viernes, 26 de abril de 2013

EJEMPLARIDAD

Al hilo de los últimos y abundantes casos de presunta corrupción, en varios foros y artículos ha reaparecido el concepto de "ejemplaridad", ese papel de "modelo" que todos ejercemos cuando actuamos y del que con frecuencia no somos conscientes. Con toda la razón del mundo se pide ejemplaridad a las más altas esferas del Estado y a los partidos políticos, pero también cada uno de nosotros desde su situación de padre, médico, profesor o simplemente desde su posición de ciudadano sin aparente responsabilidades de modelo somos ejemplo. Es verdad que el bien o el mal, la verdad o el error de nuestras afirmaciones no depende de que seamos consecuentes con nuesta conducta, pero también es verdad que los hechos valen más que los dichos y que una imagen vale más que mil palabras. Imagen, entendida no como esa "capa" superficial fácilmente maquillable, sino como el conjunto de nosotros mismos que son nuestros actos. No podemos consideranos una sociedad que de especial importancia a la responsabilidad de ser espejos en los que los demás se miren. En el ámbito político, los españoles corruptos -condenados o presuntos- se agarran al sillón mientras que en otros países cuestiones mucho menos importantes, simples sospechas o conductas incorrectas que ni siquiera llegan a delito, apartan de la vida publica a sus protagonistas. Peter Mandelson, ministro británico para el Ulster, dimitió por facilitar la concesión del pasaporte británico a un millonario indio. Más recientemente Chris Huhne exministro también británico dejó su escaño por haber ocultado hace diez años una multa de tráfico y en Alemania, el ministro de defensa y la ministra de educación dimitieron en 2011 y en 2013 respectivamente por copiar su tesis doctoral. En el ámbito de la sociedad civil tampoco nos sentimos especialmente responsables de la influencia ejemplificante de nuestros actos. El conjunto de la sociedad -responsables públicos o no- formamos una inmensa red de nudos individuales interconectados de forma que el comportamiento de un individuo repercute en el resto por las consecuencias directas de su acción o porque ese comportamiento es copiado o sancionado por los demás. Repercure en los niños y en los más jóvenes porque están en pleno proceso de aprendizaje y repercute en el resto -aunque seamos adultos- porque estamos inmersos en un proceso continuo de aprendizaje llamado informal en el que continuamos adquiriendo conocimientos, actitudes y criterios entre otras cosas por el ejemplo del entorno que nos rodea: familiares, amigos, compañeros de trabajo, televisión, prensa... Nuestra contribución a esa inmensa red no son grandes actos o heroicidades sino infinidad de gestos pequeños y contidianos que nos hacen y nos muestran a los demás como honrados o sinvergüenzas, solidarios o egoistas, tolerantes o intransigentes. Y en la medida que el ejemplo cunde, el conjunto de la sociedad se va inclinando en una dirección o en otra. No es cuestión de poca importancia. Es todo el tejido social, constituido por la ejemplaridad de las conductas indivuales, la que forma una comunidad basada en principios éticos o no. Es en la vida social donde se aprende o no el concepto de responsabilidad; donde se aprende o no, que con una conducta poco ejemplar no se puede ejercer un cargo público, es la sociedad civil la que admite o no a esos gobernantes. Y es la sociedad en su conjunto con su ejemplaridad y su compromiso la que constituye un ámbito educativo apropiado, porque la escuela es una parte significativa de la educación pero ni es la única ni la más importante. Aportando nuestro ejemplo somos ciudadanos y nos constituimos en fuente de una ética social.

jueves, 4 de abril de 2013

DESAHUCIOS, LA DELGADA LÍNEA ROJA.

Las nuevas acciones realizadas por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca han generado que algunos políticos se hayan sentido acosados y perseguidos, coaccionados y amenazados. Unos han denunciado ante los tribunales esta situación y la opinión pública se ha posicionado a favor o en contra de las acciones de este movimiento que continua teniendo un gran apoyo social. Es verdad que esta nueva estrategia en la que se señala directamente a diputados manifestándose frente a sus propias casas recuerda las estrategias de grupos etarras. Es verdad que se sitúan muy cerca de esa delgada línea roja que separa lo legal de lo ilegal, que puede dar pie a actos de violencia directa tanto contra las personas a las que se quiere señalar como contra sus familias y sus casas. Pero también es verdad que no hay que confundir la forma con el fondo y que hasta el momento sólo en algún caso puntual se ha llegado hasta el portal de la vivienda. Las formas pueden ser parecidas o similares pero una cosa es la presión y otra la intimidación: se presiona a los interesados y se les quiere hacer llegar los problemas de primera mano, sin embargo poco tiene que ver esta pretensión de influir en los individuos con la intimidación a base de amenazas o de dianas en la cara de concejales marcándolos así como objetivos etarras. No cabe duda de que cualquier acción solo parecida a esta segunda opción sería claramente rechazada y condenada. Hay que ir un poco más al fondo. Hay que pensar cómo y por qué se ha llegado a esta situación. El “imperio de la ley” es un criterio democrático fundamental para evitar la arbitrariedad y establecer un orden por encima de los individuos, pero puede poner a los ciudadanos al límite cuando estas leyes están desvinculadas de la justicia, la proporcionalidad o el servicio a estos mismos ciudadanos; cuando están desvinculadas de la voluntad general y no se ven perspectivas de cambios. Por otro lado no hay que confundir legitimidad legal con legitimidad moral, porque esta confusión nos vuelve a situar frente a esa delgada línea roja que puede llevarnos a la negación del sistema democrático. Es legítimo desde un punto de vista legal que un banco ejecute un desahucio cuando los hipotecados han dejado de pagar su hipoteca. Pero ¿es legítimo desde un punto de vista moral que una entidad que ha recibido millones de euros públicos para salvar su negocio deje en la calle a una familia que a causa del paro ha cometido impagos? ¿es legítimo que además lo haga aplicando unas condiciones abusivas? Unas leyes injustas generan en su seno las condiciones de su propia destrucción. Margaret Mead y otros pensadores han dicho que un pequeño número de ciudadanos puedan cambiar el mundo y la historia nos enseña que los grandes cambios las realizan personas que no tienen nada que perder. Perdido el empleo y la vivienda, los ahorros de toda la vida y sin unas perspectivas de futuro, ya queda poco por conservar. Si además no se da respuesta, se aplaza demasiado o se continua siendo injustos no se puede pedir confianza, paciencia y tranquilidad social. No se puede estirar y estirar pensando que la goma nunca se va a romper. No se puede abocar al desempleo y al desahucio al mismo tiempo que se pide mente fría y resignación. Ponernos al borde del precipicio es peligroso. No saber calcular el nivel de presión que una sociedad puede soportar, arriesgado. Criticar alegremente los actos desesperados de personas desesperadas, osado. No comprenderlos, insensible. Y no legislar para evitar esta situación, irresponsable.