martes, 16 de febrero de 2010

Mayorías ocultas.

Me voy acercando a la puerta de 1º, al llegar un alumno en tono de broma me dice “podías llegar un poco más tarde”, mientras saco mis libros Verónica y Kike son como siempre los últimos en sentarse. El resto de alumnos, también como siempre, sacan sus libros y los ejercicios... ¿cuántas clases como ésta se darán hoy? cientos o miles, ninguna ocupará la más breve nota en un periódico: “La clase de 1º se impartió con normalidad”.

Quizá aparezca que en un Instituto se le ha agredido a un alumno ecuatoriano pero nadie dará la noticia de que Diego y Vanesa –llegada hace un año de Perú- son novios, nadie dirá que Ignacio se sienta al lado de un alumno brasileño que apenas entiende el castellano y así le ayuda durante las clases. Se informará de los últimos asaltos a chalés realizados por bandas de rumanos pero nadie se acordará de Mihai y su hermana que están aprendiendo castellano a marchas forzadas para poder comenzar el próximo año un curso de iniciación profesional. Nadie hablará de Xenia que llegó a España con 15 años y en segundo de bachillerato está sacando todo sobresalientes. Saldrán los jóvenes del botellón pero no Blanca y Javier que entrenan cuatro días a la semana y se levantan los sábados a las siete y media para acudir a sus competiciones, nunca será noticia Jorge que en vacaciones se va sacar el carné de socorrista para conseguir unos euros en el verano, ni Elba que tiene el record de libros de la biblioteca leídos.

Todos ellos -con otros muchos- forman ese grupo que no crea una imagen de su generación: de ese grupo que no sale en la televisión porque nunca se les ocurriría agredir a un conserje, bajarle los pantalones a un profesor ni mucho menos quemar a un indigente; de ese grupo, de esa mayoría oculta que con mejores o peores notas, con los problemas normales de su edad, van al colegio o al instituto, chatean en Internet y salen los fines de semana.

Sin embargo los medios de comunicación, los que escribimos de vez en cuando, seguiremos siendo injustos. Seguiremos hablando mucho más de los violentos, de los acosadores, de los que abandonan sus estudios, de los que beben demasiado y de los que graban gamberradas para colgarlas en la red. Porque por un lado, ni lo normal ni lo bueno son noticia y por otro, la denuncia -sacar a la luz lo que no funciona- es una forma de manifestar la necesidad de mejora. Por el camino, seguiremos siendo injustos y nos seguiremos olvidando de los “Diegos”, de los “Ignacios”, de las “Kikes”, de los “Mihai” y de sus padres, que han sentado las bases de su educación.

Quizá dentro de unos años cuando el técnico de la lavadora sea eficiente y educado, cuando el enfermero nos trate de forma agradable y el médico sea competente comentemos: “Dónde está aquella generación del botellón y de la violencia”.

Mientras tanto, sin quererlo, sin darnos a veces ni cuenta, seguiremos ocultando a la mayoría. Valga esta breve reseña como reconocimiento.


miércoles, 3 de febrero de 2010

AYÚDALES EN SUS ESTUDIOS.

Enseñarles a ser autónomos en su trabajo, disponer de un lugar adecuado, planificar el tiempo, tener un hábito de estudio, descansar el tiempo necesario..., son pilares fundamentales para el éxito escolar. Pilares fundamentales pero no exclusivos ya que existen otros factores que en mayor o menor medida pueden afectar el rendimiento escolar.

Elogiar sus éxitos, valorar su esfuerzo y sus cualidades. Solemos caer en los dos extremos: o todo en nuestros hijos nos parece maravilloso o somos excesivamente críticos, la virtud está en el término medio. Tenemos que valorar lo que hacen bien, hacérselo ver, premiarles con nuestro reconocimiento y censurar aquello en lo que se equivocan. Nuestro juicio debe ser proporcional a sus capacidades: a veces sacar un cinco en una materia tiene más mérito que un diez en otra y nuestra valoración se tiene que ajustar al esfuerzo y a sus cualidades, no exclusivamente al resultado.

No ocultar información al tutor. Puede haber problemas en las familias o en los propios alumnos que da cierto pudor contar o que se consideran irrelevantes para el rendimiento escolar. El tutor y el conjunto de sus profesores no pueden tratar correctamente a un alumno que está sufriendo algún tipo de problema importante que desconocen.

“El hermano mayor que siempre sacaba sobresalientes”. Una de las cosas que más molesta a un chico o a una chica es que constantemente le estén recordando a ese familiar o vecino que todos tenemos y que es maravilloso en todos los aspectos de su vida. Primero no es verdad, nadie es perfecto, y segundo cada uno somos diferentes y habrá que exigir a cada individuo por su trabajo y sus cualidades.

Plantear objetivos alcanzables. Cuando nos enfrentamos a algún problema de malos resultados o de mal comportamiento no podemos exigir de la noche a la mañana o de una evaluación para otra un cambio radical. Además de ofrecer los recursos para superar el problema; debemos plantear objetivos concretos, alcanzables en un período corto y comprobables: he sacado un dos en matemáticas, pondremos unas clases de apoyo o estudiaremos todos los días media hora extra de matemáticas y en el siguiente examen como mínimo habrá que llegar al cuatro y progresivamente llegar al aprobado.

No proyectar en mi hijo mis deseos. A veces nos cuesta aceptar que nuestros hijos cuando van creciendo forjan su propia personalidad y que normalmente esta personalidad no coincide con la nuestra y mucho menos con deseos que no pudimos cumplir. Ellos no tienen porque cursar aquellos estudios de música que nosotros tuvimos que abandonar o aquella ingeniería que siempre quisimos hacer.

Imagen del centro y de los profesores. Uno de los principios fundamentales de la educación es que yo no aprendo nada si creo que mi profesor no tiene nada que enseñarme. Por ello, la imagen que demos ante nuestros hijos del centro y de sus profesores va a influir directamente en lo que va a aprender y en sus resultados: comentarios despectivos o críticas frecuentes les perjudican. Esto no quiere decir que no existan problemas reales, errores, etc. pero estas cuestiones habrá que solucionarlas entre los adultos intentando mantener a los alumnos al.

Aunque todos estos aspectos no son una garantía segura de éxito, pasarlos por alto es con mucha frecuencia una garantía de fracaso.