sábado, 4 de noviembre de 2017

INDEPENDENTISMO, EL DESPERTAR DE LA IZQUIERDA.

En este punto en el que nos encontramos es más urgente buscar soluciones que responsables. Sin embargo, no es un trabajo inútil buscar causas a partir de las cuales podamos aprender a no cometer los mismos errores.
Hablo del nacionalismo -que ahora se manifiesta como catalán aunque puede ser también vasco, español, inglés o francés- que ha puesto en jaque la integridad de España y de la Comunidad Europea con las repercusiones políticas, económicas y sociales que ello conlleva.
Podemos remontarnos al proceso de creación de España como nación, a la Transición y la Constitución del 78, a la relación de los partidos gobernantes con los nacionalismos o a la mayoría silenciosa que sólo levanta la voz cuando ya le han pisado el cuello.
Entre todas esas cuestiones posibles, la consideración de fobia y rechazo a todo lo relacionado con España, el aprovechamiento que de esta situación han hecho los nacionalismos periféricos y el papel que ha jugado la izquierda en este proceso me parecen cuestiones especialmente cercanas a nuestra condición de ciudadanos de a pie sin responsabilidades políticas.
Tras cuarenta años de democracia no hemos podido desligar la “una, grande y libre” franquista de nuestro subconsciente. El concepto de España como Estado sigue relacionado con la España facha y retrógrada de los que se manifiestan con la bandera pre constitucional mientras cantan el “cara al sol”. Los símbolos nacionales son interpretados como símbolos de ultraderecha.
En este contexto y con el permiso de la mayoría silenciosa, los nacionalismos no españolistas han echado leña al fuego y han conseguido alimentar la fobia y la regresión a esta interpretación de lo nacional español como dictatorial y represivo.
Y entre este agua, se ha movido una izquierda en teoría internacionalista que no ha sabido trasmitir la idea de internacionalización como progreso y se ha dejado absorber y acomplejar por un nacionalismo reduccionista que ha sabido convencernos de que lo contrario a independentista es “facha”.
Ahora, cuando en el tablero se ha planteado un jaque mate, las piezas han comenzado a recolocarse.
No hace falta volver a Rosa Luxemburgo –activista y teórica fundamental del socialismo y el marxismo al principio del siglo XX- cuando veía en la autodeterminación nacional un refuerzo de la burguesía y una traba para la liberación del proletariado. Figuras actuales y muy representativas de la izquierda han puesto por fin sobre la mesa unas ideas que ni son “fachas” ni son nacionalistas.
Nicolas Sartorius –fundador de Comisiones Obreras, miembro del Partido Comunista de España encarcelado durante años en el franquismo- ha escrito que en las condiciones actuales “no hay nada más insolidario que romper un país… divide a los sindicatos; quiebra la caja única de la Seguridad Social garantía de las pensiones; parte la unidad de los convenios colectivos y el sistema de relaciones laborales en un espacio de mercado único que, de quebrarse, dejaría a la intemperie a trabajadores y empresas.”
Alberto Garzón -actual coordinador de Izquierda Unida- ha afirmado que el independentismo no va a permitir a las clases populares vivir mejor y que si el independentismo lo piden las partes más ricas hay que sospechar.
Carolina Bescansa –fundadora de Podemos- ha criticado que su partido se haya mantenido tan cerca de los independentistas y cree que no ha explicado debidamente que no apoyarán la independencia "ni por la vía unilateral, ni por la bilateral". Posteriormente, la dirección nacional de su partido ha intervenido la autonomía de Podemos Cataluña por su deriva nacionalista.
Paco Frutos –ex secretario general del PCE- ha dicho que hablaba en "nombre de una izquierda no nacionalista, suponiendo, permitidme la ironía, que haya una izquierda nacionalista".
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Es hora de quitarse complejos, cobardías y falsos maniqueísmos interesados que anulan opciones de cambio.