domingo, 18 de marzo de 2012
ENTRAMADOS
BECAS Y CRITERIOS.
En estos tiempos de mediocridad académica, favorecer y premiar la excelencia de los alumnos parece una decisión justa y cabal. Pero la conveniencia o no de primar la excelencia sobre los criterios de renta a la hora de adjudicar becas es ahora objeto de polémica.
No se trata de cuestionar si alguien que sobresale sobre el resto de estudiantes merece o no un reconocimiento económico y académico, creo que es incuestionable. Tampoco se trata de cuestionar si hay que establecer un criterio de mínimos para que alguien reciba una ayuda. Lo que sí se puede cuestionar es de qué forma se realiza este reconocimiento y en qué lugar ponemos la línea entre los que se merecen una beca o no.
Tal como lo ha expresado el Ministro de Educación: la excelencia será por encima de la renta el criterio principal para adjudicar una beca.
Pero desde el punto de vista de la justicia social y desde el punto de vista del mismo concepto de excelencia, ¿es una decisión correcta y ecuánime?
En primer lugar, ¿es un avance en cuanto a la justicia social o un retroceso? Entiendo por justicia social que todos los individuos que cumplan con unos mínimos de rendimiento, tengan las mismas oportunidades independientemente de la renta de la que dispongan. Los alumnos excelentes con poca o mucha renta podrán seguir estudiando. ¿Qué ocurre con el común de los mortales que no llega a la excelencia? Si pertenece a una familia con recursos, podrá seguir sus estudios a pesar de que sus calificaciones apenas lleguen al aprobado. Si no dispone de recursos, con esas mismas calificaciones no podrá estudiar.
En segundo lugar, tenemos que valorar si la referencia para calificar a un alumno como excelente presenta una objetividad incuestionable o si por el contrario estas calificaciones dependen de unas criterios aplicados en un tiempo concreto y en función de unos contenidos establecidos; contenidos establecidos en unas enseñanzas regladas, que a veces no sólo no califican aptitudes que son muy positivas para la excelencia profesional y personal, sino que incluso las penalizan.
En algún momento hay que tomar la decisión. Pero que un alumno tenga mejores calificaciones que otro al acabar por ejemplo segundo de bachillerato, no significa necesariamente que vaya a ser mejor profesional en el futuro. La excelencia no es una cualidad que no se tiene nunca o se tiene para siempre, es una cualidad que se alcanza y se mantiene a lo largo de un proceso. Por tanto, conceder becas a un abanico más amplio de alumnos aumenta considerablemente las posibilidades de que haya un mayor número de personas bien cualificadas y competentes en su trabajo, ya que un estudiante que en este momento no es excelente, puede llegar a serlo.
Por otro lado, es más que cuestionable, que las competencias evaluadas sean las únicas para valorar a una persona o a un profesional como excelente. Entendemos por estudiante excelente el que dentro del sistema de enseñanza reglada obtiene unos resultados excelentes, pero ¿se valora la imaginación, la capacidad de crítica, la capacidad de discrepar, la capacidad de salirse de lo establecido y crear algo nuevo e inovador...? Los sistemas establecidos, la situación cómoda para muchos, no sólo no valora sino que incluso penaliza al que no es sumiso. Parece razonable que esta diferencia entre excelencia académica y “Excelencia global” exija un margen de confianza para los que no alcanzan este nivel académico superior.
No es fácil encontrar el equilibrio entre establecer unas exigencias mínimas, premiar la excelencia, no cerrar puertas a un amplio sector de la sociedad y establecer un sistema lo más justo posible para que las oportunidades no pertenezcan sólo a los que más tienen. Reducir la importancia de la renta para recibir una beca, creo que desequilibra esta armonía ya de por sí difícil.
TETRAPLEJIA SOCIAL.
Alejandro Llano -catedrático de Metafísica y ex rector de la Universidad de Navarra-, publicaba hace unos meses el artículo “Indignación y política: ¿Una nueva época?”, en el que valoraba al movimiento 15-M, valoración que en general era positiva tanto en lo que se refiere a sus contenidos como a sus formas.
Para sorpresa de muchos propios y de casi todos extraños, alababa en su artículo diversos aspectos de este movimiento. Me consta que algunos se vieron sorprendidos, nunca se les había pasado por la imaginación que esos jóvenes del 15-M pudieran coincidir en sus ideas con las de un profesor y ex rector de la Universidad de Navarra. Y otros, repensaron sus planteamientos desde el prejuicio según el cual sus propuestas no podían ser avaladas por tal profesor.
Sirvió también este artículo para plantearse la imagen que algunos medios han dado de estos movimientos. En unos, los acampados del 15-M eran un grupo de “perroflautas” sin oficio ni beneficio que junto a otros grupos de jóvenes violentos colapsaban las ciudades. En otros, y coincidiendo con la Jornada Mundial de la Juventud, los creyentes eran unas cuantas monjas que junto a niñas de “colegios bien” coreaban consignas como si estuvieran en un concierto de Justin Bieber.
Pero con gran acierto, Alejandro Llano valoró en su justa medida propuestas como la de repensar las formas de participación política desde la conciliación, hacerlo sin eludir temas complicados, fomentar la libertad de expresión, buscar el consenso como cuestión clave, llevarlo a la práctica desde la no violencia o conseguir que los jóvenes salgan de su pasotismo y se interesen por la vida pública.
El movimiento del 15-M fue un movimiento significativo: sacaron de un largo letargo el conformismo apático de toda la sociedad, fueron capaces de concentrar en sus manifestaciones a ciudadanos de diversas edades y situaciones sociales, y se ganaron las simpatías de una parte de la ciudadanía. El artículo de Alejandro Llano, creo que es representativo del compromiso con la sociedad que muchos creyentes mantienen como exigencia de su fe.
Esta coincidencia en las ideas de grupos aparentemente tan diversos, es al mismo tiempo la coincidencia de una importante parte de la población, pero: ¿dónde se han quedado los ciudadanos que supuestamente mantienen estos principios básicos de regeneración democrática y social?
Parece que el tan manido concepto de crisis, se extiende a un ámbito todavía más importante que el económico: la sociedad civil.
La tetraplejia social se perturbó levemente, pero volvió a recaer. Con poco más que conversaciones de pasillo y de máquina de café asistimos como observadores al espectáculo de políticos mediocres, partitocracias nada democráticas, representantes que no representan, especuladores millonarios a base de recortes salariales y sociales, escasos ámbitos de participación ciudadana... No vemos esfuerzos para crear un modelo más justo y más humano, no vemos empresas que cuenten a sus trabajadores como parte de la misma, ni da la impresión que las entidades bancarias sean flexibles con los parados que no pueden pagar su hipoteca.
La oportunidad de construir una sociedad más justa asentada en principios éticos, de modificar unas estructuras políticas y económicas que nos han llevado a esta situación y de reconstruir la vida política y social se van perdiendo. La sociedad civil que cobró conciencia el 15-M, la que persigue desde su fe una sociedad mejor está -al menos aparentemente-, desaparecida.