, y este mismo tipo de autovaloración es que el que les hará progresar con realismo y sin grandes frustraciones.
Por otra parte, con mucha frecuencia nos olvidamos de muchos aspectos que son fundamentales en el desarrollo personal, mucho más básicos -en el sentido de esenciales-, pero que como no se califican ni se dan títulos por ellos parece que no son valiosos. Aspectos unidos como tantos otros a la forma de ser de algunos pero que también se enseñan, se potencian y por supuesto se aprenden o no.
Hablo de la capacidad para resolver problemas con eficacia, de no ahogarse en un vaso de agua; de la capacidad para relacionarnos con los demás de forma fluida dando importancia a lo que realmente la tiene, del deseo de mejorar y de superarse, de ser proporcional en sus reacciones, de tener iniciativa e ideas propias, de poseer una personalidad definida pero no fundamentalista, de ser capaz de ponerse en lugar del otro y no creerse el centro del universo...
Me dirán que todo esto está muy bien pero que al final la vida es muy dura, que hay que competir por un puesto de trabajo, por ser mejor que el resto. Es verdad, pero quien es capaz de “competir contra sí mismo” y de adquirir estas cualidades no evaluadas, será una persona competente, con una visión ajustada de sí mismo, que no ha pasado la vida queriendo ser como su vecino ni se ha creído superior por tener mejores calificaciones y preparado como el que más para acceder al trabajo y a la vida.

CHARLATANES

Tanto en el ámbito privado como en el público han estado siempre presentes los charlatanes. Hábiles manipuladores que utilizando como instrumento la palabra han engañado y confundido a su público con sagaces argumentos que aunque parecían correctos eran falacias: argumentos falsos con apariencia de verdaderos. Personas y situaciones han sido manipuladas y manejadas recurriendo a estos tipos de discursos tipificados algunos desde la Grecia clásica. El argumento ad baculum (argumento al bastón) es el que implica algún tipo de amenazada o trasmite algún tipo de miedo como si fuera una razón que refuerza una opinión o una norma. Una falacia de este tipo y muy frecuente es la que utilizan los partidos políticos cuando anticipan calamidades o desastres si ellos no ganan las elecciones o no se apoya sus decisiones: “No congelar las pensiones significa poner en peligro el sistema público de protección social”. De tipo opuesto sería el argumento que apela a los sentimientos que puede llamarse también “chataje emocional”. Se provoca el entusiasmo o cualquier otro sentimiento de adhesión como la piedad o la solidaridad para apoyar decisiones no porque el argumento sea correcto sino porque esos sentimientos llevan a que se acepte: “Las tropas no participarán en una guerra sino en acciones humanitarias”. El argumento ex populo, es una argumento al que tanto a él como a su contrario estamos bastante habituados. El argumento ex populo recurre a que una afirmación es verdad o mentira, buena o mala, porque todo el mundo la admite o la rechaza: “En todos los países de la Unión Europea se aplica este impuesto” o “Ningún país europeo admite determinada situación”. Pero cuando conviene, se utiliza una argumentación justamente opuesta: “Somos pioneros en Europa al establecer esta ley”. Argumento de autoridad. Consiste en aportar como justificación de nuestros argumentos o como apoyo de nuestras acciones afirmaciones de algún experto en la materia, dando por hecho que son afirmaciones infalibles o absolutamente imparciales que no pueden discutirse: “El Banco Federal Alemán afirma que los recortes establecidos son insuficientes”. Presuposiciones implícitas. “Demostraremos cómo blanqueo el dinero el concejal de urbanismo”. Es decir, damos por hecho que el concejal se dejó sobornar o cobró una comisión. Lo demostraremos o no podremos hacerlo, pero ya hemos afirmado que es corrupto. Si en lugar de rebatir el argumento atacamos a la persona que lo formula estamos utilizando el llamado argumento ad hominem. El argumento frecuentemente utilizado: “Como puede usted decir que en mi partido hay corrupción si en el suyo fulatino se subvencionó con comisiones ilegales”. Una cosa no quita la otra: que en mi partido haya habido corrupción no tiene nada que ver con que en el suyo también la haya. En este mismo grupo de argumentos falaces estaría el siempre socorrido “como me puede decir que deje de fumar si él que es médico fuma más que yo”. Entre los más extendidos está la generalización apresurada: consiste en hacer afirmaciones universales desde casos particulares. Se pasa por ejemplo de ver imágenes de disturbios en una manifestación, a afirmar que todos los participantes de esa manifestación son violentos. El arte del diálogo, del convencimiento por la palabra, de su utilización para persuadir, de hacerlo además con corrección, eficacia y de forma bella; ha sido desde el origen de la cultura una de las artes cultivadas por los humanos. Pero unida a ella, surgió también su degeneración: el engaño y la manipulación, la picaresca y la charlatanería, el embaucador y la farsa. Desgraciadamente en la actualidad, nos sentimos más víctimas de una manipulación que protagonistas de un arte.

lunes, 5 de noviembre de 2012

EN TORNO A NUESTROS DIFUNTOS

Conla bendición de los Santos canonizados y reconocidos, el día uno de noviembre nos acercamos a esos otros Santos, difuntos más cercanos y conocidos que no tienen sus fiestas patronales, sus romerías ni su día específico en el santoral.
Son abuelos, padres, hermanos... que nos fueron dejando siempre en mal momento y que por un día tienen su pequeña ofrenda, su pequeña procesión, su pequeño día en el santoral doméstico. Volver al pueblo, acudir en familia, llevarle unas flores, encontrarte con amigos y vecinos que ves casi de año en año, recordar viejos tiempos o quedarse en casa con un recuerdo especial para ellos... son partes del ritual y de la tradición de Todos los Santos.
Pero a este lado, volviendo al pueblo, llorando ante las lápidas, yendo al cementerio, llevando flores y luciendo las mejores galas quedamos los vivos: proyectos inacabados que a diferencia de los que estamos recordando, todavía tenemos que vérnoslas con nosotros mismos, con el “público en general” que nos rodea y quizá con el propio difunto que pena porque un huerto y cuatro duros ha provocado que sus hijos ya no se hablen.
Es también el día de la catarsis, de la tranquilización de conciencias, de las apariencias, de compensar las omisiones, de la purificación de faltas, de las muestras públicas de dolores fingidos que se traducen en grandes y caros ramos y coronas que figuradamente ocultan aquello que realmente queremos ocultar: todo lo que dejamos de hacer cuando estaban vivos. –Lo cual no quiere decir que todos los grandes ramos oculten culpas-.
Por pura ostentación o dejándonos llevar por lo que hay, los gastos que genera la muerte es la “inversión” más absurda que podemos inventar. Al menos los egipcios y otra culturas enterraban a sus muertos con objetos necesarios para otra vida. En nuestra cultura, una situación de veinticuatro horas supone un gasto medio de 3.500€ sin otro fin que acabar volatilizados en un horno crematorio o similar. Los más exquisitos utilizan maderas nobles e interiores de lujo para comodidad del difunto.
En otro orden de cosas -todavía demasiadas personas- no sé si por desconocimiento, pereza, no creo que por egoísmo; no sólo pierden su vida, sino que dejan por el camino varias vidas más.
No sólo ellos mueren sino que se llevan la esperanza y la vida de varias personas que podrían sobrevivir o mejorar considerablemente su calidad de vida si ellas hubieran donado sus órganos.
Y en ese afán por simplificar la realidad, por infantilizar el mundo; en ese proceso constante que va machacando nuestra cultura, las series americanas con Disney Channel a la cabeza nos han traído ese Halloween comercializado y típico de la cultura norteamericana que ha convertido el día de Todos los Santos en una versión descafeinada y reconvertida de nuestros carnavales, en una ya casi tradición para muchos niños que sustituirán ese día de recuerdo por una noche de “truco o trato” cargados de caramelos, máscaras y juegos, emulando a los protagonistas de  “¡Buena Suerte, Charlie!” o  “La Gira” y dejando para los más mayores ese rollo de acordarse unos minutos de los muertos que ya sólo tienen cabida en las películas de zombis.
Pero al fin y al cabo los difuntos no tienen circunstancias, las circunstancias nos quedan a los vivos. Nosotros somos los que tenemos que capear su muerte y la nuestra, los que cambiaríamos un café y una conversación ahora por todas las flores que nos puedan traer luego, los que tenemos los valores de la vida para compartir con los que están vivos, los que podemos lamentar que no nos vemos y no que ya nunca podremos vernos.
Evitar egoísmos, omisiones, vanalizaciones... no es una cuestión de difuntos, sino de los que estamos aquí y ahora recordándolos.

