martes, 10 de septiembre de 2013

AÑO I ANTES DE LA LOMCE.

A un año de la implantación de la LOMCE nos queda para este curso todo su proceso de concreción. Concreción primero de todo el desarrollo normativo que la Ley prevé y de las decisiones que sobre su aplicación directa se tomen. Concreción que en otros casos ha olvidado algunos aspectos de la ley correspondiente o se ha quedado sin aplicación real, sobre todo cuando su puesta en práctica exigía un aumento de la dotación económica.
Esta enorme cantidad de aspectos por concretar podemos clasificarlos en tres grupos: aquellos de los que depende el apoyo a los alumnos que presentan alguna dificultad, aquellos que tienen un cariz fundamentalmente técnico, y otros que aunque aparecen en las intenciones de la Ley tenemos motivos para pensar que existen dificultades para su realización.
El gran problema de los planes de refuerzo y recuperación consiste en que su aplicación exige medios extraordinarios, medios sobre los que -viendo cómo van las cosas- podemos mantener una “duda razonable” sobre su llegada.
La LOMCE establece planes específicos para alumnos que repitan y para los que no superen las pruebas de diagnóstico. Programas de refuerzo personalizados para los que promocionen con materias no superadas y refuerzo para los que superando todas las materias de ESO no superen la evaluación final.
Al mismo tiempo dispone la aplicación de planes específicos de mejora en los centros cuyos resultados sean inferiores a los establecidos.
Mucho plan para tanto recorte, al mismo tiempo que estos planes son especialmente importantes.
En lo referido directamente a alumnos, estos planes suponen la igualdad de oportunidades entre los alumnos que mostrando alguna dificultad disponen de capacidad económica para buscar apoyos externos o aquellos que mostrando esas dificultades no disponen de medios económicos. Si la escuela no ofrece realmente estos apoyos están muy cerca del fracaso.
En lo referido a los centros, suponen la dotación de medios a aquellos centros que presentan problemas graves por el tipo de alumno que acoge y por tanto, es una de las claves para que en esa evaluación en la que los centros docentes van a ser comparados tengan la oportunidad de alcanzar un nivel medio. De lo contrario, estos centros nunca podrán atender a sus alumnos de la forma adecuada y serán catalogados como centros marginales a los que sólo acudirán alumnos marginales.
En relación a estas evaluaciones “Los resultados de las evaluaciones que realicen las Administraciones educativas serán puestos en conocimiento de la comunidad educativa mediante indicadores comunes para todos los centros docentes españoles… y previa consideración de los factores socioeconómico y socioculturales del contexto.” ¿Cuál va a ser esa “previa consideración” que va a compensar las diferencias socioeconómicas y socioculturales? Cuestión delicada y fundamental establecer esas consideraciones.
En cuanto a aspectos principalmente técnicos son muchas las cuestiones a concretar. Con relación a las materias nos queda por conocer todos los aspectos del currículo: competencias a adquirir, contenidos, criterios de evaluación; sobre todo en vías o materias nuevas o que cambian en horas o cursos. Está por ejemplo la nueva vía de Formación Profesional Básica o materias que pierden horas en el conjunto de la escolarización como Filosofía u otras como Conocimiento del Medio que ahora desaparece al mismo tiempo que en su lugar se establecen Ciencias de la Naturaleza y Ciencias Sociales.
Con relación a las pruebas que tanta importancia cobran en la nueva ley –pruebas de diagnóstico y evaluaciones finales en Primaria, ESO y Bachillerato- hay que establecer su estructura, contenidos y criterios de evaluación para valorar el logro de los objetivos y el grado de adquisición de las competencias.
Una cuestión importante es saber qué medidas se van a tomar para que los cursos no se conviertan en un mero adiestramiento para la superación de las pruebas, lo cual daría muy buenos resultados en las mismas pero sería al mismo tiempo una mala educación.
No podemos olvidar tampoco los procedimientos de admisión para cursar Ciclos Superiores ni los que cada Universidad puede establecer para sus estudios de Grado.
Otro punto inicialmente previsto que crea incertidumbre es la importancia que la nueva ley concede a lo relacionado con aptitudes personales y una educación ciudadana. ¿Qué procedimientos se van a establecer para que el alumno adquiera “el pensamiento crítico, la gestión de la diversidad, la creatividad o la capacidad de comunicar.”? ¿Cómo se va a regular lo que la Ley considera “Uno de los principios en el que se inspira el Sistema Educativo Español… la libertad personal, la responsabilidad, la ciudadanía democrática…”?
Muchos temas por cerrar y muchas sospechas que conjurar. 

¿HABLAMOS?

El lenguaje es evidentemente una de las características más específicas de la especie humana. No sólo es un complejo sistema de comunicación, sino que también nos capacita para abstraer y conceptualizar. Sin embargo en este contexto, el uso del lenguaje también puede constituir una fuente de problemas en nuestra convivencia diaria. 
Esos problemas están relacionados con la indefinición de algunos conceptos. 
Está claro de qué hablamos cuando nombramos una mesa, pero ¿está tan claro a qué nos referimos cuando expresamos términos como bien o verdad? Si mi hijo va a ver una película porque le he dicho que está bien, puede volver diciendo ¿cómo puedes decirme que estaba bien?: nuestro concepto de película buena es muy diferente. 
Si nos referimos a valoraciones éticas todavía el tema se nos complica más. “Es un buen amigo”: ¿porque está en los malos momentos o porque es mayor de edad y me compra el ron que yo no puedo comprar? Incluso si me refiero al mundo físico -a mi vida- como “la realidad”, algunos filósofos y casi todas la religiones me dirán que la verdadera realidad no es ésta sino la “Vida” que vendrá tras la muerte. 
Los científicos naturales se dieron cuenta que sin un lenguaje preciso la ciencia era imposible: nadie duda del significado de una multiplicación o del significado de los símbolos que aparecen en las fórmulas físicas. Las ciencias humanas sin embargo no sólo han tardado más en aplicar este lenguaje preciso al estudio del hombre, sino que en buena parte siguen pensando que no se puede encerrar al ser humano en estrictas fórmulas. 
La persona escapa, tiene aspectos a los que sólo nos podemos acercar con un lenguaje menos preciso. Esta falta de precisión del lenguaje se acentúa enormemente al combinarse con nuestros mecanismos psicológicos. 
No es lo mismo lo que siento, lo quiero decir, lo que realmente digo y lo que los demás entienden. Una torre de Babel en la que el entendimiento parece imposible: ante una situación me puedo sentir defraudado por otra persona; al mismo tiempo que quiero decírselo, no quiero expresarlo de una forma muy drástica para no perjudicar nuestra amistad; pero como realmente me ha sentado mal, lo digo subiendo el tono y manifestando mi malestar con mis gestos; el otro interpreta que lo que estoy es enfadado y piensa que tengo muy mal carácter porque realmente no sabe porqué me expreso así. 
Al mismo tiempo mi educación, mis experiencias, mis expectativas… hacen que la interpretación de lo que escucho no sea la misma que la intención de quien lo expresa. Lo que para mí pretende ser un comentario intrascendente sobre por ejemplo una borrachera puntual, para la otra persona puede ser muy importante porque sufrió el alcoholismo en su casa. 
De ahí que la raíz de muchos de nuestros problemas en las relaciones cotidianas estén producidos no por un problema real, sino por un problema lingüístico de expresión y de interpretación. Evidentemente no podemos comunicarnos con signos inequívocos, la imprecisión es consustancial a la comunicación humana y por tanto de alguna forma hay que compensarla. Por eso, y aunque parezca contradictorio: “hablando se entiende la gente”. 
Las confusiones, las malas interpretaciones, la imprecisión al fin y al cabo, se resuelve con más lenguaje: explicando mejor las cosas, puntualizando, aclarando las expresiones conflictivas, las intenciones iniciales, la perspectiva desde la cual me expreso o escucho. Sólo procurando la claridad y la precisión, evitaremos en muchas ocasiones quedarnos con mal sabor de boca, discutir y enfadarnos por problemas que no son tales.

domingo, 4 de agosto de 2013

SOMOS TIEMPO.

