No hace mucha falta que nos
expliquen la capacidad del Partido Socialista para autodestruirse sin ayuda
externa cuando en algunas comunidades ha conseguido situarse en cuarto lugar, ridícula posición para un partido de su envergadura e
importancia.
Es verdad que no podemos caer en esta lectura
olvidando que dos nuevos partidos han surgido con fuerza, pero su evolución y
sus intrigas palaciegas lo han dividido y debilitado reduciendo su voto
prácticamente a los incondicionales.
Esta situación es preocupante no porque uno sea
socialista o deje de serlo, sino por la situación general que esta circunstancia
deja en el panorama político: una parte del espectro político queda sin un
partido que la ocupe y consecuentemente muchos votantes quedan “huérfanos” sin
una fuerza que represente sus ideas.
La posición en la que en último término se han
visto abocados lo socialistas, no daba opción entre una decisión mala y otra
peor sino que las dos eran peores. Y como era de esperar se tomara una decisión
u otra, iban a ser muchos los que vieran las ventajas de la contraria.
En cualquier caso, el espectáculo dado ha sido
penoso y ha situado al partido no sólo en una difícil situación actual sino en
una difícil situación que remontar.
Durante la legislatura puede tomar dos opciones: o
llegar a acuerdos con los populares o erigirse en una fuerte oposición para marcar
las diferencias, ambas opciones malas de nuevo.
Si el motivo de la abstención ha sido asumir la
responsabilidad para evitar unas terceras elecciones, esa misma responsabilidad
le tendrá que llevar a mantener un gobierno estable llegando a acuerdos con el
PP. Pero si llega a acuerdos, su margen de exigencia a los populares es escaso
y una legislatura en la que no muestre una fuerte oposición al Partido Popular lo
va a convertir en mera comparsa del gobierno conservador y va a mantener esa
percepción de “gran coalición” que lo inhabilita como opción al PP en futuros
comicios.
Por otra parte, si ejerce de fuerte oposición, la
situación será de ingobernabilidad y por tanto dará lugar a nuevas elecciones
en las que previsiblemente bajarán sus votos en favor de los populares.
A su favor juega la situación de Podemos, grupo que
en principio pretende ocupar el espacio socialdemócrata pero al que su
composición, sus decisiones y las formas que mantiene no le están acercando a
este fin.
Podemos, internamente es un conglomerado formado
por muchos grupos con ideas o intereses que no siempre coindicen y que lastran
y condicionan sus decisiones. Decisiones que le han llevado por ejemplo en
Navarra a gobernar en coalición con Geroa Bai –PNV- y Bildu, confundiendo así sus reivindicaciones sociales
con un PNV “tirando a la derecha” y con un
independentismo poco compatible con una visión socialdemócrata, visión
profundamente internacionalista. Por su parte, las formas de tinte
revolucionario y de asamblea universitaria, si bien son aplaudidas por una gran
parte de su electorado no se entienden desde sectores del centro izquierda de
más edad o por votantes indecisos que aún estando de acuerdo con sus contenidos
los perciben como más extremistas. Es evidente que para ganar unas elecciones hay
que captar el voto más centrado.
¿Posibilidades? O algún grupo recupera el espacio
socialdemócrata o dejara de ser una alternativa real dejando paso al pensamiento
único, a una única opción, la neoliberal.