Vivimos tiempos de
análisis, de estadísticas y contra estadísticas, de miedos y
“revoluciones”, de críticas y asuntos menores elevados a la enésima potencia, de enemigos de nuestro estatus y de “realismo político” incuestionable. Tiempo de etiquetas que encaminan opiniones.
Leo con interés algún artículo y entrevista al Sr. Mora con el que
coincido en algunas ideas.
Nuestra sociedad ha
sufrido un proceso de empobrecimiento en el que la pobreza es “más extensa, más intensa y más crónica”, en la que la
desigualdad es cada vez mayor. Cada vez más hogares y
personas son pobres, cada vez es mayor la dificultad para acceder a derechos básicos y cada vez cuesta más años salir de la pobreza.
Esta situación nos lleva a una sociedad en la que la diferencia entre ricos y
pobres aumenta y no como consecuencia de una crisis puntual, sino de una crisis
de modelo económico que hará -según las previsiones- que la desigualdad
vaya aumentando de forma alarmante. El problema no es de escasez, sino de un
reparto más justo y de prioridades políticas: una persona está
mucho menos protegida que hace siete años, el sistema de protección básica es débil y escaso.
Pero éste no es el único problema
estructural. El mundo no resiste el tipo de desarrollo que estamos llevando. No
lo hace ni en el ámbito ecológico, ni económico, ni social.
Además, no podemos centrarnos en una sociedad asistencial que aporta
recursos a los más necesitados, necesitamos políticas activas que desarrollen políticas de inclusión y de participación ciudadana. No podemos dar como caridad lo que en realidad es
justicia. Hay que defender a los inmigrantes y a las personas sin hogar, hay
que denunciar la situación de los Centros de
Internamiento de Extranjeros, los recortes en Cooperación Internacional o la retirada de la tarjeta sanitaria a determinados
colectivos.
Nos intentan
convencer de que “las cosas son así y no se pueden cambiar”
pero no es verdad. La sociedad puede cambiar y
para eso debe movilizarse, generar nuevas experiencias que abran nuevos
caminos.
El reto es político: sustituir esta política más económica que social, esta política que está
abandonando el espacio público de protección legislando a
favor de una economía liberal basada en
la acumulación privada.
Las políticas sociales debieran centrarse en la adhesión a la Carta Social Europea que vela por la defensa de los Derechos
Humanos, establecer una renta mínima garantizada en
todo el Estado y una política migratoria y
de cooperación internacional.
Las organizaciones
sociales tienen que hacer ver -entre otras funciones- que fuera de los márgenes del sistema hay otras cosas que se pueden hacer, tienen que
ensayar otro tipo de economía y estos cambios nos
acercarían a la justicia social.
Como estamos
acostumbrados a ponernos etiquetas, a buscar lo que nos separa y no lo que nos
une, quizá algunos rechacen estas ideas por sonarles demasiado revolucionarias y
quizá otros que hasta aquí
venían aceptándolas, comiencen a dudar porque el señor con el que coincido, el Sr. Mora -Sebastián Mora Rosado-, es presidente de Cáritas España.
En ningún momento niego la existencia de documentos que confirman "la
opción por los pobres" de la
Iglesia, mucho menos la labor de Cáritas y otras organizaciones religiosas en este tema pero me surgen
dudas: reformas estructurales, redistribución más justa, aumento de la protección social, desarrollo sostenible, cambio social, sustituir la forma de
hacer política, cambiar el modelo económico liberal ¿son afirmaciones en papel mojado?, ¿por qué estas ideas no se perciben como prioritarias en el seno de la
Iglesia?, ¿por qué cuando hablamos de Cáritas no lo
relacionamos con cambios en el sistema
económico?, ¿por qué los partidos que se “adueñan”
del voto creyente no practican estas políticas?, ¿por qué estos conceptos sólo suenan a partido
de izquierda?, ¿están tan lejos unos de
otros o sólo es cuestión de etiquetas?.