Desde que el ser humano es humano la realidad que le rodea le ha producido admiración y sorpresa, se ha preguntado sobre ella y desde la religión, la filosofía o la ciencia ha intentado dar respuesta a las cuestiones que se le han ido planteando. El origen del universo, de la vida en general y de la humana en particular han sido y son interrogantes ineludibles. Físicos y biólogos van avanzando en estas explicaciones. Pero cuando ya estamos aquí, si algo somos, somos tiempo. 
El tiempo es nuestro medio, el “medio natural”, la sustancia de la vida, el que le pone límites, el que la define. Pero es un medio neutro: ni bueno ni malo, ni ganado ni perdido. El tiempo es lo que cada uno de nosotros somos capaces de hacer con él. Valorado como bien escaso que es y muchas veces perdido como seres contradictorios que somos inevitablemente, pasa. 
Decía John Lennon que la vida es lo que sucede mientras estás haciendo otros planes. Y es que con frecuencia sin darnos cuenta la dejamos pasar. Pasamos días esperando el fin de semana, meses esperando las vacaciones: pero la espera es tiempo, tiempo perdido si sólo sabemos esperar.  Queremos que un mal día acabe cuanto antes, pero hoy es el mejor día de hoy que voy a tener y, ya que vamos de cantautores no sé si “hoy puede ser un gran día y mañana también” pero lo que con toda seguridad va a ser, es único. 
Como fin último perseguimos la felicidad y frecuentemente la relacionamos con nuestra situación material. Hasta cierto punto es así pero no solo: mientras nuestras necesidades básicas no están cubiertas es difícil ser feliz y en la medida que nuestra situación material mejora lo hace también nuestra felicidad. Pero una vez que estas necesidades básicas están cubiertas el aumento de nuestros bienes materiales no van paralelos al aumento de nuestra felicidad. Si tengo dificultades para comer, en la medida que mi capacidad adquisitiva aumenta y puedo comer, aumenta mi felicidad; pero una vez que cubro esta carencia, el poder comer en restaurantes de lujo no me hace necesariamente más feliz. ¿Qué me queda una vez cubiertas mis necesidades básicas?, tiempo. 
El tiempo es también nuestra herramienta y nuestra definición. Es la herramienta que utilizo para conseguir mis fines y es nuestra definición, porque acabo siendo lo que he hecho con mi tiempo: si lo he invertido para ser fontanero, médico o maestro, con frecuencia pierdo mi propio nombre para pasar a ser el fontanero, el médico o el profesor. Soy mi pasado y soy mi futuro: acumulo ahora mis experiencias, mis decisiones, mi suerte…; actúo pensando en lo que quiero llegar a ser, en el lugar al que quiero llegar. Pero no puedo permitirme el lujo de pasar la vida lamentándome de mi pasado o hipotecado totalmente por mi futuro: soy a medio camino entre lo que fui y lo que quiero ser, pero soy ahora. 
Dedicarnos a cosas banales o a “no hacer nada” no es necesariamente perderlo. Vivimos un tiempo acelerado y estresante, un tiempo que nos pone en tensión y que pasa a toda velocidad sin apenas darnos cuenta. Parar y buscar nuestros momentos no es egoísmo, es una forma de desacelerarme, de volver más tranquilo, con más calma, con más calidad de tiempo para estar con los demás, para desarrollar nuestro trabajo. 
Nos dedicamos a veces a “matar el tiempo” como si tuviéramos de sobra, pero al final es el tiempo el que acaba con nosotros. Él queda, pero el nuestro acaba, y aquí las segundas partes no existen.

sábado, 20 de julio de 2013

UN MAL COMIENZO.

Que lo que bien empieza bien acaba es una afirmación popularmente aceptada pero que con frecuencia ignoramos. Sí entendemos que más vale acertar desde el principio que tener que rectificar –si se puede- a medio camino, pero con frecuencia no caemos en la cuenta de que algunos de “nuestros inicios” son un mal comienzo para solucionar los problemas. 
Comenzamos mal si para solucionar la dificultad necesitamos el apoyo de todos, si damos por hecho que no tenemos que hacer nada para encontrar su solución o si pensamos que volviendo al pasado la cuestión se resuelve. 
 En una reunión sobre la prevención del acoso escolar una de las madres aportó su solución: si todos en nuestras casas enseñamos que tienen que respetarse, que si no les gusta ser rechazados tampoco deben rechazar a los demás, evitaremos que se produzcan estas situaciones de acoso. Los asistentes asintieron, pero como en el anuncio de la tele: “¡¡error!!”. Si la solución al problema pasa porque todos los miembros de un colectivo más o menos amplio desarrollen un determinado tipo de actividad o mantengan una actitud, no es un buen comienzo. 
¿En cuántas ocasiones “todos” hemos hecho algo al mismo tiempo? Pensemos en convocatorias de huelga, manifestaciones contra el terrorismo o denunciar una injusticia manifiesta. Por muy evidentes que sean los motivos para que “todos” nos movilicemos o cambiemos nuestro comportamiento; el miedo, la comodidad, la sumisión, el egoísmo… hace que un buen grupo de personas se quede fuera del “todos”. Es más bien a la inversa. Son pequeños grupos los que con su persistencia y dedicación consiguen cambios importantes, pequeños grupos que a veces puntualmente consiguen un apoyo más generalizado, pero que se mantienen constantes siendo una minoría. 
Esperar los cambios sin hacer nada, desahogarnos sin comprometernos, tampoco es un buen comienzo para llegar a una solución. “Ya cambiarán las cosas”, “ya se darán cuenta”... Las cosas no cambian solas y pocas veces alguien se da cuenta si no se lo hacen ver. 
Bares, pasillos, el corrillo de fumadores… son los espacios en los que quejas, injusticias, reclamaciones o abusos se ponen sobre la mesa. Pero si hay que firmar con nombre y apellidos, unos cuantos desaparecen. Y si hay que dar la cara, el que habla mira a su espalda y prácticamente se ha quedado solo. Sin compromiso y acción las cosas no cambian, todo sigue igual. 
El remedio, tampoco está en volver: “antes sí que respetábamos a los padres” o “siempre se había hecho así”. Para algunos la solución está en reproducir formas, situaciones o modelos que un día funcionaron; pero la vuelta es imposible. Esto no significa que tengamos que partir de cero, que tengamos que olvidar principios fundamentales. Pero la solución no está en reproducir lo que un día funcionó, porque aquel día ya ha pasado. Hay que mirar al futuro, a lo que está por hacer, a lo que todavía hay que inventar. La solución no es copiar, sino reinventar. Las circunstancias cambian y con ellas el “antes hacíamos…”, “antes hablábamos…”, quedan desfasados. 
No podemos pedir la misma actitud a quien partía de poco y si estudiaba se le prometía mucho, que a quien ya lo tiene todo sin haber hecho casi nada. Sería muy sencillo tener un catálogo de soluciones para aplicar en cada caso, una especie de plantillas que colocar en cada ocasión. Pero lo que antes fue una solución, hoy no encaja. 
Replantear, imaginar, ingeniárselas para llegar a la raíz de un problema tal como hoy se plantea es mucho más complejo. Investigar caminos, equivocarse y aprender es necesario. Añorar, inútil. Un punto de partida consistente y una planificación realista, nos dan cierta garantía para alcanzar una solución acertada. Esperar la participación de todos, que las soluciones lleguen solas o por la reproducción mecánica de un modelo, no es un buen principio.

domingo, 7 de julio de 2013

JÓVENES Y GRUPOS SECTARIOS.

Los medios de comunicación nos han llevado a pensar que las sectas son exclusivamente grupos que incitan a sus miembros a suicidios colectivos o que llevan a sus adeptos a realizar actividades inmorales y/o ilegales como la prostitución y las han llamado sectas destructivas, pero no sólo estos grupos pueden ser denominados así.
Cualquier grupo que se sirva de técnicas encubiertas y engañosas para captar a sus adeptos; que destruya la personalidad, la libertad y la capacidad de pensar controlándolos psicológica y físicamente; que “obliga” a romper los lazos familiares y sociales, que aconseja ocultar la pertenencia al grupo sobretodo a los menores de edad...  puede considerarse una secta destructiva aunque las actividades de sus miembros no puedan ser consideradas inmorales ni ilegales. De hecho estas últimas son una minoría frente a ese otro tipo de grupos que de forma más discreta van captando adeptos para beneficio económico de unos pocos o para difundir ideas de corte esotérico, trascendente o incluso político.
Aunque potencialmente todos somos posibles objetivos de las sectas, los más jóvenes por sus especiales características constituyen el grupo de más fácil captación: son más idealistas, quieren cambiar la sociedad y dar sentido a su vida, se sienten incomprendidos, no tienen opiniones formadas, necesitan respuestas, las soluciones de sus padres no les satisfacen y carecen de criterios y experiencia para darse cuenta de que los manipulan.
Las técnicas de captación utilizadas por estos grupos pueden ser las relaciones personales, las actividades tapadera o los reclutadores encubiertos. Relaciones personales: Conocidos, compañeros, personas con las que no te unía una especial amistad establecen contigo relaciones de amistad, confianza, complicidad que acaban llevándote a una determinada organización: personas recién llegadas a un nuevo ambiente –barrio, colegio, etc.-, o personas tímidas que tienen dificultades para relacionarse encuentran una o varias personas que se convierten en amigos atentos que les ayudan y están pendientes de sus necesidades. Actividades tapadera: Ocupaciones u ofertas para desarrollar una determinada actividad aunque el verdadero fin es captarte para un grupo, fin que por supuesto permanece oculto: técnicas de estudio, relajación, psicología. Actividades de tiempo libre: excursiones, campamentos, fiestas, visitas culturales. Actividades relacionadas con temas filosóficos, ocultismo, culturas perdidas. Centros de estudio: academias, clases particulares o repasos. Actividades relacionadas con la solidaridad, la caridad, los drogadictos, los necesitados.... Reclutadores encubiertos: Personas que desde su puesto de trabajo se aprovechan de su situación para captar: docentes que invitan a sus alumnos a actividades que nada tienen que ver con su trabajo, abogados que sacan partido de situaciones emocionalmente complicadas como una separación...
No hay que vivir en la alarma constante pero sí es conveniente que nosotros y nuestros hijos tengamos presentes unas precauciones básicas. Si se realiza algún tipo de actividad formativa, de tiempo libre, de atención a los necesitados, o del tipo que sea hay que informarse bien de quien la organiza y preferir grupos, instituciones o asociaciones conocidas. Si no las conoces pregunta a personas que no tengan que ver con ese grupo: de quién se trata, a qué se dedica, cuál es su finalidad, su organización, su sede, etc. Busca varias fuentes de información.
No hay que fiarse si a través de una actividad con un fin determinado como dar unas clases de matemáticas se acaba hablando con un señor sobre el sentido de la vida, el bien, etc-; si una nueva amistad o una persona aprovecha su situación laboral o su cargo para  ponerte en relación con algún grupo. Desconfía si te piden que ocultes algo a tu familia o a tus amigos “porque ellos no te van a comprender”, si tras el nombre oficial de los organizadores detectas otro grupo "oculto" que no sale demasiado a la luz, si te presionan con constantes llamadas o visitas para asistir a actos y reuniones o si las posiciones que defienden "son sin duda las verdaderas" y no se está abierto a crítica.
Si en cualquier situación sospechas que de alguna forma estás en relación con una secta, "huye" lo más rápido posible, la curiosidad puede llevarte a formar parte de él. Informa a tus padres y a tus amigos para que no se acerquen a ese grupo, y  si realizan actividades ilegales haz la denuncia correspondiente.

