Volvemos
contra pronóstico. No contra uno, sino contra dos.
Contra
el pronóstico de que la filosofía no ampliaría sus horas lectivas cabía cierta
esperanza, los partidos habían manifestado su disposición. Pero contra el
pronóstico de que fuera ahora, precisamente cuando no se ponen de acuerdo en
nada, ha sido una sorpresa. Por algo se empieza, y no está mal que comiencen con
la filosofía.
Este
regreso plantea sin embargo algún problema al mismo tiempo que puede ser una
buena oportunidad para repensar la metodología y los contenidos de la materia.
El
problema que plantea no nos afecta directamente a los profesores aunque si
levantará alguna ampolla entre compañeros de otras materias. Una vez superada
la dificultad de introducir una asignatura que no se imparte, surge una dificultad
añadida: ¿qué horas se quitan para impartir la materia que no estaba? Políticos
y asesores tiene el gobierno para decidirlo.
La
segunda cuestión no es que dependa totalmente de nosotros, pero si que tenemos alguna
implicación más: ¿la filosofía debe seguir impartiéndose como hasta ahora o es
momento de plantearnos una nueva forma de hacerlo?
¿Qué
enseñamos: filosofía o a filosofar? Hasta cierto punto ambos están muy unidos,
pero no son exactamente lo mismo.
La
filosofía es el estudio de problemas fundamentales y de las soluciones que se
han dado a lo largo de la historia. la existencia, el conocimiento, la verdad,
la belleza, la moral, el lenguaje…
Filosofar
es la actitud de hacerse preguntas y buscar respuestas, de no aceptar lo
aprendido porque sí, de buscar el rigor en los razonamientos…
Desgraciadamente,
con demasiada frecuencia –por ejemplo según el examen que se haga en la EvAU-,
la enseñanza de la filosofía se convierte en impartir unos contenidos que no
dicen nada a los alumnos y que reescriben de memoria en el examen.
Cuando
en las declaraciones de intenciones defendemos la necesidad de la filosofía,
hablamos de su importancia para desarrollar una actitud crítica, reflexiva,
racional, capaz de hacer preguntas, de no dar nada por sentado, de ir al fondo,
de desarrollar un conocimiento comprensivo y relacional… Pero si en la práctica
esto se convierte en memorizar teorías y repetirlas en tres folios, esto es un
engaño en toda regla.
Por
una parte, interesarse por los problemas y soluciones de pensadores de hace
trescientos, mil o dos mil quinientos años , exige una madurez intelectual y
unas inquietudes que en principio nuestros alumnos adolescentes no tienen.
Uno
no busca soluciones y se interesa por ellas si previamente no tiene un
problema. Si de verdad queremos que desarrollen esas actitudes reflexivas y
críticas tenemos que partir de problemas que realmente tengan o que al menos
sean cercanos y no les cueste trabajo comprender, después será mucho más fácil
ir retrocediendo en la historia para comprender los problemas de otras épocas.
Si no tienes un problema, ¿para qué quieres una solución? –De ahí que alguna
diferencia de contenido entre las modalidades de bachillerato sería provechosa-.
Por
otra, en esta propuesta encuentro dos aspectos positivos aunque uno sea
insuficiente.
Me
parece muy positivo que se busque la continuidad entre los tres cursos en los
que inicialmente se piensa introducir la filosofía, esa continuidad debiera
implicar progresión de forma que al llegar a segundo de bachillerato fueran
capaces de alcanzar esa madurez necesaria para interesarse por problemas
clásicos y básicos del pensamiento.
También
me parece positivo que se contemple la filosofía como una materia tan
fundamental como matemáticas y lengua, aunque esta importancia –ya sé que ahora
es mucho pedir- se retrotaiga incluso
hasta la educación infantil y primaria que es cuando desarrollamos nuestra
forma de enfrentarnos con el mundo y cuando sería mucho más fácil que los alumnos
asumieran esa actitud critica, racional, lógica… Evidentemente no se trataría
como piensan algunos de empezar a hablarles de Platón o de Kant, sino de que a
su nivel fueran capaces de observar, plantearse preguntas, responder con
argumentos bien construidos a cuestiones cotidianas: ¿por qué es necesario que
en clase haya ciertas reglas? ¿las que reglas que tenemos se pueden mejorar?
¿qué ideas tenéis para mejorarlas? ¿quién tiene autoridad para
establecerlas?...
Otra
cuestión que sufrimos en filosofía pero que también mejoraría el aprendizaje de
otras materias, sería facilitar la interrelación de las diversas asignaturas
que ahora se imparten como compartimentos estancos y sin relación: historia,
literatura, filosofía o ciencia coexisten y se influyen mutuamente en la
realidad aunque en los currículos parezcan conocimientos independientes que los
alumnos son incapaces de relacionar.
Volvemos,
la cuestión es cómo volvemos. Si mejorando nuestra docencia o manteniendo la
visión que algunos hermanos mayores darán a los pequeños, ¡filosofía!: “Alien,
el regreso”.
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