jueves, 1 de julio de 2010

¿DÓNDE ESTÁ LA REBELDÍA?

Las décadas siguientes a la Segunda Guerra Mundial supusieron la implantación y un gran avance en lo que llamamos “estado del bienestar”: los estados se fueron ocupando de las necesidades básicas de los ciudadanos garantizando lo que ha partir de entonces se han considerado derechos de las personas: los derechos sociales. Universalización de la educación, acceso de todos a la sanidad, sistema de pensiones, ayudas a los más necesitados para la adquisición de viviendas... se han ido convirtiendo en aspectos cotidianos de nuestras vidas.

Sin embargo, como consecuencia del aumento del poder adquisitivo y de nuestra sociedad consumista, del estado del bienestar hemos pasado a un “estado del confort”. Estamos tan confortablemente acomodados en nuestro sofá con nuestro mando a distancia, que los grupos que tradicionalmente solicitaban al poder cambios en sus políticas o aportaban nuevas ideas prácticamente han desaparecido. Tan confortablemente situados, nos hemos convertido en una sociedad apática y petrificada, incapaz de movilizarse incluso cuando no sólo el confort y el propio estado el bienestar peligran, sino muchos otros aspectos de nuestro futuro.

Históricamente los grupos de poder han tenido frente a sí otros grupos oponentes, como la sociedad civil frente a estados totalitarios... Todavía más cercanos a nosotros fueron los intelectuales, profesores de universidad y estudiantes los que opusieron resistencia, por ejemplo, al final de franquismo o en las manifestaciones del mayo del 68 francés.

Sin embargo en la actualidad, estos últimos reductos de reivindicaciones también han ido desapareciendo. La universidad actual más tecnificada que social, más burocrática que crítica, ha dejado de ser fuente de inspiración y de iniciativa –excepto honrosas excepciones-. Sus alumnos y los jóvenes en general han perdido también ese espíritu rebelde y han olvidado que los que más se la juegan son los que más futuro tienen: ellos.

Mientras los únicos actos de rebeldía sean los tradicionales y siempre bienvenidos días festivos para reclamar la desaparición de la selectividad o para protestar por las normativas antibotellón, siguen comprometiendo gravemente un futuro que día a día se presenta más oscuro.

Los famosos mileuristas de estos años anteriores se han convertido en privilegiados. Conozco ingenieros superiores con su Erasmus, hablando perfectamente inglés e iniciados en algún otro idioma que están cobrando como profesores adjuntos 600 euros mensuales.

La vivienda -derecho y necesidad básica- mantiene su precio y, o es inalcanzable o exige hipotecas a 30 ó 40 años (toda la vida). Poco a poco se van perdiendo derechos y coberturas sociales, todos los trabajos son cada vez más baratos y más inseguros.

Los jóvenes actuales todavía piensan que con estas nuevas condiciones van a poder llevar el mismo tipo de vida que ahora llevan en sus casas paternas y con el dinero de sus padres. No comprenden todavía que sus trabajos y las reformas sociales van a ser incompatibles con un tipo de vida que ofrezca cierta seguridad personal.

¿Dónde está la rebeldía? Parece que desapareció al mismo tiempo que la autonomía personal, que la capacidad para tener ideas propias y ha sido rematada por el acomodamiento de prácticamente todas las clases sociales.

Es arriesgado e incómodo ser rebelde: arriesgado porque puedo perder lo que tengo; incómodo porque me tengo que desmarcar de la mayoría, del pensamiento único y dominante. Pero sin rebeldes, sin inconformistas, sin grupos críticos con el poder puedo encontrarme cada vez menos libre y con menos posibilidades de retomar mi futuro.

“La rebeldía a los ojos de todo aquel que haya leído algo de historia, es la virtud original del hombre.” Oscar Wilde.