“Fui a una conferencia  y luego nos prepararon una merienda, era gente muy simpática. Yo tenía 15 años. Quedamos para un partido y ahí surgió todo” Ex miembro de un grupo sectario.

jueves, 4 de julio de 2013

CONSENSO.

Un problema de los actuales sistemas democráticos es la necesidad que tienen los partidos de planificar políticas a corto plazo -a cuatro años vista-, con las futuras elecciones como meta. Sin embargo cuando hablamos de grandes figuras de la política, cuando hablamos de grandes estadistas, nos referimos a quienes han tenido la capacidad de tener una visión de Estado y de futuro por encima de sus intereses individuales o de partido. 
No es fácil combinar ambas perspectivas. Las cuestiones fundamentales y profundas no se resuelven en breves períodos de tiempo, las soluciones a problemas estructurales no dan sus frutos en unos pocos meses o años. Por ello, resolver estos retos exige el consenso al menos de quienes van a tener en su mano el poder durante varias legislaturas, aunque su procedencia ideológica sea diversa. Si no es fácil combinar la perspectiva a cuatro años con la perspectiva a medio o largo plazo, tampoco lo es encontrar gestores públicos con las aptitudes necesarias para alcanzar el consenso. 
Ideas claras y precisas, capacidad para escuchar y para renunciar a parte de su discurso, disposición a anteponer el interés general a su propio afán de protagonismo, carisma para convocar al resto de fuerzas políticas, honradez para generar confianza y poder de convicción para trasmitir la necesidad del consenso, son características necesarias en esos políticos que necesitamos. 
No podemos consensuar si no somos capaces de poner sobre la mesa propuestas realistas, bien perfiladas, un punto de partida fiable sobre el que comenzar a trabajar. No podemos llegar al acuerdo si no somos capaces de escuchar las críticas y las propuestas del resto, si no somos capaces de renunciar a parte de nuestras ideas para hacerlas compatibles con las de los demás. No podemos asentar una base firme si queremos aparecer como salvadores o remedios imprescindibles. No tenemos poder de convocatoria si no hemos tenido una trayectoria intachable que genere confianza, que consiga que nuestras intenciones sean consideradas sinceras. 
La antítesis del consenso la constituyen quienes no tienen una idea clara de su proyecto, quienes se cierran en sus planteamientos haciendo oídos sordos a cualquier propuesta que no concuerde con la suya, quienes no están dispuestos a dejar sitio en la foto a otros que junto a él sean capaces de establecer una estructura estable, quienes no inspiran confianza sino la sospecha de que bajo la propuesta, bajo la piel de cordero, se esconde el lobo. 
Dice la canción que “andamos justos de genios” –Eugenio Salvador Dalí, Mecano-, pero bien podía decir que andamos huérfanos de personas sabias, de políticos de Estado: en el gobierno, en la oposición y en el resto de partidos. ¿De qué sirve -por ejemplo- no ceder un ápice en la redacción de una ley si eso supone que en cuanto se pierda la mayoría la ley cambiará? ¿No sería más inteligente ceder en algunos aspectos para que otros se perpetúen a lo largo de los años?
Las reglas que regulan los grandes asuntos que estructuran un país no pueden variar cada dos por tres. No pueden depender de situaciones circunstanciales o de intereses concretos, particulares o partidistas. No podemos pensar en un futuro firme desde una base inestable y cambiante que sólo nos ofrece la seguridad de que pronto volverá a cambiar. 
Organización territorial, justicia, separación de poderes, alcance del estado del bienestar o educación no pueden bailar al son de la musiquilla de cada partido y de los socios de gobierno que en cada momento necesite. 
Y perdonen que acabe llevando el agua a mi molino, ¿De qué le sirve al señor Wert aprobar una ley con artículos que no ha consensuado ni en su propio partido? ¿De qué le sirve crear conflictos con la oposición y los nacionalistas si esto trae como consecuencia que la LOMCE se cambie cuando el PP pierda la mayoria absoluta? ¿De qué nos han servido leyes de educación basadas en el conflicto en lugar de en el consenso?

lunes, 24 de junio de 2013

PEQUEÑAS CAUSAS DE UNA MALA EDUCACIÓN.

Una y otra vez dando vueltas y más vueltas intentamos aclarar los problemas relacionados con la educación. Desde la relación con los adultos al fracaso escolar, pasando por su “adicción” a los videojuegos, su temprana adolescencia o las dificultades que creemos no van a ser capaces de superar, son asuntos nos inquietan. Asuntos para los que buscamos una causa y que han generado multitud de “manuales”.
Educar en un libro o en un artículo es fácil. Elaborar grandes teorías basadas en la sociedad, los cambios tecnológicos o la influencia de comenzar el instituto a los doce años, relativamente sencillo. Pero sin que estos factores dejen de tener importancia, lo realmente complicado es estar día a día al pie del cañón. Mantener el tipo en muchas pequeñas cosas es una misión fundamental pero ardua.
Comportamientos tan aparentemente insustanciales como que los pequeños sean los que manejen el mando a distancia muestran que ellos son el centro y todos los demás nos adaptamos a sus gustos y a sus deseos: si hay dibujos no importa que los padres o los abuelos quieran ver el informativo, van y cambian de canal.
Adquieren -les damos- horarios, tecnologías, trato… derechos de adultos pero siguen siendo infantiles. Se enfrentan demasiado pronto a situaciones ante las que no son capaces de actuar, situaciones que escapan a su control y a sus posibilidades.
Al mismo tiempo y en contradicción con nosotros mismos “reconocemos” su falta de capacidad para actuar como adultos y los seguimos protegiendo como niños. Navegan con libertad por internet pero no les dejamos que respondan de sus deberes: miramos la agenda, estamos pendientes de cuándo tienen examen, les ayudamos a acabar sus ejercicios... Salen hasta tarde pero cuando tienen un problema con un compañero del colegio vamos nosotros a solucionárselo. Y si ya mayor alquila una habitación para vivir su vida sufrimos más que ellos, les lavamos la ropa, les preparamos comida para llevar  y les cargamos el móvil.
Educamos a nuestros hijos como “adultos prematuros”:  el tiempo de juego, la infancia, se reduce a unos pocos años. Enseguida sus modelos de conducta son los protagonistas de series de televisión, posan como actrices en sus fotos del twenti, encuentran en la red canciones para mayores estéticamente pensadas para “niños mayores”, y el excesivo uso de los aparatos impiden el contacto, la actividad compartida, potencian el aislamiento.
Son mayores demasiado pronto pero no les exponemos a las consecuencias de serlo: los deberes son suyos, sus problemas con los compañeros –dentro de lo aceptable- los tienen que solucionar ellos y la independencia de los padres exige la dependencia de uno mismo.
Especialistas en la resistencia pasiva y en el desgaste psicológico acaban consiguiendo librarse de sus “taeríllas” domésticas porque más nos vale hacerlo que mandarlo.
Los padres estamos cansados, ocupados, estresados. Delegar en la televisión, el ordenador o las consolas es cómodo, si además las tienen en su cuarto mejor. Pero crearles un “microcosmos” en su habitación es -sin darnos cuenta-, “echarlos de la familia”: pierden los vínculos, los lazos afectivos, se vuelven egoístas, piensan en su vida al margen del resto. Comer solos, no hacer actividades con los padres, no ocuparse nunca de su hermano pequeño o de tareas comunes… son pequeños elementos de una mala educación.
Muchas pequeñas causas pueden ser un gran motivo.

miércoles, 12 de junio de 2013

EL LENGUAJE DE LA CRISIS.