miércoles, 17 de octubre de 2012

MENOS ERASMUS Y MENOS IDIOMAS

Si algo envidio de los estudiantes actuales es su disposición y facilidad para viajar a otros países,instalarse y trabajar en ellos.
Es verdad que los medios de comunicación facilitan enormemente esta actitud, pero su manejo de los idiomas y la eliminación de miedos y barreras mentales, de complejos de inferioridad frente a Europa son condiciones fundamentales que les han abierto un nuevo mundo de posibilidades que para los que estudiamos más o menos por los 80 eran prácticamente imposibles.
Salíamos entonces de una larga época de aislamiento que comenzó a romperse definitivamente con la incorporación de España a la Unión Europea y con la fundamental aportación –a partir de 1987- del programa Erasmus que ahora peligra.
No hay que confundir el tema que ha copado los medios de comunicación  -la alerta de la Comisión Europea por la falta de liquidez para abonar las becas Erasmus el último trimestre del 2012- con el problema más grave: en los Presupuestos Generales del Estado para 2013 la contribución del Estado a estas becas se va a reducir en casi un 60%. A lo que hay que añadir también que las becas para el aprendizaje de lenguas extranjeras se ha reducido en un 72,9%.
Es más que cuestionable qué hombros tienen que cargar con el peso de la recuperación de esta crisis económica, pero incluso aceptando que el Estado deba rescatar bancos ¿tiene que ser a costa del bienestar de los más débiles y de los sectores que pueden garantizar el futuro?
Se me ocurren dos opciones y no sé cual es peor: o no se sabe distinguir qué es prioritario o se quiere acabar con la justicia social y ya saldrá al extranjero el que pueda pagarlo.
El programa Erasmus no es un viaje de estudios. Es un viaje personal y social.
Conocer a estudiantes de otros países, otras universidades, otras metodologías educativas, otras culturas, aprender idiomas, abrir un abanico de posibilidades de trabajo, derribar prejuicios. Es un bagaje personal imposible de adquirir quedándonos en casa.
Y formar de verdad una Unión Europea nunca será posible volviendo al ostracismo, al desconocimiento de otras épocas.
A lo largo de sus 25 años de funcionamiento, el Erasmus ha sido el programa que más ha contribuido a forjar la idea de Europa como comunidad, ha abierto la mentalidad de miles de estudiantes que además han traído luego a sus amigos, han convivido con sus familias, se han casado con alemanes u holandesas, y ahora sus hijos tienen abuelos de Pamplona y de Berlín.
En cuanto al aprendizaje de las lenguas extranjeras Montserrat Gomendio Kindelán -Secretaria de Estado de Educación, Formación Profesional y Universidades- en la convocatoria de becas para cursos de lengua inglesa, alemana o francesa en el extranjero decía: “El conocimiento de un idioma distinto del propio contribuye de forma esencial a la formación integral de los alumnos. Su aprendizaje se ha convertido en un objetivo fundamental de los sistemas educativos, tanto porque favorece la libre circulación y comunicación como por exigencias del mercado de trabajo.” Ahora, sus jefes han debido de pensar que si se puede ser Presidente sin saber inglés, qué falta hará en otros trabajos.
Bromas aparte, y ateniéndonos exclusivamente a un ámbito productivo y de competitividad, es evidente que una empresa o un estado que quiera mantenerse en la cresta de la ola necesita mantener un alto nivel tecnológico y formativo. Los idiomas son el preámbulo de este nivel y  España no está precisamente entre los primeros países en el conocimientos de idiomas como para permitirse reducir en casi tres cuartos el presupuesto en las becas para su aprendizaje.
Menos becas para Erasmus, menos becas para estudiar idiomas... y vamos restando.

sábado, 29 de septiembre de 2012

LA NUEVA LEY DE EDUCACIÓN. LOMCE.

Con sus luces y sus sombras, especulaciones y sospechas se ha presentado el anteproyecto de la nueva ley de educación. Esta nueva ley -LOMCE- nace en sus aspectos básicos con defectos iguales o muy parecidos a los de sus hermanas mayores: no está basada en el consenso, no tendremos un plazo para ver si funciona y no se podrán financiar las intenciones que sobre el papel se propone alcanzar. Por tanto ya desde este punto de vista, es una ley en la que no se puede albergar muchas esperanzas.
Un proyecto del calado y la trascendencia de una Ley Orgánica de Educación que modifica aspectos fundamentales del proceso educativo de un país, no puede ser un proyecto de un ministro, de un gobierno o de un partido. La base fundamental, la estructura sobre la que poder fijar todo el edificio social que sobre ella se construye, tiene que ser una estructura firme y bien asentada, que sea eficaz y de seguridad. Todo ello es imposible sin un consenso de las fuerzas políticas que asegurara su continuidad en el tiempo, todo lo contrario de lo que has ahora está sucediendo.
Por lo cual, parece que volvemos a tener una ley que durará el mismo tiempo que el partido que la va a aprobar permanezca en el poder y parece que, como en casos anteriores, será derogada antes de saber qué aspectos positivos o negativos aporta: reformas estructurales de este relevancia no pueden valorarse en unos pocos cursos.
También como sus hermanas mayores, recalca o modifica aspectos que para llevarse a cabo  necesitan una financiación adicional, justamente cuando los protagonistas del momento son los recortes. Por ejemplo, señala la necesidad de incidir en el desarrollo de las TIC –tecnologías de la información y de la comunicación- cuando este curso se ha reducido un 56% el presupuesto dedicado a estas tecnologías. O recurre a la siempre políticamente correcta “atención personalizada” al mismo tiempo que aumentan los alumnos y disminuyen los profesores.
En sus aspectos más específicos y novedosos –si la comparamos con las leyes de los últimos cuarenta años-, sobresale la recuperación de los “exámenes de reválida” y la implantación de pruebas de diagnóstico.
Establecer evaluaciones de diagnóstico para ver como estamos en un determinado momento; puede ser un buen aliciente para centros y estudiantes. Sin embargo, el diagnóstico educativo –o médico- tendría que tener como fin principal no sólo detectar cuales son las carencias o dificultades, sino también establecer los remedios necesarios para que esas insuficiencias sean superadas y alcanzar así el nivel exigido. En la ley, sólo se habla de pruebas con carácter informativo y en la práctica, el recorte de profesorado es un recorte en profesores de apoyo y desdobles con lo cual el diagnóstico será sólo para decirnos que estamos enfermos pero no para curarnos.
Como consecuencia los alumnos que no alcancen los niveles adecuados, aunque esto se detecte en las pruebas que realicen, no tendrán en el centro educativo la atención necesaria para superar sus carencias.
En cuanto a las pruebas para titular o acceder a determinados estudios también tienen su lado negativo: ¿qué ocurre con los que no las superan? Los alumnos no son piezas de un proceso productivo que se desechan si no superan un control de calidad: permanecen en la sociedad, tienen que integrarse en la vida y en el mundo laboral y por tanto hay que establecer un mecanismo para ello.
Creo que acertamos si establecemos metas que potencien los niveles y la autoexigencia. No creo que hacer depender la titulación de una prueba sea un acierto. Nos equivocamos si las oportunidades para alcanzar un determinado nivel no son las mismas para todos, si no se ofrece una salida a los alumnos que van quedando atrás, si un mal año o la necesidad de un apoyo nos pueden dejar a la cola del pelotón a no ser que nuestra familia pueda pagar la ayuda que necesitamos.

