martes, 19 de octubre de 2010

AUTONOMÍA.

En la situación actual que se da en casa y en la escuela nos fijamos más en la falta de disciplina, de reconocimiento de la autoridad, de la necesidad de límites que en otra cuestión también fundamental en el proceso educativo: educar individuos autónomos capaces de tomar sus propias decisiones de forma consistente y siendo capaces al mismo tiempo de hacerlo desde la realidad que les ha tocado vivir. La educación debe ir encamina en último término, no a crear clones de nosotros mismos sino a crear individuos con personalidad propia.

¿Qué es la autonomía?

Autonomía es la capacidad de hacer proyectos personales en función de las decisiones que uno toma, de realizar las acciones necesarias para llevar a cabo esos proyectos y de responsabilizarse de sus acciones y de sus fines. Ser capaz de construirse a sí mismo como persona.

Autonomía es ser capaz asumir por sí mismo el concepto de deber.

Hay que saber que lo habitual no siempre es lo correcto, es decir, que tengo que replantearme lo heredado para formar mi propia opinión, que soy yo el que tengo que aceptar o negar sin manipulaciones y valorando las diferentes posibilidades. Al mismo tiempo, y aunque parezca paradójico, les engañamos si no les enseñamos que esta autonomía no puede ejercerse sin tener en cuenta unos ciertos límites.

Normalmente cuando preguntas a un joven que es la libertad te hablan de una libertad absoluta para hacer lo que te dé la gana. Pero tienen que comprender que la libertad se ejerce bajo unas condiciones; es más -aunque parece un contradicción- sólo limitando nuestra libertad, todos podemos ser libres: podemos circular con nuestro coche porque existen unas normas de circulación que me obligan a parar en rojo, si no existiera esa coacción de mi libertad no podríamos circular por la ciudad.

Mi autonomía tiene que reconocer necesariamente el derecho de los demás para ser a su vez autónomos, tiene que reconocer que principios asumidos como universales constituyen un avance para la humanidad: la igualdad de derechos y deberes de todas las personas, el respeto a la diferencia...; y que existen formas civilizadas de manifestar mis disconformidades.

Es verdad que a algunos les resulta más cómodo que los individuos no sean excesivamente autónomos, no sean capaces de mantener desde planteamientos lógicos y consistentes posturas críticas frente a las que ellos mantienen. También es verdad que muchas veces las protestas o las disconformidades se producen desde personas o grupos que lo hacen sin una base crítica consistente. En cualquier caso, son positivas para el individuo y para la sociedad estas posiciones críticas que exigen una mejor explicación, una mejor comprensión o un cambio de rumbo en decisiones que parecían correctas.

La educación de individuos autónomos comienza desde la infancia, dando un margen de decisión adecuado a cada edad al mismo tiempo que se les enseña a ser conscientes de sus límites: como decido gastar mi paga siendo consciente de que cuando se acaba se acaba, tomando decisiones sobre qué estudios cursar; exponiéndoles las diversas opciones que existen frente a un tema explicando, por qué nosotros adoptamos una postura y no otra, animándoles a que se informen antes de tomar una decisión, guiándoles en sus críticas y disconformidades para que sean ajustadas a la realidad y mantengan una lógica; enseñándoles a exponer sus ideas, a ser consecuentes con ellas y a asumir las consecuencias de sus acciones.

Ese ser racional que llamamos persona, sólo se constituye como tal cuando es capaz de ser libre, de tomar decisiones siendo el líder de sí mismo y no desapareciendo en la ideología de un grupo.