Cuando inventamos algo, le ponemos nombre. Cuando descubrimos un lugar, una partícula, un planeta... también lo nombramos, porque aunque estaba allí, nombrarlo significa darle existencia para nosotros. Comenzamos a superar un problema cuando somos capaces de hablar de él y los temas tabú son innombrables. El lenguaje crea y nos crea, con él descubrimos, nos liberamos pero también nos encerramos y nos encadenamos. 
Controlar la entonación, la expresividad, los matices, los silencios, las sugerencias, los gestos... puede significar también controlar a las personas. Porque el lenguaje saca a la luz la realidad pero también puede ocultarla, enmascararla, manipularla o falsearla. 
Falseamos la realidad cuando nombramos como real lo irreal, cuando en lugar de manifestar el significado lo ocultamos. Venderle a alguien que "las fuerzas cósmicas canalizan la energía que le llevará a la felicidad" pretende a través de las palabras convertir lo irreal en real, y hablar de "daños colaterales" para referirnos a la muerte de civiles en bombardeos militares es ocultar con palabras la verdad. 
La crisis económica y las soluciones adoptadas para superarla han hecho que políticos, asesores y jefes de prensa hayan agudizado su ingenio para decirnos al mismo tiempo que nos ocultan, para nombrar lo innombrable sin nombrarlo. La crisis ha creado su propio lenguaje. 
Tomar "medidas excepcionales para incentivar la tributación de rentas no declaradas" o un “afloramiento de bases” no son tecnicismos económicos incompresibles para el común de los mortales, es enmascarar una amnistía fiscal que puede causar rechazo entre los ciudadanos. Aplicar “procedimientos de ejecución hipotecaria” nos deja impávidos, cosa que no ocurre si sabemos que es lo mismo que ejecutar desahucios.
Se falsea la realidad creando imposibles cuando se llama “tasa negativa de crecimiento económico” a la recesión económica: ¿se puede crecer hacia abajo? 
Se oculta, cuando a la subida del IVA se le denomina “gravamen adicional” o “reducción de la imposición sobre el trabajo, aumentando la del consumo”. Cuando abaratar el despido se convierte en “flexibilizar el mercado laboral”, cuando “mejorar la competitividad” es reducir los salarios. 
Se enmascara cuando a la emigración de los jóvenes se le llama “movilidad exterior” o cuando los recortes se transforman en “reformas estructurales necesarias”. Cuando el rescate bancario es un “préstamo favorable”, un “apoyo financiero” o “una línea de crédito”. 
Congelar el salario mínimo es “mejorar la competitividad”, establecer un “ticket moderador” es el copago farmaceútico, el empleo precario es ahora un “minijob” y hablar de “reequilibrio fiscal ponderado” o “reorganización tributaria optimizada” es hablar de impuestos. 
Al mismo tiempo y también utilizando el lenguaje se descalifica o demoniza a quienes son críticos. Los profesores y sanitarios que hacen huelga son ahora “irresponsables” porque ese día dejan abandonados a alumnos y enfermos, pero liminar profesores y sanitarios de las plantillas o lo que es lo mismo atender peor a los alumnos durante todo el curso o alargar las listas de espera es un “acto de responsabilidad”. Los desahuciados que se manifiestan son nazis y terroristas. Los que cuestionan a los políticos y sus decisiones “antisistema” y “desestabilizadores”. 
Las palabras las carga el diablo. No son inocentes. Cambiar el lenguaje es cambiar la forma de entender la vida. Pero aunque en lugar de estar gordos padezcamos sobrepeso, seguimos pesando lo mismo.

sábado, 1 de junio de 2013

¿EDUCAR PARA PENSAR?

Metieron en una jaula a cinco chimpancés, en el centro una escalera y en lo alto de la escalera unos plátanos. Cuando uno de los chimpancés comenzaba a subir por la escalera para coger los plátanos, duchaban al resto con agua fría. Tras varias duchas, cada vez que uno de ellos intentaba acercarse a la escalera los demás lo cogían, le impedían subir y le golpeaban. Tenían hambre, los plátanos estaban a su alcance, pero el grupo no dejaba que uno comiera a cambio de la ducha fría del resto. Con esta situación en la jaula se sustituyó a uno de esos chimpancés por otro que jamás había sido duchado, pero al ver que cuando uno de los otros se acercaba a la escalera el resto le golpeaba, él también lo hizo. Poco a poco todos chimpancés del principio fueron sustituidos por otros que nunca habían sufrido el castigo del agua fría, pero todos seguían golpeando al que se acercaba a la escalera.
Si alguno de estos chimpancés hubiese sido capaz de decir al resto “¿por qué pasamos hambre y agredimos al que se acerca a la escalera teniendo allí los plátanos?”, ninguno hubiera sido capaz de dar una explicación pero casi todos o todos habrían pensado cosas del tipo: siempre ha sido un tipo raro, poniendo pegas a todo, la cosa llevar la contraria, siempre se ha hecho así. Cuestionar las conductas que se dan por aceptadas, las costumbres, las formas; ir más allá de lo que la mayoría no cuestiona; incordiar con el eterno “por qué” sin conformarse nunca, intentar llegar al fondo, a la última cuestión… es el ejercicio más profundo del pensamiento. El que a lo largo de la historia ha tenido la osadía de preguntar ha sido calificado de loco, raro o endemoniado, ha sido víctima de la burla de sus contemporáneos e incluso condenado a muerte. El resto, en su mayor parte, ha permanecido fiel a esa base inculcada aunque sin saber si sus pies eran de barro. Y es que cuestionar lo que se considera obvio e incuestionable es problemático e incómodo, tanto para el grupo como para el individuo.
Los grupos se configuran como sistemas: conjunto de individuos organizados entre sí, sistemas en los que siempre hay individuos con mayores privilegios que otros. Cuestionar la legitimidad, la justicia, el fundamento de su organización es rechazado por estos privilegiados y también por la mayoría que aunque con deficiencias, encuentra en el grupo cierta protección y estabilidad. Tampoco como individuo es fácil enfrentarse. Cuestionar el suelo sobre el que nos levantamos, dudar de lo que damos por seguro, asumir la inseguridad, la incertidumbre y el miedo que nos producen, es una actitud vital contraria a una de las necesidades fundamentales del ser humano: la seguridad.
Si nos atenemos a estas dos formas de “estar en la existencia” podemos establecer dos formas de educación: la que va encaminada a educar personas que basen su vida en la aceptación y la comodidad que esto conlleva o la que va encaminada a educar personas que ejerzan su pensamiento asumiendo la incomprensión social, la crítica de la mayoría, quizá sus burlas y la incertidumbre de buscar sin saber a dónde le llevan sus preguntas.
La primera es sencilla, lo establecido premia las réplicas y demoniza al resto. La segunda es más complicada, ¿cómo formamos personas preparadas para la duda y el cuestionamiento en un sistema educativo que como tal tiene que mantener una organización, una jerarquía, unos principios establecidos y de obligado cumplimiento? Lo mejor no es lo más fácil, pero sobre todo ahora que tanto se invoca la iniciativa y la innovación, no podemos olvidar una base de contenidos sobre la que construir pero tampoco establecer una educación basada en una actitud replicante, en la escucha pasiva, en la repetición memorística o en la aceptación acrítica.

martes, 21 de mayo de 2013

DECIDIR Y ACTUAR.

Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. Debemos estar pues en una situación muy crítica -y de hecho lo estamos- cuando social y personalmente tenemos la impresión de una realidad sin futuro. Un oscuro futuro laboral que parece se va a largar en el tiempo, que nos arrastra a muchos de los que ya somos adultos y que va a arrastrar a todos nuestros hijos. En esta situación los más pesimistas creen que da igual qué elección tomar, que todas son igual de malas. Los menos pesimistas creemos que tomar una buena decisión siempre es importante, sobre todo cuando las posibilidades de éxito son reducidas. Tendremos que analizar la realidad, conocernos, tener conciencia de la meta que perseguimos, de los recursos para conseguirla y de las posibilidades de hacerlo. Analizar la realidad, conocerla, hacernos conscientes de dónde estamos, de nuestra situación de partida, será el primer paso. Aquí no debemos confundir el “principio de placer” con el “principio de realidad”. Guiándonos por el principio de placer, nuestras actividades irán encaminadas a conseguir satisfacción inmediata y a evitar cualquier situación que nos genere malestar. Si nos guiamos por el principio de realidad, aprovecharemos nuestra experiencia para conseguir un equilibrio entre el bienestar actual y el futuro. La experiencia es también fundamental para conocernos, y conocernos es fundamental para tomar una buena decisión. La percepción universal y estática no existe. Nuestra percepción es siempre subjetiva, es nuestra: depende de nuestra personalidad, de nuestras emociones, de nuestros intereses, de nuestras expectativas. Pero además, todas estas circunstancias cambian a lo largo del tiempo y con ellas cambia nuestra forma de ver la realidad. Por eso, en la medida en que nos vamos conociendo vamos teniendo una visión más ajustada de cómo son las cosas, de cómo las “deformo” en función de cualquiera de las circunstancias que me rodean: mi situación anímica, mis intereses en un momento dado o la influencia de las personas con las que convivo. Si me conozco puedo juzgar con más objetividad cuáles son mis capacidades, las dificultades reales que voy a encontrar y mis posibilidades de éxito. Mis acciones variarán si pienso que los éxitos o fracasos dependen directamente de mí o de si creo que son circunstancias externas las que los deciden, de si tengo la impresión de que sólo hay una manera de hacer las cosas o de que diversos caminos me pueden llevar al mismo fin. La combinación de estos elementos dará lugar a que dé más importancia a la habilidad, al esfuerzo o la suerte. Un comportamiento activo da por hecho que mis actos son importantes, que yo puedo modificar la realidad y que esa modificación me acercará o alejará de mi meta. Da por hecho además que existen muchos caminos posibles, alternativas diferentes, y que yo soy quien debe de manejarlas. Mantendrá una posición positiva en cuanto al control que tengo del futuro y en cuanto a conseguir las metas que me propongo: tengo que esforzarme, desarrollar mis habilidades y aplicarlas. Un comportamiento pasivo se fundamentará en la creencia de que las circunstancias son mucho más importantes que mis acciones, que nada depende de mí. Tenderá a creer que sólo hay una alternativa, que mi margen de acción es muy limitado y que por lo tanto ni merece la pena esforzarse, ni mis habilidades son útiles: mi futuro está sobre todo, en manos de la suerte. Ni todo depende de nosotros ni todo depende de la suerte. El azar es un factor a tener en cuenta, un factor que escapa a nuestra voluntad, pero sólo uno. Lo que a veces llamamos suerte no es sino consecuencia del esfuerzo y de la habilidad -la suerte también se busca- y en muchas ocasiones, alcanzar la meta a la que he decido llegar depende fundamentalmente de uno mismo.

miércoles, 15 de mayo de 2013

REVOLUCIÓN SILENCIOSA.