INCULCANDO ESTRESS

No hace mucho veía una película de acción de hace unos años y me quedaba sorprendido por sus largos diálogos. En su momento era una película dinámica y enérgica, con sus escenas de persecuciones y tiros. Ahora desconciertan sus largos minutos de conversaciones, su argumento elaborado, incluso sus tramas paralelas.
Poco a poco y sin darnos cuenta nos hemos ido acostumbrando a otro tipo de cine de acción, el actual: argumentos simples que con una cantidad ingente de efectos especiales forman una sucesión ininterrumpida de escenas increíbles, escenas que a velocidad de vértigo se convierten en una película.
No es casualidad que el cine haya tomado estos derroteros, al resto de la vida le ha pasado lo mismo.  Y un poco unos y otro poco otros, colaboramos a que así sea.
Nos levantamos, desayunamos, llamamos a los niños, preparamos desayunos y almuerzos, los volvemos a llamar porque no se han levantado, deshacemos las camas, mientras desayunan nos duchamos, mientras nos duchamos ventilamos las habitaciones, cuando salimos de la ducha les “vamos empujando” para que se laven y se vistan, hagan las camas, las mochilas,  “sal ya del baño” “cuanto tiempo llevas peinándote”...
Con los minutos contados salimos hacia el colegio. Acelero, el semáforo está en amarillo pero voy justo. Aparco en doble fila, los llevo rápidamente no vaya a ser que los municipales... beso, beso y hasta la tarde.
Ahora “una tranquila jornada de trabajo”, tal como están las cosas sin problemas de ventas ni riesgo de despidos.  A la hora del café llamo al pediatra, otro rato se me va la cabeza a la lista de la compra, a que llega el frío y a que a la mayor le hacen falta camisetas.
Por fin salimos de trabajar, los niños en el comedor haciendo alguna extraescolar y/o los deberes porque a la salida no tienen tiempo de hacerlos todos. Comemos, recogemos, vamos a buscarlos. Merienda en el coche y vamos rápido uno a la piscina y otro a inglés, mañana fútbol.
Ya en casa. La comida de mañana, la cena de hoy, no he puesto la lavadora y no hay chandals limpios... Sí, es una resta con llevadas; ¿has hecho lo de plástica?, dejo esto en el fuego y voy, el cuaderno lo dejaste en el segundo cajón ¡tiene que estar allí!
A la ducha y después podéis jugar un rato a la consola -a uno de esos juegos que les pone en tensión y estimula sus nervios- o podéis ver en la tele quizá alguna película de acción.
Añadamos lo de trabajar a turnos o partido, guardería desde no sé que horas de la mañana, ir al hiper...
De paso, cada vez más de moda las bebidas estimulantes, estar todo el día pendiente del móvil, estudiar al mismo tiempo que chatear en el twenti. Y de paso, más cantidad de adultos, niños y adolescentes con problemas de ansiedad.
Si vivimos en constante tensión trasmitimos tensión, si estamos nerviosos y gritamos nuestros hijos están nerviosos y gritan, si estamos susceptibles cualquier cosa es un mundo. Necesitamos parar, estar un rato solos buscando la tranquilidad, a nuestra pareja, a nuestros amigos. Conversar, y no repetir mantras. Trasmitir calma, que no por mucho madrugar amanece mas temprano, que “no hacer nada” durante un rato no es lo mismo que ser un vago; que más vale hacer una cosa despacio y bien, que muchas deprisa y mal; y que en media hora, hay tiempo para hacer una tarea de media hora y no tres ¡qué le vamos a hacer!
Cuando teníamos la edad de nuestros hijos todo era más tranquilo, sucedía con más pausas, con “tiempos muertos” a la fresca. Poco a poco y sin darnos cuenta, nos hemos ido acostumbrando a otro tipo de vida: una cantidad ingente de “efectos especiales” formando una sucesión ininterrumpida a velocidad de vértigo. Y es que ahora, vivimos “más rápido que deprisa”. 

miércoles, 5 de septiembre de 2012

NUEVO CURSO, MENOS MEDIOS, NUEVAS NORMAS.

Comenzar este artículo me está siendo casi tan difícil como comenzar el nuevo curso escolar. Tenemos sobre la mesa tantos temas candentes que verlos en su conjunto nos abruma y elegir con cual comenzamos resulta complicado: aumento de horas, aumento de alumnos, profesores no contratados, encarecimiento del material escolar, nueva ley de educación...
Me centraré en dos aspectos: menos medios y nuevas normas.
La reducción de presupuestos implica fundamentalmente la reducción de profesorado total, la reducción de contratos a jornada completa y el aumento del número de alumnos por aula. Los cambios legislativos más importantes llegarán este otoño con una nueva Ley Orgánica aunque ya este curso se aplicará la modificación del currículo de Educación para la Ciudadanía.
Por un lado y para evitar confusiones malintencionadas o inconscientes, habría que diferenciar –en la medida de lo posible-, las reivindicaciones laborales de la reivindicación de un sistema educativo que busque –como tanto gusta decir ahora- la excelencia. Porque es verdad que la función del gobierno no es crear puestos de trabajo irreales, pero sí debiera ser la de crear un sistema educativo excelente que equiparara las oportunidades de todos los ciudadanos y los formara para su vida. Una vida que además, no se reduce sólo al ámbito de la producción económica.
Por otro lado, a la vista de las instrucciones de principio de curso y lo que conocemos de la futura ley, se da por supuesto que la cuadratura del círculo es posible. El hambre agudiza el ingenio y en tiempos de vacas flacas se aprovechan mejor los recursos, pero creo que nuestro ingenio no llega tan lejos como para combinar todo lo que supone la merma de recursos con el aumento de la calidad: mayor atención individualizada, reducir las tasas de abandono, aumentar el nivel de los alumnos en general y de los excelentes en particular o fomentar los programas profesionales mucho más caros que los tradicionales bachilleratos.
No voy a elucubrar ahora sobre el contenido de la nueva ley, pero la modificación de la polémica Educación para la Ciudadanía es ya una realidad que comienza a impartirse esta misma semana.
A la vista de las modificaciones realizadas, se pueden observar una serie de cambios tanto en el planteamiento general como en los contenidos, cambios que según el PP elimina esos factores susceptibles de adoctrinamiento pero que no satisfacen ni a los partidarios de esta materia ni a sus detractores. A los primeros porque se suprimen referencias explícitas a la violencia de género o a aspectos afectivo-sexuales, y a los segundos porque sigue evaluando juicios morales y acciones ya que no sólo evalúa conocimientos sino también la aceptación de principios y normas así como el consecuente comportamiento que se deriva de esa aceptación.
A la vista del currículo establecido en el 2006 y de las modificaciones establecidas para este curso podemos señalar algunas diferencias.
Desaparecen las referencias a la educación afectivo-emocional y desaparecen también las referencias al Estado como responsable de prestaciones y servicios. No figuran expresiones como en la que refiriéndose al bien común habla de “...la responsabilidad de las administraciones en su prestación y mejora...” o deja de ser un objetivo “Asumir... el papel del Estado como garante de los servicios públicos”.
En esta modificación, llama también la atención la muy abundante reducción de referencias expresas a la diversidad, la discriminación o a las diferencias de cualquier tipo. Se eliminan afirmaciones concretas como “Identificar y rechazar... las situaciones de discriminación hacia personas de diferente origen, género, ideología, orientación afectivo-sexual..” y se omiten objetivos como el que pretendía identificar y reconocer la diversidad como enriquecedora de la convivencia.
En cuanto a las nuevas aportaciones se establece una primera aproximación a las teorías éticas del mundo occidental, la correlación entre derechos y deberes;  el conocimiento de la Constitución Española, la Declaración de los Derechos Humanos y el Convenio Europeo de Derechos y Libertades, las normas de seguridad vial y las causas y consecuencias de los accidentes de circulación. Se fijan como contenidos la gestión de desechos y consumo eficiente, la preservación del patrimonio natural, la contaminación acústica, el deber de trasparencia en la gestión pública, el respeto de la propiedad intelectual, la iniciativa privada en la generación de la riqueza y el fomento del espíritu emprendedor,.
Como el anterior, este nuevo Real Decreto constituye la base sobre la cual se redactarán los nuevos libros de texto y se realizarán las explicaciones de los profesores. Como el anterior, constituye las líneas maestras que pueden dar lugar a unas presentaciones ideológicamente dispares.

