La relación de los alumnos de ciencias con las materias
consideradas “de letras” no suele ser muy fluida. Entre otras cosas porque a un
alumno de ciencias le cuesta entender para qué sirven estas asignaturas.
Ya en la ESO, un alumno que se negaba a hacer actividades
en la clase de música me preguntaba si cuando fuera a buscar trabajo le iban a
hacer tocar la flauta. En esta etapa educativa, no resulta especialmente
difícil explicarles por qué en educación obligatoria es positivo estudiar
asignaturas tan diversas como tecnología, música o física: si no conoces un
poco de las diversas materias no puedes saber qué te gusta, si no lees una
novela nunca sabrás si te gusta leer, si no haces dibujo nunca conocerás tus
habilidades o tus limitaciones para dedicarte a esa tarea y si no las conoces
no podrás hacer una buena elección en el futuro.
Explicar a un alumno de
segundo de bachillerato por qué tiene que estudiar historia, lengua o
filosofía, resulta más complicado. Explicar por qué su acceso a ingeniería
depende de cuánto sepa de Platón bastante difícil y que entienda la respuesta a
la eterna pregunta “y esto, ¿para qué sirve?” casi imposible.
El concepto actual de servir es un concepto eminentemente práctico. Ya no se entiende lo de saber por curiosidad, menos lo de saber para tener cultura y nada lo de saber por saber. Y si todo esto lo colocamos en el contexto de una Prueba de Acceso a la Universidad y de unas notas de corte para acceder a los estudios que quieres cursar, la comprensión de este “servir” en sentido amplio les resulta inalcanzable.
Tanto la organización del propio sistema educativo como la forma de impartir estas materias tienen buena parte de responsabilidad en esta falta de comprensión de las materias humanas y sociales.
La separación entre historia, literatura, filosofía o
tecnología, incluso la separación entre ciencias y letras; es una separación
forzada. Práctica desde el punto de vista académico, pero poco realista e
incluso deformadora de la realidad. En cada ser humano y en cada momento
histórico todo depende de todo: no podemos separar el desarrollo tecnológico de
los intereses políticos ni el movimiento de capitales de la estabilidad de los
países, no podemos separar el rendimiento laboral de nuestra situación psicológica
ni el comportamiento como empresario del concepto de persona que se tenga. Si
vemos la realidad como compartimentos independientes nunca entenderemos la
necesidad de saber nada ajeno a nuestra especialidad.
Al mismo tiempo, si la enseñanza de la historia o la
filosofía se limita a aprender de memoria fechas, batallas, obras, ideas y
argumentos, todos -los de ciencias y los de letras- nos podemos preguntar: y
esto ¿para qué sirve?.
Es necesario aprender datos. Pero si no vamos más allá, si
no somos capaces de enseñar a pensar en las implicaciones, causas,
consecuencias, influencia en el mundo actual o paralelismo con nuestra propia
realidad de estos hechos; si no somos capaces de mostrar al futuro ingeniero,
arquitecto o médico que también viven en una sociedad con su historia, su arte
y sus ideas, en una realidad diferente
pero también íntimamente relacionada con su vida y en muchos casos también con
sus profesiones; estas materias -como también dice una alumna mía- solo
servirán para jugar al trivial.
El momento de la especialización va llegando poco a poco y
se consolidará como tal en los Ciclos y en los Estudio de Grado. Pero mientras
tanto -en Educación Secundaria Obligatoria y en Bachillerato- la formación no
es todavía una formación estrictamente especializada, vamos avanzando en
especialización pero sin olvidar el concepto más amplio de ser humano y por
tanto cultural: con su historia, su literatura, su filosofía...