Cuenta Platón en el mito de los metales que el dios que ha formado a los hombres puso oro en la composición de los mejores, plata en la de los más valerosos, y hierro y bronce en los de más baja condición. Cuenta también que al ser de origen común, será frecuente tener hijos que se parezcan a los padres, pero que podrá suceder que "un ciudadano de la raza de oro tenga un hijo de la raza de plata, que otro de la raza de plata de a luz un hijo de la raza de oro, y que lo mismo suceda respecto a las demás razas." Parece pues que la herencia no trasmite ni la sabiduría ni la virtud que los padres pudieran tener, ni que su carencia en los padres impide que la capacidad de los hijos para adquirirla. Aunque a lo largo de la historia "ser hijo de" ha sido el mérito del currículo que más puertas ha abierto y todavía en la actualidad dinastías enteras de apellidos se repiten en altos cargos de empresas o gestores públicos, la revolución social más profunda y silenciosa que ha tenido lugar y que ha sido capaz de saltar las fronteras entre las diversas clases sociales ha sido la educación. Instaurar una educación universal, obligatoria, gratuita, de calidad e igual para todos independientemente de la clase social a la que se pertenezca ha sido el mecanismo más eficaz para que los hijos de los que en la estructura social pertenecían a la clase del hierro y el bronce hayan podido acceder a la de la plata o la de oro. Y al mismo tiempo un sistema basado en los méritos personales y no en la herencia recibida ha hecho posible que el hijo del antiguo terrateniente que empleaba a medio pueblo sea ahora uno más, y que la hija de uno de esos braceros que empleaba su padre sea ahora médico. Es verdad que todo no es tan idílico y que unas dinastías han sido sustituidas por otras: tenemos ahora dinastías de políticos o de amigos de estos, pero también es verdad que cualquier factor que perjudique esta movilidad social supondrá un paso hacia la implantación de un sistema rígido en el que cada uno volveremos a estar encasillados en el oro, la plata o el hierro de nuestros padres. Como factores que producen este inmovilismo nos vienen a la cabeza el aumento de las tasas universitarias al mismo tiempo que se reducen las ayudas a los alumnos con menos renta, el descuido de la enseñanza pública, la desaparición de medidas compensatorias o de desdobles. Pero no son los únicos: la orientación que se de al trabajo de los alumnos fuera del aula también puede ser un elemento que encasille a los alumnos en estratos estancos. El trabajo que se pide a los alumnos fuera del aula puede orientarse como un refuerzo a lo visto en clase o como una prolongación del aula que por lo tanto necesita de un profesor. Se puede tomar como una tarea que deben realizar nuestros hijos de forma autónoma o como una labor que tienen que hacer con ayuda para entregarla sin ningún error. Además de otras cuestiones de índole pedagógica, si ese trabajo se considera una prolongación del aula o una labor a realizar con los respectivos hijos, los padres con un nivel sociocultural superior o con medios económicos para pagar profesores particulares establecerán un ritmo de aprendizaje superior al que se sigue en el aula y que no serán capaces de seguir quienes tengan unos padres con poca preparación, pocos medios económicos o que se despreocupen de sus hijos. Si queremos que la escuela siga eliminado las barreras sociales y dando las mismas oportunidades a todos los ciudadanos, el acceso al conocimiento debe estar garantizado en las mismas condiciones para todos los alumnos.

martes, 7 de mayo de 2013

DICTAMEN DEL CONSEJO DE ESTADO SOBRE LA LOMCE.

Como si de los resultados de unas elecciones se tratara, el dictamen del Consejo de Estado sobre la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa –LOMCE- ha sido un éxito para todos. Para el Partido Popular dicho dictamen constituye un aval porque acepta las modificaciones más importantes que la Ley introduce. Para los críticos, este dictamen del Consejo de Estado es una gran enmienda a la Ley. Comienza el informe observando dos cuestiones a mi juicio fundamentales: la “insuficiencia de la valoración económica” y “la falta de estabilidad en la regulación de las enseñanzas no universitarias”. Para el Consejo de Estado el coste estimado es muy limitado dada la envergadura de esta reforma estructural y la financiación que el Gobierno y las Comunidades Autónoma tienen que aportar, no está contemplada en ninguna partida presupuestaria ni se ha planteado en relación a los ajustes para la reducción del déficit que se están realizando. Es decir, se plantean reformas fundamentales como la Formación Profesional Básica gratuita, las evaluaciones externas o el plurilingüismo; pero no se contemplan las inversiones necesarias para llevarlas a cabo. En cuanto a la estabilidad del sistema subraya: “Sería muy deseable que con motivo de esta reforma se tratara de alcanzar un acuerdo general de las fuerzas políticas y sociales a fin de buscar un texto que pueda dar mayor estabilidad al sistema.” La LOMCE vuelve a ser una ley unilateral, abocada a su derogación o modificación sustancial cuando cambie el partido en el gobierno. A continuación trata cuestiones más puntuales como la anticipación en la elección de itinerarios que lleven a formación profesional o a bachillerato, la ausencia de materias relacionadas con ética y ciudadanía, las pruebas llamadas de “reválida”, la Formación Profesional Básica o la educación diferenciada. Señala el dictamen que, aunque en algunos países como Alemania se están replanteando la separación temprana y otros como Suecia y Finlandia han retrasado esta separación, se valora positivamente la regulación que presenta la LOMCE ya que la opción elegida en secundaria no condiciona el acceso a Bachillerato o a Educación Profesional. Además de la consideración de que materias que considera de “trascendencia académica” sólo sean voluntarias dice el Consejo, que merece especial atención que se eliminen del currículo las materias relativas a la formación ética y cívica, ya que a la vista de los acuerdos y recomendaciones internacionales “acaso procedería imponerla como obligatoria en algún momento.” Por lo cual se considera que son necesarias materias en la línea de algunas que la LOMCE elimina: Educación para la Ciudadanía, Ética o Filosofía y Ciudadanía. Más abajo se señalará la discriminación de los alumnos que al elegir Religión no podrán cursar en toda su escolarización ninguna asignatura sobre valores sociales y éticos. En cuanto a la necesidad de superar una prueba –reválida- para la obtención del título de Graduado o de Bachillerato, señala que es acorde con la legislación vigente y aprueba su finalidad “evaluar los niveles de calidad de nuestro sistema educativo, garantizar unos niveles básicos de igualdad en los requisitos exigibles a todos los alumnos cualquiera que sea su lugar de residencia”. Sobre la posibilidad de que cada Universidad tenga posibilidad de organizar además sus pruebas de acceso, a juicio del Consejo puede perjudicar el tratamiento uniforme de los alumnos y crear problemas en cuanto a la dificultad para acudir por motivos geográficos o de fechas. Otra de las novedades de la LOMCE, la Formación Profesional Básica resuelve algunos problemas legislativos en cuanto a la consideración de los programas de iniciación profesional actuales y sólo presenta algún problema en cuanto a su consideración como enseñanza básica ya que en el caso de no considerarse básica tampoco podría ser obligatoria. En el polémico tema de la educación diferenciada por sexos, ya que España no ha admitido como excepción a la discriminación por sexos la enseñanza separada para alumnos y alumnas, los centros que apliquen esta separación y aspiren al concierto educativo deberían aportar una justificación objetiva y razonable para justificar la excepción y deberían concretar una serie de medidas académicas para favorecer la igualdad. A pesar de estas consideraciones legales, el Consejo recuerda la importancia de la educación mixta para promover la igualdad de género, conocer, respetar y tratar con igualdad la diferencia. Como órgano consultivo no vinculante sus dictámenes son sólo orientaciones que pueden ser tenidas en cuenta o no, pero si algo tendríamos que pedir a nuestros gobernantes es –como señala el Consejo de Estado-, un acuerdo sólido y estable sobre el que levantar una Ley pensada con intención de quedarse.