martes, 21 de agosto de 2012

YO ACIERTO, YO ME EQUIVOCO.

Ya desde la adolescencia, el tema de la libertad es un tema que resulta atractivo. Pero también desde entonces las consecuencias de su ejercicio: equivocarme o responder de mis actos, son aspectos que nos cuesta aceptar.
A lo largo de la historia múltiples pensadores, clases sociales, colectivos e individuos, han pensado que el ser humano es capaz de ser libre y de decidir por si mismo. En consecuencia, han apelado a la responsabilidad y han reclamado un mayor margen de libertad individual y social.
De la misma forma que unos la han reivindicado, otros la han negado. Ya los estoicos en el S. III a.C. pensaron que toda la realidad estaba regida por una ley racional según la cual todo está ya establecido y la única posibilidad era aceptar el destino. La Reforma protestante subordinó la libertad a la sabiduría divina: si Dios lo sabe todo,  el hombre carece de libertad y está predestinado. Y desde el determinismo científico de Freud, Marx o la dotación genética, se ha reducido la complejidad humana a una única causa que te encauza sin opciones.
Recientemente Ángel Escribano ha expuesto en su libro “La fórmula del destino” un planteamiento que interpreto como una nueva manera de encajar destino y libertad, valorando ambos aspectos y teniendo en cuenta aquello que depende de nosotros y aquello que depende del exterior.
A modo de fórmula matemática dice: el destino es igual a la suma de nuestro pensamiento más las acciones que realizamos en función de nuestras ideas, dividido por el riesgo que aceptamos, multiplicado por más-menos el principio de incertidumbre. Me explico.
Nuestro comportamiento depende de nuestro pensamiento: pensamos por ejemplo en qué queremos trabajar. En función de este  pensamiento realizamos unas acciones: si mis acciones responden a lo que yo quiero y por tanto me preparo, mi futuro –mi destino- podrá ser como yo  lo he pensado. Cuando tomo una decisión siempre asumo un riesgo que conozco y que asumo: quizá dedique mucho tiempo y dinero pero no sea lo suficientemente bueno para conseguir ese trabajo. Y por último, siempre existen una serie de factores que para bien o para mal no dependen de mis pensamientos, de mis acciones, ni del riesgo que asumo: un empresario ve por casualidad mi trabajo y me contrata o tengo un accidente que me impide trabajar en lo que yo inicialmente quería.
Aunque habría que pensar también en las circunstancias desde las que parto, de los cuatro factores que se señalan tres están en mi mano y sólo uno –el principio de incertidumbre- escapa a mi control. Este último es inevitable, pero parece que mi vida está más en mis decisiones, que en las circunstancias que escapan a mis elecciones y actos.
La libertad exige imaginar, arriesgarse, asumir las consecuencias, reinventarse, distinguirse del resto. En principio, nos produce incertidumbre, inseguridad, miedo, aislamiento.
Asumir el destino, asumir la inevitabilidad de lo que nos rodea y sucede, nos permite vivir tranquilos, sin responsabilidades y sin esfuerzos. Aceptar sin capacidad crítica nuestras circunstancias, nos hace ser aceptados por el grupo a costa de perder la individualidad, la novedad y la diferencia.
Unas veces porque las circunstancias han jugado en mi contra, pero otras muchas porque no he tomado una buena decisión, no he actuado en función de la decisión tomada o no he aceptado un riesgo; cuando pasa el tiempo “hecho balones fuera” responsabilizando a los demás de mi falta de decisión, de mi falta de voluntad o de mi incapacidad para arriesgarme.
La fórmula del destino es la fórmula de la libertad. La libertad no absoluta para imaginarme, hacerme y arriesgarme; para construirme y construir.

lunes, 20 de agosto de 2012

POLÍTICOS, FORMAS Y RESPETO.

A pesar del mucho o poco apoyo social que las decisiones de un gobernante tengan, es evidente que si ejerce su cargo desde la legitimación que le han dado las urnas y el respeto a las leyes, puede tomar tales decisiones. Se puede por tanto subir el IVA, el IRPF, reformar la legislación laboral, recortar en sanidad y educación, congelar las pensiones, quitar la paga de Navidad, reducir el presupuesto para aplicar la ley de dependencia, reducir las prestaciones por desempleo, eliminar las deducciones por vivienda, reestructurar las administraciones públicas, aumentar el horario comercial o liberalizar sectores como el transporte ferroviario.
Lo que en ningún caso se puede, es perder las formas y el respeto a los ciudadanos para los cuales se trabaja; pasar la línea que marca la consideración, la presunción de inocencia y la honradez de la mayoría; ejercer un cargo público -sea del rango que sea- desde la prepotencia y desde la valoración de los ciudadanos como una masa poco inteligente que circula por allí abajo.
Sin embargo, esta línea se ha cruzado tanto en situaciones protagonizadas por individuos concretos como en casos colectivos e institucionales.
En cuanto a los casos más concretos, se ha hecho famosa la frase de la Diputada popular Andrea Fabra: “¡Qué se jodan!”, formulada justamente cuando el presidente del Gobierno había explicado la reducción de las prestaciones por desempleo. Dijo después la Diputada que se dirigía a los socialistas y no a los parados –mal de todas formas-, pero si se dirigiera a los escaños socialistas que tiene a pocos metros debiera haber dicho “¡joderos!, a no ser que la Diputada no sepa conjugar.
Son ya frecuentes los comentarios en tono despectivo que la Presidenta de la Comunidad de Madrid hace cuando se refiere a organizaciones o ciudadanos que se manifiestan por algún motivo. Últimamente, el objeto de sus comentarios han sido los mineros y quienes los han apoyado.
Y aunque nadie puede negar que en toda prestación social hay un porcentaje de personas que se aprovechan de ella, nos toman a todos por tontos y a los parados por estafadores cuando en un país en el que sólo suben las cifras del paro, la prima de riesgo y el número de sinvergüenzas conocidos se nos dice que se reduce la prestación para estimular la búsqueda de empleo. (¿Qué empleo?)
Además, no se nos respeta como ciudadanos cuando se nos niega la información o directamente se pervierte el sistema democrático.
Se nos niega el derecho a estar informados cuando el propio gobierno veta la comparecencia del Gobernador del Banco de España para explicar la situación del sistema financiero español y de Bankia en particular, situación que sólo podremos conocer por la investigación que hagan los jueces tras la denuncia interpuesta por UpyD, Manos Limpias, el movimiento 15-M y la Asociación de Bancos Cajas y Seguros (ADICAE). Y se conculca este derecho cuando el debate sobre el estado de la nación se suprime.La democracia se pervierte cuando los que realmente toman las decisiones no han sido elegidos en las urnas y cuando el partido que llegó al poder ofertando un programa electoral no es que matice su oferta, sino que hace justamente lo contrario.  Se pervierte, cuando al escuchar al señor Rubalcaba no sabemos si apoya al señor Rajoy o todo lo contrario –véase la respuesta de Rubalcaba en la comparecencia del miércoles 11 de julio-. Y cuando todo esto sucede sin que los gobernados tengamos ningún recurso para pedir responsabilidades. Que un gobernante pierda el respeto a los ciudadanos que discrepan de sus decisiones, que actúe como el antiguo cacique del pueblo, que el propio sistema oculte al verdadero poder o que el votante no pueda hacer otra cosa que patalear en su casa, no son buenos síntoma para una democracia.

miércoles, 18 de julio de 2012

DECEPCIÓN, MIEDO, INCERTIDUMBRE.


