sábado, 10 de septiembre de 2011

EDUCACIÓN DE CALIDAD.


Ya comenzada la crisis económica el puente de una localidad, único acceso posible, fue arrastrado por una riada. Su reconstrucción suponía un considerable aumento en los ya ajustados presupuestos, por lo que decidieron acometer la imprescindible obra abaratando al máximo los costes. Para evitar las protestas vecinales, al responsable político se le ocurrió abaratar en lo que menos se veía, manteniendo al mismo tiempo el aspecto de una buena construcción: hicieron el puente con los mínimos cimientos. Ese año los presupuestos no se vieron excesivamente afectados, los vecinos quedaron contentos; al año siguiente se cayó el puente, pero ya gobernaba otro partido.
Esta situación absurda –supongo- en el terreno de las obras públicas, es la política que se aplica en el terreno de la educación.
En cuestiones puramente económicas, se está reduciendo y poniendo límite al endeudamiento del Estado para no hipotecar el futuro. Pero al mismo tiempo se está hipotecando el futuro si la formación que se da a los jóvenes no es una formación de calidad y no constituye unos cimientos consistentes; ya que sólo una alta cualificación profesional nos hará competitivos, nos permitirá superar la crisis cuanto antes y nos hará capaces de situarnos con dignidad en el mapa económico que surgirá tras ella.
El debate sobre las horas lectivas ha vuelto a poner sobre la mesa el asunto de la calidad de la enseñanza, al mismo tiempo que ha planteado también otros temas de corte laboral.
En el ámbito laboral, la reducción de plantillas con su consiguiente reducción en la contratación de interinos, es un tema importante tanto desde un punto de vista personal como sindical. Pero desde un punto de vista más global, la cuestión de una educación de calidad debe centrar nuestra atención.
Si se abre y se mantiene este debate como un problema por una hora lectiva me parece una manipulación o un error. Manipulación por parte de quien quiere trasmitir a la opinión pública la idea de que trabajamos unas pocas horas a la semana y error, porque el aumento de horas de clase por sí solas no son tan significativas, a no ser  -como es- que sea la gota que colma un vaso ya colmado hace tiempo.
En el primer tema hay que recordar o informar que la jornada laboral de un profesor es la misma que la de cualquier funcionario y que en su horario de trabajo, además de las horas lectivas también prepara esas clases, corrige, atiende a padres, se reúne en evaluaciones, con el resto de tutores, adapta currículos, etc.
En cuanto al segundo, es verdad que el aumento de horas lectivas afecta al tiempo que puede dedicarse a cada alumno y a las medidas de atención específicas, pero creo que la repercusión de una o dos horas no es tan grave y que hay que entender las reacciones que ha provocado desde un punto de vista mucho más amplio: las diversas circunstancias de muy variada índole que vienen mermando desde hace tiempo la calidad educativa al no proporcionar los recursos necesarios para afrontarlas y la situación general del profesorado.
La vida de los centros se ha ido haciendo cada vez más compleja, al profesor se le han ido exigiendo más funciones, funciones para las que no estaba preparado y funciones para las que tampoco ha tenido demasiadas ayudas ni alicientes. La escuela ha tenido que asumir buena parte del papel que ejercían las familias al mismo tiempo que frecuentemente, el profesor se ha convertido en “el malo” frente a alumnos sancionados y apoyados por sus padres. Desarrolla un papel integrador acogiendo a alumnos de múltiples nacionalidades. Atiende alumnos escolarizados hasta los 16 años pero sin ningún interés por aprender. Trabaja temas transversales relacionados con valores, educación vial, sexual, etc.
Pero al mismo tiempo que no se le ha dotado de los recursos necesarios para llevar a cabo las nuevas demandas, ha perdido su reconocimiento social para educar, buena parte de su trabajo como educador se ha convertido en trabajo como “guardador”,  en demasiadas ocasiones le resulta prácticamente imposible explicar, muchas veces se ha visto impotente ante su trabajo, se siente maltratado por unas normas que igualan el valor de su palabra a la de un niño o a la de un adolescente...
Y para rematar: menos sueldo, más alumnos y más horas.
De todo hay en la viña del Señor, pero creo que para el profesorado el tema de las horas lectivas es mucho más que el problema de añadir una hora lectiva (dos o tres). Lo que late en el fondo es mucho más profundo e importante. Creo que no me arriesgo demasiado si afirmo que los docentes asumirían con gusto más horas lectivas a cambio de unas condiciones que les permitieran desarrollar su trabajo en unas condiciones adecuadas, en unas condiciones que repercutirían directamente en una educación de calidad.