viernes, 26 de abril de 2013

EJEMPLARIDAD

Al hilo de los últimos y abundantes casos de presunta corrupción, en varios foros y artículos ha reaparecido el concepto de "ejemplaridad", ese papel de "modelo" que todos ejercemos cuando actuamos y del que con frecuencia no somos conscientes. Con toda la razón del mundo se pide ejemplaridad a las más altas esferas del Estado y a los partidos políticos, pero también cada uno de nosotros desde su situación de padre, médico, profesor o simplemente desde su posición de ciudadano sin aparente responsabilidades de modelo somos ejemplo. Es verdad que el bien o el mal, la verdad o el error de nuestras afirmaciones no depende de que seamos consecuentes con nuesta conducta, pero también es verdad que los hechos valen más que los dichos y que una imagen vale más que mil palabras. Imagen, entendida no como esa "capa" superficial fácilmente maquillable, sino como el conjunto de nosotros mismos que son nuestros actos. No podemos consideranos una sociedad que de especial importancia a la responsabilidad de ser espejos en los que los demás se miren. En el ámbito político, los españoles corruptos -condenados o presuntos- se agarran al sillón mientras que en otros países cuestiones mucho menos importantes, simples sospechas o conductas incorrectas que ni siquiera llegan a delito, apartan de la vida publica a sus protagonistas. Peter Mandelson, ministro británico para el Ulster, dimitió por facilitar la concesión del pasaporte británico a un millonario indio. Más recientemente Chris Huhne exministro también británico dejó su escaño por haber ocultado hace diez años una multa de tráfico y en Alemania, el ministro de defensa y la ministra de educación dimitieron en 2011 y en 2013 respectivamente por copiar su tesis doctoral. En el ámbito de la sociedad civil tampoco nos sentimos especialmente responsables de la influencia ejemplificante de nuestros actos. El conjunto de la sociedad -responsables públicos o no- formamos una inmensa red de nudos individuales interconectados de forma que el comportamiento de un individuo repercute en el resto por las consecuencias directas de su acción o porque ese comportamiento es copiado o sancionado por los demás. Repercure en los niños y en los más jóvenes porque están en pleno proceso de aprendizaje y repercute en el resto -aunque seamos adultos- porque estamos inmersos en un proceso continuo de aprendizaje llamado informal en el que continuamos adquiriendo conocimientos, actitudes y criterios entre otras cosas por el ejemplo del entorno que nos rodea: familiares, amigos, compañeros de trabajo, televisión, prensa... Nuestra contribución a esa inmensa red no son grandes actos o heroicidades sino infinidad de gestos pequeños y contidianos que nos hacen y nos muestran a los demás como honrados o sinvergüenzas, solidarios o egoistas, tolerantes o intransigentes. Y en la medida que el ejemplo cunde, el conjunto de la sociedad se va inclinando en una dirección o en otra. No es cuestión de poca importancia. Es todo el tejido social, constituido por la ejemplaridad de las conductas indivuales, la que forma una comunidad basada en principios éticos o no. Es en la vida social donde se aprende o no el concepto de responsabilidad; donde se aprende o no, que con una conducta poco ejemplar no se puede ejercer un cargo público, es la sociedad civil la que admite o no a esos gobernantes. Y es la sociedad en su conjunto con su ejemplaridad y su compromiso la que constituye un ámbito educativo apropiado, porque la escuela es una parte significativa de la educación pero ni es la única ni la más importante. Aportando nuestro ejemplo somos ciudadanos y nos constituimos en fuente de una ética social.

jueves, 4 de abril de 2013

DESAHUCIOS, LA DELGADA LÍNEA ROJA.

Las nuevas acciones realizadas por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca han generado que algunos políticos se hayan sentido acosados y perseguidos, coaccionados y amenazados. Unos han denunciado ante los tribunales esta situación y la opinión pública se ha posicionado a favor o en contra de las acciones de este movimiento que continua teniendo un gran apoyo social. Es verdad que esta nueva estrategia en la que se señala directamente a diputados manifestándose frente a sus propias casas recuerda las estrategias de grupos etarras. Es verdad que se sitúan muy cerca de esa delgada línea roja que separa lo legal de lo ilegal, que puede dar pie a actos de violencia directa tanto contra las personas a las que se quiere señalar como contra sus familias y sus casas. Pero también es verdad que no hay que confundir la forma con el fondo y que hasta el momento sólo en algún caso puntual se ha llegado hasta el portal de la vivienda. Las formas pueden ser parecidas o similares pero una cosa es la presión y otra la intimidación: se presiona a los interesados y se les quiere hacer llegar los problemas de primera mano, sin embargo poco tiene que ver esta pretensión de influir en los individuos con la intimidación a base de amenazas o de dianas en la cara de concejales marcándolos así como objetivos etarras. No cabe duda de que cualquier acción solo parecida a esta segunda opción sería claramente rechazada y condenada. Hay que ir un poco más al fondo. Hay que pensar cómo y por qué se ha llegado a esta situación. El “imperio de la ley” es un criterio democrático fundamental para evitar la arbitrariedad y establecer un orden por encima de los individuos, pero puede poner a los ciudadanos al límite cuando estas leyes están desvinculadas de la justicia, la proporcionalidad o el servicio a estos mismos ciudadanos; cuando están desvinculadas de la voluntad general y no se ven perspectivas de cambios. Por otro lado no hay que confundir legitimidad legal con legitimidad moral, porque esta confusión nos vuelve a situar frente a esa delgada línea roja que puede llevarnos a la negación del sistema democrático. Es legítimo desde un punto de vista legal que un banco ejecute un desahucio cuando los hipotecados han dejado de pagar su hipoteca. Pero ¿es legítimo desde un punto de vista moral que una entidad que ha recibido millones de euros públicos para salvar su negocio deje en la calle a una familia que a causa del paro ha cometido impagos? ¿es legítimo que además lo haga aplicando unas condiciones abusivas? Unas leyes injustas generan en su seno las condiciones de su propia destrucción. Margaret Mead y otros pensadores han dicho que un pequeño número de ciudadanos puedan cambiar el mundo y la historia nos enseña que los grandes cambios las realizan personas que no tienen nada que perder. Perdido el empleo y la vivienda, los ahorros de toda la vida y sin unas perspectivas de futuro, ya queda poco por conservar. Si además no se da respuesta, se aplaza demasiado o se continua siendo injustos no se puede pedir confianza, paciencia y tranquilidad social. No se puede estirar y estirar pensando que la goma nunca se va a romper. No se puede abocar al desempleo y al desahucio al mismo tiempo que se pide mente fría y resignación. Ponernos al borde del precipicio es peligroso. No saber calcular el nivel de presión que una sociedad puede soportar, arriesgado. Criticar alegremente los actos desesperados de personas desesperadas, osado. No comprenderlos, insensible. Y no legislar para evitar esta situación, irresponsable.

martes, 26 de marzo de 2013

FRACASO

Independientemente de las intenciones políticas que se atribuyen a la difusión de las respuestas en las pruebas para las plazas de maestro en Madrid, no deja de ser relevante que los aspirantes a una plaza de maestro cometan errores tan graves como los que cometieron tanto en ortografía: “deribananbitoveverlo,  adsequible,  Nabarra”, como en vocabulario: “Disertación:Dividir una cosa en partes más pequeñas”,  o en geografíaelemental:  El Duero, Ebro y Guadalquivir pasan por Madrid oAlbacete, Ciudad Real y Badajoz son provincias andaluzas”.
Enseñar no sólo es cuestión de conocimientos: saber trasmitirlos, saber despertar la curiosidad y el interés, saber reaccionar correctamente ante una clase es también fundamental. Incluso es más fácil estudiarse los conocimientos que hay que enseñar, que aprender a ser un buen enseñante. Pero no estamos hablando decompletar la tabla periódica, o de saberse la dinastía de los borbones, sino de cuestiones que debieran formar parte de la cultura general de cualquier ciudadano en un país en el queprácticamente toda su población está escolarizada.
No se trata de establecer un sistema basado en la criba de los alumnos sin tener en cuenta las dificultades especiales que pudieran tener, no se trata por tanto de eliminar una atención especial a los alumnos que la necesitan, pero sí de que el alumno medio adquiera en la educación obligatoria unas actitudes y unos conocimientos básicos y necesarios: ortografía, léxico,comprensión, expresión, cultura general.
Esta situación que ahora escandaliza, era ya “una muerte anunciada”. La bola de nieve comenzó a formarse hace unos cuantos años. Los profesores entonces exponíamos la situación de la escuela, nuestras quejas y reivindicaciones consiguiendoque en lugar ser escuchados y de que fuera valorado el nuevo contexto en el que nos encontrábamos, fuéramos ignorados. La bola de nieve ha ido creciendo, arrasó con el bachillerato y llegóa la universidad. Aquí, algunas facultades han tenido que inventarse el curso 0 para que los alumnos adquieran los conocimientos suficientes para comenzar sus estudios universitarios, otras han tenido que redactar un reglamento de régimen interno para regular el comportamiento de los alumnos en las clases y los profesores ven en sus aulas actitudes infantilesinconcebibles hade unos años.
Pero este fracaso no es un fracaso exclusivo de la escuela como institución encargada de la educación, es un fracaso social y político.
Social, porque la sociedad como conjunto ha eludido su carácter educativo y para más inri ha convertido a los educadores en un grupo desprestigiado, en unos profesionales cuya función es hacer la vida imposible a nuestros hijos, crearles ansiedad y tomar decisiones que los deprimen y agobian. Grupo contra el que -a una con los alumnos- un número considerable de padres tiene que batallar, batallar desde una sólida base: la información unilateral que reciben de sus hijos porque ¿para qué escuchar y creer a su profesor que solo es un adulto y profesional que intenta enseñar y educar?
Político, porque sucesivos cambios legislativos han ido encaminados a facilitar el paso de curso con cada vez más suspensos, a dar los títulos por vías en las que no se alcanzan unos mínimos aceptables, porque la forma de acabar con el fracaso escolar no ha sido reforzar a los centros y potenciar el trabajo sino todo lo contrario.
Y mientras, los profesores que suspenden son malos aunque suspendan porque los alumnos no saben escribir, su criterio profesional es cuestionado constantemente y aspirar a un mínimode respeto casi es un ideal.

viernes, 8 de marzo de 2013

¡INDIGNAOS!, STÉPHANE HESSEL.