Exceptuando el período de la transición en la que mi generación no fuimos conscientes de la importancia de los cambios que estaban sucediendo, estamos en la etapa más incierta y con más repercusión social que muchos de nosotros hemos vivido. Las noticias son más rumores que realidades, lo bueno y lo malo cambia cada dos por tres, lo seguro hoy es inseguro mañana y lo que se repite por activa y por pasiva que no se va a hacer, el viernes siguiente se hace.
Primas de riesgo, rescates o inyecciones de dinero, mercados y especulaciones, Alemania y la situación del euro; aparecen constantemente para justificar reducciones de servicios y de salarios, subidas de impuestos, paro y precariedad en el empleo sin que acabemos de entender qué tenemos que ver nosotros con todo esto.
Es la época del desconcierto. El no hace mucho superministro de economía es prácticamente expulsado de la dirección de un banco, recibir dinero extranjero suponía un perjuicio para España pero ahora es muy positivo, se decía que nunca un país había salido de una crisis subiendo impuestos pero ahora se suben, la formación era fundamental para la economía española pero ahora se suprimen los cursos de formación y se recorta el gasto general en educación, la transparencia y la información eran pilares básicos de la democracia pero ahora no es conveniente informar de determinadas cuestiones... los que antes decían que algo era bueno ahora dicen que es malo y los que antes decían que algo era malo ahora lo aplican.
Es la época de la incertidumbre y del miedo: ¿bajarán los sueldos?, ¿me darán mañana el finiquito?, ¿hasta dónde subirán las matrículas?, ¿tendré que pagar las visitas médicas?, ¿volverá a subir la electricidad?
Si el optimismo es positivo para la sociedad en general y para la economía en particular, el desconcierto actual y el consecuente miedo que produce es sumamente negativo. Desconcierto y miedo que se acentúan no sólo porque no veamos la luz al final del túnel, sino porque además dudamos de quién sea el maquinista y de si sabe llevar este tren.
Si ya es importante que los políticos carezcan de capacidad de liderazgo, es mucho más grave que carezcan de credibilidad. Antes y ahora, unos y otros, han generado un clima social de escepticismo: la clase política es para muchos españoles uno de los peores problemas que aquejan al país, nos sentimos engañados y defraudados, vendidos como moneda de cambio sin saber por qué y sin que nadie intente explicárlo de forma inteligible para la mayoría de la población.
De paso, entre nosotros nos vamos tirando los trastos. Los trabajadores por cuenta ajena a los autónomos que aprovecharon las vacas gordas, todos a los funcionarios, la concertada a la pública y viceversa, los más jóvenes a los jubilados que “no salen del médico”, los españoles “con antigüedad” a los emigrantes, algunos más radicales a las mujeres que trabajan, los pensionistas con pensiones bajas a los pensionistas con pensiones altas... y aunque es verdad que algunos de estos aspectos habría que revisarlos, los verdaderos responsables salen de rositas con indemnizaciones millonarias o sueldos vitalicios.
A pesar de este panorama tan halagüeño todavía podría empeorar. Por ahora nos conformamos con buscar responsables en bancos y entidades financieras, intocables, a los que apenas ponemos rostro ni mucho menos podemos acceder. Pero en estas circunstancias, no sería extraño que no nos conformáramos con estos enemigos tan lejanos y buscáramos unos “responsables” más cercanos y asequibles contra los que cargar nuestras baterías. Descontento social, falta de liderazgo entre los políticos y necesidad de responsables a los que poder tirarles piedras; es el caldo de cultivo ideal para opciones radicales que con un mensaje simple de apenas un lema, una firmeza paramilitar, intransigencia extrema y una imagen de organización y orden, sean aplaudidos y votados por una mayoría de decepcionados y  escépticos que presa del miedo busquen salvadores.

jueves, 7 de junio de 2012

PARA JUGAR AL TRIVIAL


La relación de los alumnos de ciencias con las materias consideradas “de letras” no suele ser muy fluida. Entre otras cosas porque a un alumno de ciencias le cuesta entender para qué sirven estas asignaturas.
Ya en la ESO, un alumno que se negaba a hacer actividades en la clase de música me preguntaba si cuando fuera a buscar trabajo le iban a hacer tocar la flauta. En esta etapa educativa, no resulta especialmente difícil explicarles por qué en educación obligatoria es positivo estudiar asignaturas tan diversas como tecnología, música o física: si no conoces un poco de las diversas materias no puedes saber qué te gusta, si no lees una novela nunca sabrás si te gusta leer, si no haces dibujo nunca conocerás tus habilidades o tus limitaciones para dedicarte a esa tarea y si no las conoces no podrás hacer una buena elección en el futuro.
Explicar a un alumno de segundo de bachillerato por qué tiene que estudiar historia, lengua o filosofía, resulta más complicado. Explicar por qué su acceso a ingeniería depende de cuánto sepa de Platón bastante difícil y que entienda la respuesta a la eterna pregunta “y esto, ¿para qué sirve?” casi imposible. 
El concepto actual de servir es un concepto eminentemente práctico. Ya no se entiende lo de saber por curiosidad, menos lo de saber para tener cultura y nada lo de saber por saber. Y si todo esto lo colocamos en el contexto de una Prueba de Acceso a la Universidad y de unas notas de corte para acceder a los estudios que quieres cursar, la comprensión de este “servir” en sentido amplio les resulta inalcanzable.
Tanto la organización del propio sistema educativo como la forma de impartir estas materias tienen buena parte de responsabilidad en esta falta de comprensión de las materias humanas y sociales.
La separación entre historia, literatura, filosofía o tecnología, incluso la separación entre ciencias y letras; es una separación forzada. Práctica desde el punto de vista académico, pero poco realista e incluso deformadora de la realidad. En cada ser humano y en cada momento histórico todo depende de todo: no podemos separar el desarrollo tecnológico de los intereses políticos ni el movimiento de capitales de la estabilidad de los países, no podemos separar el rendimiento laboral de nuestra situación psicológica ni el comportamiento como empresario del concepto de persona que se tenga. Si vemos la realidad como compartimentos independientes nunca entenderemos la necesidad de saber nada ajeno a nuestra especialidad.
Al mismo tiempo, si la enseñanza de la historia o la filosofía se limita a aprender de memoria fechas, batallas, obras, ideas y argumentos, todos -los de ciencias y los de letras- nos podemos preguntar: y esto ¿para qué sirve?.
Es necesario aprender datos. Pero si no vamos más allá, si no somos capaces de enseñar a pensar en las implicaciones, causas, consecuencias, influencia en el mundo actual o paralelismo con nuestra propia realidad de estos hechos; si no somos capaces de mostrar al futuro ingeniero, arquitecto o médico que también viven en una sociedad con su historia, su arte y  sus ideas, en una realidad diferente pero también íntimamente relacionada con su vida y en muchos casos también con sus profesiones; estas materias -como también dice una alumna mía- solo servirán para jugar al trivial.
El momento de la especialización va llegando poco a poco y se consolidará como tal en los Ciclos y en los Estudio de Grado. Pero mientras tanto -en Educación Secundaria Obligatoria y en Bachillerato- la formación no es todavía una formación estrictamente especializada, vamos avanzando en especialización pero sin olvidar el concepto más amplio de ser humano y por tanto cultural: con su historia, su literatura, su filosofía...

lunes, 4 de junio de 2012

¿QUÉ QUIERES SER DE MAYOR?


