jueves, 2 de diciembre de 2010

ESCUELA MULTIUSOS

A finales del siglo XIX, Karl Elsener construyó un tipo de cuchillo que con el tiempo evolucionaría hasta convertirse en la famosa navaja suiza, caracterizada por tener múltiples aplicaciones en un sólo instrumento.

Al ver los programas educativos de los diversos niveles, parece que esta idea se vendió a algunos Ministerios de Educación y basándose en este concepto, crearon un organismo multiusos que debería servir para casi todo: los centros educativos. Aunque, a diferencia de la navaja suiza, ese “casi todo” se ha convertido en “el que mucho abarca poco aprieta”.

Desde siempre, la escuela ha tenido dos funciones: la enseñanza de los contenidos de cada materia y la educación en los principios, hábitos y actitudes que se han considerado buenos en cada momento. Pero mientras en la función de transmisora de conocimientos tenía el monopolio, su función educativa era compartida por el resto de la sociedad, especialmente la familia.

En la actualidad los administradores públicos y muchos padres, han exigido y han querido que la escuela se haga cargo de forma exclusiva de la no educación recibida en las familias y que tranquilice las conciencias de padres y políticos porque “esos temas ya se trabajan en las aulas”.

Que los niños tienen que saber que los semáforos se cruzan en verde: educación vial. Que en los hogares se generan demasiados residuos y hay que aprender la importancia de la contaminación y por tanto del reciclaje: educación ambiental. Que la sociedad es cada vez más discriminatoria: educación para la diversidad. Que la violencia está cada vez más presente en la vida cotidiana: educación para la paz. Que permanecen las diferencias entre los sexos en cuanto a tareas domésticas y tipos de trabajo: educación para la igualdad entre los sexos. Que se come demasiada bollería industrial, pocas frutas y verduras, se lleva una vida sedentaria y se descuida la higiene personal: educación para la salud. Que las relaciones sexuales se separan de los afectos, se realizan sin protección o se abusa de la píldora del día después: educación sexual. Que el comportamiento es cada vez menos dialogante, más antisocial, y menos tolerante: educación para la convivencia. Que hay crisis de valores éticos y religiosos: educación en valores.

Los centros educativos, que sí deben ser un complemento adicional en todas estas cuestiones, se han convertido en los únicos depositarios de la responsabilidad; en supuestos islotes de civismo, consumo responsable, buena alimentación, aceptación de la diversidad, comportamientos pacíficos...

Desde esta posición, la escuela con sus alumnos, se ven abocados a diversos tipos de fracaso. Fracaso, porque tienen que ocuparse de muchas más cosas de la que son capaces. Y fracaso, porque muchos de estos temas adjudicados a la educación reglada van totalmente a contracorriente y están en contradicción con la realidad que se vive en la sociedad.

Tras cruzar la valla que separa a la escuela del resto del mundo, los alumnos se encuentran con bollería para merendar y hamburguesa diaria para cenar, “vamos a cruzar en rojo que no viene nadie”, “no juegues con esos emigrantes”, “María pon la cena que estoy viendo el fútbol”, “tira las cáscaras al suelo que no pasa nada”, “calla y ponte a ver la tele”; cumpleaños, comuniones y Navidad colmados de regalos que cubren y sobrepasan todas sus previsiones; buenos padres, abuelos y tíos que se miden por la cantidad y el precio de sus obsequios.

Tras esa valla que separa la escuela del resto del mundo, se encuentra una sociedad acomodada en la delegación de funciones, una sociedad que no sólo ha dejado de educar, sino que se permite el lujo de actuar contra esa institución multiusos cuyas funciones parecen ser, compensar su pasividad y tranquilizar sus conciencias.