“... y nuestra ira contra la injusticia sigue intacta”.
El movimiento de los indignados se concretó el 15 de marzo de 2011 en España y pasó a denominarse desde entonces movimiento del 15-M. Esta movilización se había originado en Francia pero no alrededor de la primera década del siglo XXI, sino a finales de los años 30 porque como dice Stéphane Hessel “el motivo básico de la Resistencia fue la indignación”.
Hessel nació en Berlín en 1917 en una familia alemana judía que en 1925 se instaló en París. Se integró en la Resistencia en 1941 y en 1944 cuando realizaba una misión secreta fue capturado por la Gestapo. Torturado y condenado a muerte fue deportado al campo de concentración de Buchenwald de donde se fugó intercambiando su identidad por la de otro preso que había muerto, tras otra captura y otra evasión fue parte de las tropas americanas que tomaron París en 1945. Después de la guerra trabajó como diplomático y participó directamente en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En 2010 -con 92 años- escribió un pequeño ensayo de apenas treinta páginas titulado “¡Indignaos!”, murió el pasado 27 de febrero a los 95 años.
Sin pretenderlo este ensayo se extendió como la pólvora, fue publicado en cien países y se convirtió en la inspiración de miles de ciudadanos que en todo el mundo se han identificado con esta exclamación:¡Indignaos!
Stéphane Hessel cuenta su paso por la Resistencia francesa, habla del movimiento social que se aglutinó en torno a ella tras el final de la guerra mundial y de la creación de un plan nacional de salud y seguridad social. Dice, que la idea sobre la que se organizó la sociedad al acabar la guerra fue que el interés general debe dominar sobre los intereses particulares. Y con la autoridad que le da su vida llama “a la generación joven a vivir, trasmitir el legado de la Resistencia y sus ideales. Tomen nuestro lugar, ¡Indígnense!”.
Explica que en su época, el atropello que constituyó el nazismo era más evidente que el atropello actual,  y que por eso volverse militante y comprometido era más fácil. Ahora anima a los jóvenes a mirar y buscar las cosas intolerables, porque por poco que busquen encontrarán motivos para la indignación. La alternativa es la indiferencia, la peor de las actitudes.
Mirar, indignarse y comprometerse es el camino para una sociedad más justa.
Algunos jóvenes cogieron el testigo de Hessel y se indignaron aquí y en muchos otros países. Pero como los alumnos en vísperas de examen podemos preguntarnos ¿y esto para qué sirve?
Esa falta de aparente utilidad, de concreción en un movimiento o partido político al estilo clásico ha sido una de las principales críticas al movimiento de los indignados. Sin embargo va pasando el tiempo, se ha ido agudizando la crisis y la actividad de los indignados ha ido aumentando porque tal como decía Hessel, han mirado a su alrededor.
En España han sido especialmente activas las plataformas relacionadas con los desahucios, los  pueblos y comarcas que se han movilizado para no perder servicios médicos y las mareas de todos los colores que denuncian el desmantelamiento del estado del bienestar. Pero en Italia han ido más allá.
Para bien o para mal el “Movimiento 5 estrellas” encabezado por el cómico Beppe Grillo ha conseguido convertirse en la tercera fuerza del país aglutinando a millones de italianos indignados con sus políticos, sus corrupciones y su incapacidad para trabajar por el bien general. Para bien o para mal digo, porque la indignación de la población puede servir para forzar a que de una vez por todas se lleve a cabo la imprescindible regeneración de la vida pública o puede servir para que desde el “antipartidismo” acabemos en una “antidemocracia” disfrazada de indignación.
En España parece que nuestros partidos no están demasiado afectados por la indignación ciudadana. Siguen inmersos en sus problemas internos, acusaciones de corrupción y explicando que el deber de un gobierno no es cumplir sus promesas electorales. Siguen con su paripé de honradez y de transparencia al mismo tiempo que aumentan los presuntos corruptos y la sensación de opacidad. La información que debiéramos haber conocido desde siempre: cómo se gasta nuestro dinero, se hace ahora pública en un alarde de claridad y nos proporciona más motivos de indignación: miles de euros en dietas por viajes que no se hacen, políticos que cobran sobresueldos por asistir a mítines, reuniones fantasmas o inútiles pagadas a precio de oro.
Saber asumir la indignación y darle respuesta dentro de los cauces democráticos nos abrirá al futuro, no saber hacerlo nos retrotraerá al pasado.
“Crear es resistir; resistir es crear.” Stéphane Hessel

jueves, 24 de enero de 2013

PEQUEÑAS O GRANDES CAUSAS DEL FRACASO ESCOLAR.

Al hilo de informes internacionales, cambios legislativos, debates políticos o recortes presupuestarios, con una periodicidad casi calculada se va poniendo sobre la mesa el tema del fracaso escolar.
Si nos fijamos en las causas que se barajan, en las formas de combinarse o en la relevancia que pueden tener en cada caso; desenmarañar todos los elementos que inciden en este fracaso, adaptarlos a nuestra situación concreta y modificarlos no es tarea fácil: renta invertida, metodología aplicada, horas lectivas de los alumnos, número total de alumnos en el aula, segregación temprana o tardía... Ni siquiera todos los factores implicados dependen de cambios estrictamente legislativos: valoración social de la escuela y de sus profesionales, implicación de las familias, valoración de la educación y del aprendizaje...
Hay líneas de actuación que reducen el fracaso escolar o lo aumentan: evidentemente reducir los programas de apoyo -clases de refuerzo adicionales, desdobles en la materias, programas de refuerzo en lectura, inmersión lingüística- no ayudan. Pero aunque como padres, profesores o parte de una sociedad que reclama un nivel de formación necesario, podamos pedir una educación con resultados positivos para los individuos y para el conjunto, muchos de estos cambios no están directamente al alcance de nuestra mano. Por eso, mientras alguien con el suficiente sentido común o de Estado se da cuenta del valor de la educación aunque sólo sea como inversión económica, podemos comenzar fijándonos en otros "pequeños" aspectos más cercanos.
Como en tantas otras cosas, algunos fundamentos que pueden evitar el fracaso escolar se establecen en el primer período de escolarización -los especialistas dicen que hasta los ocho o diez años máximo- por eso, es en estos cursos cuando la escuela en concreto y el aprendizaje por extensión tienen que ser atrayentes.
En estos primeros años los padres acuden al profesor o el profesor a los padres si el niño no aprende a leer o a sumar, pero es más preocupante que el niño no vaya contento a la escuela. No quiero decir que esté deseando acabar las vacaciones, pero sí que una vez comenzada la dinámica del colegio, acuda contento: es el momento de jugar con sus amigos, de saciar su curiosidad, de descubrir el mundo. Si esto no es atractivo para un niño algo no funciona. Hay que actuar de inmediato, detectar el problema y solucionarlo: problemas con algún compañero o con el grupo en general, sentirse incapaz o acomplejado ante una actividad, algún problema con el profesor, suelen ser factores que causan rechazo en los niños. Frente a esta situación: reacción inmediata y fluida entre familia y escuela, fomentar la cohesión del grupo y la aceptación de todos sus miembros, apoyo y acercamiento del adulto que pueda estar implicado en el problema.
Por otra parte, el "exceso de celo" por parte de padres y educadores puede tener el efecto opuesto. Un exceso de tareas fuera del horario escolar, sin tiempo para desconectar los fines de semana o vacaciones, mucha extraescolar con contenido académico, tarea como castigo, leer sin disfrutar de la lectura... nunca tendrán como consecuencia un amante del conocimiento. Por el contrario, aprovechar la curiosidad natural de estas edades, enseñar a disfrutar de la lectura: jugar a leer y leer jugando primero, leer lo que les interesa y les gusta después; reducir al mínimo la tarea fuera del horario escolar... formará escolares y adultos curiosos que de una forma u otra querrán seguir aprendiendo.