El tiempo pasa sin darnos cuenta y sin darnos cuenta van llegando etapas en las que tenemos que tomar decisiones.
Comenzamos en infantil eligiendo el centro para nuestros hijos y acabamos –o mejor dicho, acaban- eligiendo el trabajo al que se quieren dedicar y los estudios correspondientes para llegar a alcanzarlo.
Mientras el propio sistema nos va llevando de primero a segundo y así progresivamente no hay problema. Pero rondando el final de la ESO las decisiones ya van siendo vinculantes, ya nos van llevando en una dirección u otra y ya no nos vienen dadas.
Alguna optativa en tercero, los itinerarios de cuarto, ciclo medio o bachillerato, qué bachillerato, qué optativas, qué opciones en selectividad, qué estudios superiores...
Aunque el ideal sería comenzar por el final, saber a dónde se quiere llegar no es lo habitual. Es la época del desconocimiento, de las dudas, de las valoraciones y también de los errores: los padres tenemos que aconsejar pero no decidir, no hay que centrarse en unos estudios muy concretos sino en un ámbito, no hay que escoger por eliminación o porque mis amigos toman esa opción.
Conforme vamos avanzando en el sistema educativo, las decisiones nos van encarrilando más y por tanto son más importantes. Ya 4º de la ESO exige una decisión que nos llevará en principio a un ciclo medio, a un bachillerato u a otro. Ninguna decisión es irrevocable, pero mejor acertar que no hacerlo.
Algunos alumnos lo tienen más o menos claro, pero aún así ciclos medios hay muchos y opciones en bachillerato también: cambiar de opinión cada quince días suele ser habitual y desesperante para hijos y padres. Información hay mucha, pero como tantas decisiones en la vida es un salto hasta cierto punto controlado pero también desde el desconocimiento de muchos factores.
Llegados a esta altura –4º, bachillerato, ciclos- la decisión tiene que ser del alumno. Escucharán al orientador de su centro, opiniones varias y el consejo de sus padres; pero cursar por ejemplo bachillerato por obligación y sin ganas de estudiar es muy complicado, duro y con grandes posibilidades de acabar en fracaso. Si vemos que su decisión está tomada por pura vaguedad o por continuar con sus amigos tendremos que jugar entre el consejo y el convencimiento, el imperativo si no lo utilizamos mejor.
Tan malo puede ser que no nos atraiga nada como que nos centremos en un único grado. Es mejor tener un campo más amplio -sanidad por ejemplo-, que cerrarse sólo en uno: si no consigo la plaza en fisioterapia y no quiero hacer otros estudios vinculados con el bachillerato que he cursado me quedo sin opciones.
Si se escoge por eliminación o por seguir con los amigos se puede acabar en un callejón en el que la única salida son unos estudios que no me gustan y un trabajo que tampoco quiero. En todas las vías que tome y por mucho que me guste la que elijo, va a haber alguna materia que no me atraiga o que se me de mal; por eso, si me interesan los estudios sanitarios no puedo renunciar a ellos por quitarme las matemáticas, si lo hago ¿qué estudios cursaré cuando acabe este bachillerato? Si escojo por no separarme de mis amigos ¿estudiaré lo mismo que ellos aunque no me guste?
La elección debiera ser el combinado de tres factores: qué me gusta, qué se me da bien y qué posibilidades de trabajo tengo. Hoy por hoy parece que lo del trabajo está más o menos igual en todas las opciones aunque siempre hay estudios que también en tiempo de crisis tienen más salidas que otros. El equilibrio no es fácil, hay que buscar la mejor opción para que haga lo que haga, en mi campo sea lo mejor posible; y difícilmente lo seré sin trabajo, esfuerzo y constancia.

miércoles, 16 de mayo de 2012

EL FINAL DEL MONÓLOGO


Cuando hablamos de jóvenes y de adolescentes, estamos demasiado acostumbrados a insistir en su falta de capacidad de esfuerzo, en sus carencias para plantearse y asumir retos, en su falta de constancia y déficit de interés o en sus problemas de concentración; si yo dijera que no sólo son capaces de todo esto sino que además lo hacen de forma cotidiana, pensarían que soy tan optimista que llego a deformar la realidad de manera preocupante o que estoy contando una historia de ciencia ficción.
Sin embargo, muchos de nuestros alumnos e hijos pasan horas esforzándose, superándose, asumiendo retos, concentrados en una actividad y adquiriendo habilidades para alcanzar nuevos objetivos.
Que lo hagan, significa que no son incapaces de hacerlo. El problema es que dediquen esa capacidad exclusiva e intensivamente a unos aspectos de su vida y que no la apliquen de forma más generalizada.
Evidentemente no estoy hablando de sus estudios, sino de los videojuegos.
Aunque ya tradicionalmente esta forma de entretenimiento está  marcada como prácticamente la causa de todos los males, no podemos confundir el uso con el abuso. Su mala prensa proviene del exceso de dedicación por parte de los usuarios, pero utilizados de forma adecuada no sólo no son negativos, sino que desarrollan determinadas capacidades y destrezas como ese afán de superación o habilidades como la manipulación fina, la facilidad para elaborar estrategias, la comprensión de las consecuencias o el desarrollo de los reflejos.
Los prejuicios, hay que dejarlos por el camino: la letra no sólo con sangre entra; el ordenador, internet o la tablet no son sinónimos de falta de rigor. Entretenerse, aprender y adquirir capacidades no son incompatibles.
Aunque es verdad que no todo el aprendizaje puede convertirse en una actividad sin esfuerzo, también es verdad que no es necesario que el aprendizaje tenga que estar necesariamente relacionado con “sacrificio”. El concepto de “trabajo” no hay que tomarlo sólo en su significado de obligación que realizamos con poco menos que sufrimiento; sino como una ocupación que puede ser agradable y deseable. De la misma forma, estudiar y aprender puede convertirse en una tarea entretenida al mismo tiempo que potencia capacidades positivas que podremos utilizar cuando ese aprendizaje no sea tan atractivo.
Durante los últimos cursos se ha invertido en medios informáticos, pero aunque ya se ha conseguido un primer beneficio al utilizar en la escuela una herramienta cercana a la vida cotidiana de los alumnos se puede ir más allá, aunque esto exige un cambio más profundo.
Queda muy bien decir que se han colocado no sé cuantas pizarras digitales, pero si se utilizan como sustituto del proyector o poco más, no rentabilizamos su coste  y perdemos grandes oportunidades para llegar de otra manera a nuestros alumnos.
Un cambio didáctico de esta envergadura no es fácil. Estamos todavía demasiado cerca del “busto parlante” que daba clases en el siglo XIX, todavía pretendemos que chicos y chicas que pasan el día en constante actividad y recibiendo enormes cantidades de información en infinidad de formatos multimedia e interactivos pasen varias horas escuchando a unos señores que tiza en mano “monologuean” incansables, y esta nueva metodología no es efectiva si sólo se aplica de forma aislada por algunos profesores.
Es necesaria una planificación global que dé primero la formación necesaria a los enseñantes, que  secuencie su uso y programe también la aplicación de las habilidades obtenidas a la forma de estudio tradicional porque antes o después, en papel o en libro electrónico, habrá que ponerse ante unos contenidos y estudiarlos.
No sólo no podemos navegar contra corriente, sino que tenemos que aprovechar la dirección del viento en beneficio del aprendizaje. 

miércoles, 9 de mayo de 2012

RUEDAS DE MOLINO.

