domingo, 6 de junio de 2010

INTELIGENCIA

Todavía hoy encontramos en los diccionarios un concepto anticuado de lo que ahora se entiende por inteligencia. Sigue definiéndose más o menos como una capacidad que nos permite realizar operaciones de cálculo; que nos permite conocer, comprender y explicar el exterior y a nosotros mismos como objetos de estudio. Pero es mucho mas que esto, y por supuesto, mucho más de lo que antiguamente median los llamados test de inteligencia.

El estudio de la inteligencia se ha intensificado con el desarrollo de la inteligencia artificial, estudio que ha cambiado la forma de entenderla.

La inteligencia es la capacidad de crear mi propia vida, de buscar la mejor forma de ser feliz. Y para ello es necesario pero no suficiente calcular, conocer, comprender, explicar; porque esta inteligencia fría y calculadora no puede funcionar correctamente sin contar con los sentimientos, son ellos los que nos orientan para sacar el mejor provecho a las posibilidades que nos abre el frío razonamiento lógico.

Inteligencia y emociones son componentes complementarios que nos hacer mucho más eficaces a la hora de orientar nuestras vidas. Por ello es muy importante educar ambos aspectos.

Algunos de estos recursos destacables son: la destreza social, la conciencia de uno mismo, el control personal, la automotivación y la empatía.

La destreza social es la capacidad para manejar las relaciones con los demás. Saber adaptarme a unas personas u otras, ser capaz de establecer lazos perdurables.

La conciencia de uno mismo consiste en el conocimiento de mi propio yo; reconocer mis puntos fuertes y débiles, mis estados de ánimo, mis emociones, reacciones y la influencia que estos tienen sobre los demás. Este conocimiento personal deber ser ajustado a la realidad: si me creo el más guapo, el más listo y el más enrollado actuaré como tal y mis actos me llevarán a fracasar y a tener ante los demás una imagen negativa porque ni soy el más guapo, ni el más listo, ni el más enrollado. Si por el contrario tengo una imagen negativa de mi mismo, me quedaré muy lejos de lo que puedo conseguir: mis fines serán excesivamente sencillos y mi autoestima baja.

Las personas con control personal son capaces de controlar sus impulsos, de tener reacciones proporcionales al hecho ante el cual reaccionan. La capacidad para pensar antes de actuar. Una falta de control puede llevarnos a reacciones desproporcionadas ante una situación conflictiva, un enfrentamiento o un hecho desagradable.

Automotivación es la facultad de “movernos” a nosotros mismos, de ser capaces de conseguir los objetivos que nos planteamos y de hacer frente a los problemas que nos vayan surgiendo buscando las soluciones apropiadas.

Empatía es la habilidad para ponernos en el lugar de los demás, entender sus necesidades, sentimientos y problemas; de responder adecuadamente a sus reacciones. Las personas con empatía son capaces de interpretar los gestos y expresiones de las personas con las que se relacionan, de sentirse afectadas por el dolor o la alegría de los demás. Una persona empática es buen negociador, una persona dialogante que comprende y es capaz de encontrar el punto de acuerdo entre ambas partes.

Todos estos recursos deben ser trasmitidos desde la infancia. Tenemos que transmitir que los demás son valiosos y que tengo que tratarlos no como a mi me gustaría que fueran, sino respetando como son; nuestros hijos tienen que ser conscientes de sus aspectos positivos y de sus limitaciones; de que no se puede actuar por impulsos sino que tengo que pensar, que distinguir lo importante de lo secundario y reaccionar en proporción; tienen que aprender a ser independientes, a no estar siempre subordinados a premios o a castigos externos; y tienen que saber que los demás son como ellos, que sienten afectos y tienen sus propias ideas.