sábado, 12 de enero de 2013

VOLVER

Cuando siendo joven escuchaba aquello de “veinte años no es nada” me parecía una exageración, como los amores trágicos propios de cantes y coplas. Ahora sigo sin saber si esos amores trágicos son una exageración, pero ya voy estando de acuerdo con que veinte años son bastante menos de lo que en un principio parecen. La tentación es volver. Vuelven a nuestro recuerdo lugares, personas, momentos que un día fueron especialmente significativos, especialmente importantes, emotivos... Las grandes o pequeñas crisis de ir cumpliendo años, de ser padres cuando casi nos vemos todavía como jóvenes estudiantes o de vernos reflejados en nuestros propios hijos, puede remover el gusanillo, generar el deseo de recuperar algo de lo que dejamos atrás, de volver a esos lugares, a esas personas, a esos momentos. Pero es imposible: cambia el lugar, cambian las personas, cambia el tiempo y todo es cambiado por el recuerdo. Aquella casa en la que casi una decena de adolescentes pasábamos las tardes de verano, unos venidos al pueblo a pasar las vacaciones y otros siempre de allí, escuchando a Pink Floid o a Dire Straits, iniciando los primeros escarceos amorosos en aquel huerto que a las noches -detrás de la casa- se convertía en una improvisada tertulia sobre lo humano y lo divino, sobre los planes y las aventuras vividas durante el invierno. Los amigos de entonces: unos queriendo cambiar el mundo, otros modernos y siempre a última, otros retraídos y callados sin más aspiración aparente que dejar pasar el tiempo. Los líderes, los estudiosos, los adelantadillos, los ligones. Han cambiado. Hemos cambiado nosotros. Nuestras ideas, nuestros sentimientos, nuestras expectativas, nuestras ilusiones, nuestras experiencias... nuestra forma de ver el mundo, nuestra forma de ser en el mundo. Por eso no suele ser buena idea volver. Cuando regresamos a ese lugar del que tenemos un recuerdo especial es muy frecuente que nos decepcionemos. Ahora la casa está cerrada, su puerta y ventanas de madera descuidadas, y el huerto es un impracticable terreno lleno de matojos en el que parece imposible que un día, aquellas piedras que apenas se ven fueran improvisados bancos de tertulia. La relación con los amigos de entonces –excepto contadas excepciones- se agota en recordar aquellos tiempos, hemos cambiado tanto que poco tenemos en común. Todo tiene su lugar pero también tiene su momento, su tiempo. Y la memoria a veces sin saberlo, y otras con “toda su buena voluntad” ha conservado en nuestra mente una supuesta realidad que nunca sucedió. La memoria es un mecanismo engañoso y sobreprotector. Engañoso porque lo que para nosotros es un recuerdo cierto y fiable no es lo que realmente en su día percibimos: a lo que percibimos añadimos opiniones de otras personas o imágenes que nosotros no vimos. Con el tiempo podemos recrear lo ocurrido en función del estado anímico en el que nos encontramos: ante situaciones difíciles o poco satisfactorias, decepciones con mis amigos o fracasos amorosos, puedo idealizar el pasado y reconstruirlo como una realidad ideal. Incluso puedo creer recordar situaciones de mi infancia sin haberlas vivido nunca, han sino construidas a partir de las narraciones de otras personas. Sobreprotector porque tiende a conservar los recuerdos agradables, las situaciones satisfactorias y a protegernos de las menos agradables y traumáticas. Sobreprotector porque es selectiva y elimina todo aquello que no concuerda con la forma de verme a mi mismo y de ver la realidad. Vivimos con nuestro pasado, con nuestra experiencia, y a partir de ella proyectamos el futuro. Pero el futuro es lo que está por venir y nunca puede ser un retorno a lo que fue, una añoranza de lo que vivimos una vez.

domingo, 6 de enero de 2013

APRENDIZAJE CONTINUO.

No es casualidad que desde los siglos XVI y XVII hasta nuestros días la ciencia haya avanzado más que en milenios anteriores. Entre otras cosas, uno de los condicionantes que ha hecho posible este avance ha sido la modificación de la actitud del científico: frente al inmovilismo, al miedo al cambio, al círculo cerrado en el que todo lo extraño se negaba; los nuevos científicos fueron capaces de vencer ese miedo a lo inseguro, a lo provisional... y adoptaron una actitud abierta: las teorías científicas son siempre sustituibles si son incapaces de explicar nuevos descubrimientos es decir, perdieron el miedo a aprender aunque los nuevos aprendizajes supusieran renunciar a ideas anteriores.
Salvando las distancias, este planteamiento puede aplicarse también al ámbito personal y vital. Desde que nacemos, con los elementos que nos proporciona la educación y con los que poco a poco adquirimos de nuestras propias experiencias, vamos adquiriendo tanto los fundamentos de nuestra personalidad como infinidad de aspectos accidentales o superficiales, pero que también incorporamos a ese todo que va a constituir el bagaje con el que nos enfrentaremos al mundo y a la vida. Tenemos nuestro lugar para lo bueno, para lo malo, para lo correcto, para lo incorrecto, para lo educado, para lo maleducado, para la bello, para lo feo... y toda la realidad la vamos ordenando en función de estos parámetros.
Cuando somos jóvenes e inexpertos tenemos casi todo por hacer y casi todo por aprender. Con menos experiencias pero flexibles aceptamos la novedad, aprendemos con facilidad y vamos encajando lo aprendido en ese complicado puzle de principios, normas, estéticas, técnicas, modas... La edad nos hace más sabios porque tenemos más experiencia, tenemos las ideas más claras, pero al mismo tiempo vamos perdiendo la flexibilidad para ajustarnos a los cambios. Al mismo tiempo la realidad cambia de forma cada vez más rápida y nos reta con sus novedades a seguirla sin apenas tiempo para pensar ni para asimilar: tecnología, música, forma de vestir o de divertirse son sólo los primeros escalones de estos cambios. Otros cambios más profundos pondrán a prueba nuestras convicciones, los principios que aprendimos en nuestra cultura y desde nuestra infancia.
De cualquier forma, no podemos “morir de éxito” no podemos creer que ya hemos llegado, que ya no necesitamos aprender, que lo nuestro es ya sólo enseñar, porque vivir exige aprendizaje continuo. La vejez nos llega cuando dejamos de adquirir conocimientos. Cuando somos incapaces de modificar nuestro esquema mental para situar las novedades que no dejan de llegar a la realidad, cuando nos empeñamos en negar o satanizar lo que no se adapta a la imagen que yo tengo del mundo, cuando pienso que todo tiempo pasado fue mejor, que todo lo nuevo es peor que lo anterior. Ni todo antes fue mejor, ni todo antes fue peor.
 Sólo los grandes genios y líderes sociales han sido capaces de cambiar estos principios desde lo más profundo, la mayoría tendremos que hacerlo como diría Aristóteles “tal como lo haría un hombre sensato”: diferenciando –creo yo- lo fundamental de lo accidental. ¿Hasta dónde llega la sensatez? ¿dónde comienza la imprudencia? es ya una cuestión personal de talante y educación.
Creo que hay que ser un poco temerario. Si nos dejamos llevar tendemos a buscar la seguridad: nos asustamos ante lo nuevo, nos refugiamos en lo que tenemos. Perdemos así el tren de la realidad. Y si la realidad nos sobrepasa, nos quedamos atrás, no entendemos a las nuevas generaciones ni el mundo que me rodea.

DICIEMBRE.

Paradójicamente llegamos al principio, porque paradójicamente comenzamos por el final. Comenzamos planeando a dónde queremos llegar, proyectándonos en el futuro, imaginándonos cómo queremos ser, y luego comenzamos a actuar. En diciembre llegamos a la meta, termina el plazo que nos habíamos dado para lo de siempre: dejar de fumar, ir al gimnasio, estudiar inglés... y para le especial: reconciliarme con mi familia, leer aquel libro o jugar a las tardes con mi hijo. Diciembre es un mes especial. Es el mes de los balances, de los inventarios, de las satisfacciones y de las decepciones. El mes de felicitarme o de aceptarme en mi pequeño o gran fracaso, de complacerme o de esconderme en mil excusas para justificar mi falta de constancia o mi “el lunes comienzo sin falta”. Es el mes que cierra aciertos y errores, ganancias y pérdidas, esperanzas conseguidas o frustradas. Pero es también el mes que vuelve a abrirlas en un proceso en el que con frecuencia los proyectos, las ilusiones, las esperanzas se repiten, se recuperan. Nuestro diciembre es excepcional. Una mala noticia hoy y otra mañana, un año oscuro por delante, desilusión, escepticismo... cómo mantener vivas ilusiones y esperanzas. Diciembre con sus puentes y su Navidad es también el mes de los puntos de vista: de las cigarras o de las hormigas -“los que saben” aprovechar el momento o los prudentes-. Es el mes en el que las desigualdades se ponen de manifiesto con toda su crudeza. Es el mes en el se choca de bruces con la realidad. Para las cigarras es un paréntesis en sus dificultades, en sus expectativas: quizá el último año que podemos tener regalos “como Dios manda” o celebrar fin de año por todo lo alto, quizá el último año que podemos tirar la casa por la ventana. Para las hormigas -más prudentes- no hay paréntesis, hay continuidad: el mismo trabajo, el mismo sueldo, las mismas posibilidades... No perderán de vista el futuro, no levantarán los pies del suelo, no huirán hacia delante. Es el mes en el que las tiendas de lujo aumentarán sus ventas, los centros comerciales llenarán sus aparcamientos en días señalados al mismo tiempo que las colas de Cáritas serán más largas que nunca para conseguir comida, algo de turrón o algún juguete para los niños. Este mes de diciembre se pondrá de manifiesto que la clase media tiende a la baja, y la alta sigue subiendo. La sociedad se polariza. Más que ningún otro mes la realidad chocará contra nuestros bolsillos, pasará ante nosotros todo lo que antes podíamos comprar y que ahora no podemos, tendremos que espabilar el ingenio para explicar por qué la crisis afecta a los Magos y seremos más conscientes que nunca de la pérdida de poder adquisitivo. Tal vez este diciembre sea el mes de valorar lo que tenemos y de apreciar lo que no se compra. Tal vez sea el mes de sufrir el consumismo desmedido del que somos víctimas. Este mes de diciembre quizá por fin descansemos: si ha pasado el día veintiuno, los mayas estaban equivocados y no se acababa el mundo. El día veintiocho querremos ser más inocentes que nunca y creernos que de verdad los mayores lo arreglan todo. Desearemos más que nunca la Paz de la Navidad y que los políticos se vayan de vacaciones y nos dejen unos días en paz. Deslizarnos por el hielo, ir un día a la nieve, sentarnos frente al fuego, jugar a las cartas, compartir la ilusión con los niños... Acabamos y volvemos a empezar. Siempre se acaba con melancolía, con añoranza, con sentimiento de pérdida: "otro año". Pero es un fin con minúscula. El Fin, el de verdad -con mayúscula-, puede llegar cualquier día. A un amigo mío le llegó en noviembre. Y después dejaremos paso a la vida: a la cuesta de enero, que tal como va la cosa solo será la primera rampa de varios puertos de primera.