A nadie puede sorprender que un gobierno tome decisiones polémicas. Podemos mantener posturas diferentes frente a infinidad de temas e incluso es bueno que las mantengamos y las contrastemos: podemos discrepar por ejemplo sobre si es mejor endeudarse o reducir el déficit, congelar las pensiones o gravar a las grandes fortunas, recortar en educación o en gastos de defensa. Lo que si me sigue sorprendiendo, es que una vez tomada una decisión se nos intente hacer comulgar con ruedas de molino o, como se diría ahora, se nos quiera vender la moto.
No sé si se me escapa algo, pero creo que hacer dos sudokus en media hora es más difícil que hacer uno, siempre que su dificultad y mi habilidad para hacerlos permanezcan iguales. O sea, que si en una actividad intervienen un número determinado de factores y uno de esos factores se complica manteniéndose el resto igual, la actividad en su conjunto se complica.
Si un ginecólogo atiende a cuatro pacientes en una hora y los recortes en sanidad le obligan a atender a seis con el mismo ecógrafo, el mismo equipo, sus mismos conocimientos y habilidades; parece evidente que la dedicación a cada paciente no será la misma y por tanto mermará la calidad de la atención que se le presta a cada uno. De la misma manera, si un profesor de una materia de dos horas semanales atiende a un total de doscientos veinticinco alumnos en grupos de veinticinco, los atenderá mejor que si tiene a trescientos alumnos en grupos de treinta –siempre que los alumnos y los recursos utilizados, como parece que es el caso, sean los mismos-.
Es verdad que esta es una primera aproximación al tema ya que cada Comunidad Autónoma aplicará los recortes en las partidas que considere oportunas, pero creo que no es aceptable que el Gobierno con su Ministro de Educación a la cabeza, seguido de varios consejeros autónomos, de comentaristas y de tertulianos varios, argumenten que esto no supone una merma en la calidad de la enseñanza.
Los argumentos que se esgrimen son variados, algunos de lo más burdos y otros con cierta lógica pero a mi entender incompletos o al menos imprecisos.
Leo en un periódico de tirada nacional que el número de alumnos por profesor no influye en los resultados ya que en los años 70 la ratio era el doble que la actual y los resultados eran mejores. Por la misma regla de tres podemos decir que el carné por puntos es inútil porque en los años 70 no existía y había menos accidentes. ¿Pueden compararse los resultados académicos sin tener en cuenta el tipo de educación, la relaciones familiares, la consideración del profesorado? ¿Puede compararse el número de accidentes sin tener en cuenta el número de coches y las características de los coches actuales frente a las de los años 70? Evidentemente no. Muchos de los profesores actuales fuimos alumnos de clases de cuarenta, conocimos como funcionaban esas aulas y como funcionan las actuales con veinticinco o treinta alumnos; la diferencia es manifiesta.
Otros argumentos recurren al informe PISA para afirmar que según dicho informe la ratio no influye en los resultados  ya que en países con una ratio superior los resultados son mejores. Las peores mentiras son las verdades a medias.
Si tomamos exclusivamente el dato de alumno por profesor la afirmación en sí se ajusta al informe, pero es una simplificación. Junto a la consideración de la ratio habrá que tener en cuenta por ejemplo que en España, el porcentaje del producto interior bruto que se invierte en educación es inferior a la media, que la metodología didáctica es diferente a la de otros países o que el concepto de trabajo, familia, prestigio en los países o lugares que ocupan los primeros puestos – Shangai, Corea, Finlandia, Honk Kong y  Singapur- es muy diferente.
El argumento de la relación ratio-resultados en la pública y en la concertada parece en principio más consistente y en términos generales correcto. Pero como en el caso anterior habrá que hacer una consideración más detallada: el nivel académico y los resultados de un centro público que acoge el mismo tipo de población en cuanto a nivel cultural, económico, etc. ¿son proporcionalmente peores que los obtenidos en un centro concertado? ¿los recursos en cuestiones de disciplina son los mismos? ¿la valoración que padres y alumnos hacen del colegio concertado es la misma que se hace del centro público?... Si las respuestas son afirmativas habrá que replantearse la eficacia de la enseñanza pública y modificar no sólo el factor de número de alumnos. Si son negativas no podemos comparar la relación ratio-resultados entre estas redes educativas.
El sistema educativo no está para muchos trastornos sino todo lo contrario. Como en el título del famoso libro, aquí también, más es menos.

domingo, 18 de marzo de 2012

ENTRAMADOS

Dice la sabiduría popular que “dos que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma condición” lo cual parece significar que dos individuos inicialmente diferenciados acaban pareciendo uno sólo. Cuando dos individuos o dos objetos se nos presentan siempre juntos, nos suele resultar difícil diferenciarlos: ¿alguien sabe quién es Pixi y quién es Dixi? Desde un punto de vista puramente lingüístico también nos resulta confuso: ¿se dice tijera o tijeras?. Y si lo aplicamos a las personas, todavía se nos complica más el asunto: una pareja ¿es una o son dos?.
Esta paradoja de la pareja -que es una pero son dos-, es una cuestión fundamental en el desarrollo de las relaciones personales: ¿hasta dónde llega mi individualidad, mi propia personalidad, mi tiempo y dónde comienza la vida en común?, ¿hasta dónde deben llegar mis deseos personales y dónde está el límite de mis concesiones?, ¿hasta qué punto está bien que cambiemos tanto que acabemos siendo casi iguales?
Cuando se establece esta relación de pareja las variantes que pueden articularse son muchas: uno de los miembros pierde su individualidad absorbido por el otro, ambos acaban confluyendo en una única personalidad común o los dos mantienen aspectos muy diferenciados al mismo tiempo que configuran una pareja unida consiguiendo así el equilibrio entre individualidad-intimidad, pareja-vida en común.
De cualquiera de las maneras después del enamoramiento, esa fase idílica y de comportamientos un tanto estúpidos en la que idealizamos a la otra persona y nos vemos absorbido por ella, comienza el amor. Con él, comienza un conocimiento más realista de la otra persona y una necesidad ineludible de crear un entramado lo más firme posible entre lo que cada uno somos y lo que cada uno aceptamos, entre lo que cada uno ponemos y lo que cada uno pedimos, entre lo que necesitamos y lo que ofrecemos. Entramado no sólo afectivo o sentimental, sino también práctico y dinámico.
Práctico, porque la convivencia está hecha de pequeñas y cotidianas cosas y por tanto, no sólo hace falta complicidad cuando hablamos de nuestras necesidades emotivas, sino porque también es necesario e ineludible establecer una división de tareas y de responsabilidades en cuestiones tan habituales como hacer la compra o limpiar los cristales. Y dinámico porque este entramado no es definitivo, nosotros y nuestras circunstancias van a ir cambiando –hijos, trabajo, edad, padres mayores, enfermedades o que nos toque la lotería- y por ello, esa estructura compuesta de tantas piezas tiene que ir también modificándose en función tanto de las nuevas situaciones como de la necesidad de mejorar esta construcción siempre imperfecta y siempre susceptible de perder su equilibrio.
Por muy bien que lo hagamos, por muy bien que consigamos esa armonía en la que ninguno sea anulado y por muy bien que sepamos combinar lo particular y lo común; siempre quedarán y surgirán fisuras que habrá que ir reconstruyendo. La prueba de fuego serán nuestros hijos.
Si alguien es especialista en encontrar y aprovechar nuestros puntos débiles como individuos y nuestras fisuras como pareja son ellos. A los cuatro días ya sabrán a quién llorar para que les coja de la cuna, a los cuatro años serán especialistas en pedir en el momento adecuado y a la parte de la pareja adecuada las chucherías y, si no lo han conseguido ya, a los catorce provocarán enfrentamientos entre la pareja si como padres han mostrado algún resquicio en ese entramado que ha debido renovarse para dejar un hueco a la educación.
Por eso, padre y madre debemos mostrarnos unidos y de acuerdo cuando enseñamos y exigimos. Debemos educar en coordinación y con el talante necesario para apoyar las decisiones de nuestra pareja si estas no se habían hablado antes. Y los padres no estamos deacuerdo, ya los solucionaremos entre nosotros.

BECAS Y CRITERIOS.

En estos tiempos de mediocridad académica, favorecer y premiar la excelencia de los alumnos parece una decisión justa y cabal. Pero la conveniencia o no de primar la excelencia sobre los criterios de renta a la hora de adjudicar becas es ahora objeto de polémica.

No se trata de cuestionar si alguien que sobresale sobre el resto de estudiantes merece o no un reconocimiento económico y académico, creo que es incuestionable. Tampoco se trata de cuestionar si hay que establecer un criterio de mínimos para que alguien reciba una ayuda. Lo que sí se puede cuestionar es de qué forma se realiza este reconocimiento y en qué lugar ponemos la línea entre los que se merecen una beca o no.

Tal como lo ha expresado el Ministro de Educación: la excelencia será por encima de la renta el criterio principal para adjudicar una beca.

Pero desde el punto de vista de la justicia social y desde el punto de vista del mismo concepto de excelencia, ¿es una decisión correcta y ecuánime?

En primer lugar, ¿es un avance en cuanto a la justicia social o un retroceso? Entiendo por justicia social que todos los individuos que cumplan con unos mínimos de rendimiento, tengan las mismas oportunidades independientemente de la renta de la que dispongan. Los alumnos excelentes con poca o mucha renta podrán seguir estudiando. ¿Qué ocurre con el común de los mortales que no llega a la excelencia? Si pertenece a una familia con recursos, podrá seguir sus estudios a pesar de que sus calificaciones apenas lleguen al aprobado. Si no dispone de recursos, con esas mismas calificaciones no podrá estudiar.

En segundo lugar, tenemos que valorar si la referencia para calificar a un alumno como excelente presenta una objetividad incuestionable o si por el contrario estas calificaciones dependen de unas criterios aplicados en un tiempo concreto y en función de unos contenidos establecidos; contenidos establecidos en unas enseñanzas regladas, que a veces no sólo no califican aptitudes que son muy positivas para la excelencia profesional y personal, sino que incluso las penalizan.

En algún momento hay que tomar la decisión. Pero que un alumno tenga mejores calificaciones que otro al acabar por ejemplo segundo de bachillerato, no significa necesariamente que vaya a ser mejor profesional en el futuro. La excelencia no es una cualidad que no se tiene nunca o se tiene para siempre, es una cualidad que se alcanza y se mantiene a lo largo de un proceso. Por tanto, conceder becas a un abanico más amplio de alumnos aumenta considerablemente las posibilidades de que haya un mayor número de personas bien cualificadas y competentes en su trabajo, ya que un estudiante que en este momento no es excelente, puede llegar a serlo.

Por otro lado, es más que cuestionable, que las competencias evaluadas sean las únicas para valorar a una persona o a un profesional como excelente. Entendemos por estudiante excelente el que dentro del sistema de enseñanza reglada obtiene unos resultados excelentes, pero ¿se valora la imaginación, la capacidad de crítica, la capacidad de discrepar, la capacidad de salirse de lo establecido y crear algo nuevo e inovador...? Los sistemas establecidos, la situación cómoda para muchos, no sólo no valora sino que incluso penaliza al que no es sumiso. Parece razonable que esta diferencia entre excelencia académica y “Excelencia global” exija un margen de confianza para los que no alcanzan este nivel académico superior.

No es fácil encontrar el equilibrio entre establecer unas exigencias mínimas, premiar la excelencia, no cerrar puertas a un amplio sector de la sociedad y establecer un sistema lo más justo posible para que las oportunidades no pertenezcan sólo a los que más tienen. Reducir la importancia de la renta para recibir una beca, creo que desequilibra esta armonía ya de por sí difícil.

TETRAPLEJIA SOCIAL.

Alejandro Llano -catedrático de Metafísica y ex rector de la Universidad de Navarra-, publicaba hace unos meses el artículo “Indignación y política: ¿Una nueva época?”, en el que valoraba al movimiento 15-M, valoración que en general era positiva tanto en lo que se refiere a sus contenidos como a sus formas.

Para sorpresa de muchos propios y de casi todos extraños, alababa en su artículo diversos aspectos de este movimiento. Me consta que algunos se vieron sorprendidos, nunca se les había pasado por la imaginación que esos jóvenes del 15-M pudieran coincidir en sus ideas con las de un profesor y ex rector de la Universidad de Navarra. Y otros, repensaron sus planteamientos desde el prejuicio según el cual sus propuestas no podían ser avaladas por tal profesor.

Sirvió también este artículo para plantearse la imagen que algunos medios han dado de estos movimientos. En unos, los acampados del 15-M eran un grupo de “perroflautas” sin oficio ni beneficio que junto a otros grupos de jóvenes violentos colapsaban las ciudades. En otros, y coincidiendo con la Jornada Mundial de la Juventud, los creyentes eran unas cuantas monjas que junto a niñas decolegios biencoreaban consignas como si estuvieran en un concierto de Justin Bieber.

Pero con gran acierto, Alejandro Llano valoró en su justa medida propuestas como la de repensar las formas de participación política desde la conciliación, hacerlo sin eludir temas complicados, fomentar la libertad de expresión, buscar el consenso como cuestión clave, llevarlo a la práctica desde la no violencia o conseguir que los jóvenes salgan de su pasotismo y se interesen por la vida pública.

El movimiento del 15-M fue un movimiento significativo: sacaron de un largo letargo el conformismo apático de toda la sociedad, fueron capaces de concentrar en sus manifestaciones a ciudadanos de diversas edades y situaciones sociales, y se ganaron las simpatías de una parte de la ciudadanía. El artículo de Alejandro Llano, creo que es representativo del compromiso con la sociedad que muchos creyentes mantienen como exigencia de su fe.

Esta coincidencia en las ideas de grupos aparentemente tan diversos, es al mismo tiempo la coincidencia de una importante parte de la población, pero: ¿dónde se han quedado los ciudadanos que supuestamente mantienen estos principios básicos de regeneración democrática y social?

Parece que el tan manido concepto de crisis, se extiende a un ámbito todavía más importante que el económico: la sociedad civil.

La tetraplejia social se perturbó levemente, pero volvió a recaer. Con poco más que conversaciones de pasillo y de máquina de café asistimos como observadores al espectáculo de políticos mediocres, partitocracias nada democráticas, representantes que no representan, especuladores millonarios a base de recortes salariales y sociales, escasos ámbitos de participación ciudadana... No vemos esfuerzos para crear un modelo más justo y más humano, no vemos empresas que cuenten a sus trabajadores como parte de la misma, ni da la impresión que las entidades bancarias sean flexibles con los parados que no pueden pagar su hipoteca.

La oportunidad de construir una sociedad más justa asentada en principios éticos, de modificar unas estructuras políticas y económicas que nos han llevado a esta situación y de reconstruir la vida política y social se van perdiendo. La sociedad civil que cobró conciencia el 15-M, la que persigue desde su fe una sociedad mejor está -al menos aparentemente-, desaparecida.