viernes, 6 de abril de 2018

PRÓPOSITOS PARA CUMPLIR

Sonadas ya las campanadas se abre el período de otra tradicional tarea para estas fechas: la lista de propósitos para el nuevo año. En realidad suele ser una de las cuestiones más sencillas sobre las que apenas hay que pensar: todos los años nos sirve la misma lista del año pasado. Aunque esta sencillez inicial parece una ventaja, es sólo la muestra de que una vez más sigues sin cumplir tus propósitos, y es el inicio de las también tradicionales escusas y frustraciones por no haberlos conseguido.
Las escusas son una forma de justificación, pero cuando uno se justifica ante sí mismo, las escusas son una forma de autoengaño y uno se autoengaña si se hace el tonto –entonces además de autoengañarse se miente sobre su condición intelectual-, o si es tonto de verdad –me engaño a mi mismo y me lo creo-.
La frustración es el sentimiento de fracaso que aparece cuando no se ha conseguido lo propuesto. Tener una esperanza o proponerse un fin, puede ser el inicio de una frustración.
Por eso este 2018 me voy a esforzar un poco y voy a renovar mis propósitos.
Mi primer objetivo para este año va a ser no tener que hacerme el tonto, ni mucho menos serlo, ser realista y evitar lanzarme yo mismo a la frustración. Por eso voy a eliminar o modificar sustancialmente aquellos propósitos de años anteriores en los que he fracasado reiteradamente durante al menos tres años.
Primero, no me apuntaré al gimnasio. Todo son ventajas. Me voy a ahorrar dos o tres meses de cuotas, no voy a tener que hacerme trampas al solitario estando menos tiempo en cada aparato que el que me marque el monitor, no voy a tener que mentir y mentirme sacando escusas para no ir, no voy a pasar varias semanas con cargo de conciencia porque pago y no voy, y por fin no me voy a sentir decepcionado conmigo mismo cuando allí por marzo llame para no renovar la cuota –sin contar la vergüenza de ir a darme de baja con cara de “mire usted, soy otro de sus socios de esos que comienzan todos los años en Navidad”-.
Segundo, no tendré paciencia con los tóxicos. Se llama ahora “personas tóxicas” –más o menos- a las que de toda vida han sido personas petardas, egocéntricas y pesadas que te amargan la existencia, prefiero llamarlas directamente “tóxicos” porque el resultado es el mismo sea una persona o una sustancia que te produce urticaria.
Ventajas. Eres una persona más sincera e incluso le puedes hacer un favor si tu sinceridad le lleva a reflexionar sobre sí misma. Ganas todo el tiempo que perdías haciéndoles caso y no te carcomes por dentro mientras aguantas sus monólogos. –Si el tóxico soy yo espero que mis amigos hagan el favor de decírmelo-.
Tercero, no dejaré los caprichos si no es una cuestión de supervivencia: alguna caña, el chocolate negro, un queso bien curado en el Roncal... La vida sana y mejor la sanísima está muy bien. Pero cuando año tras año en vez de mejorar tu calidad de vida supone una carga sicológica, sana para tu cuerpo pero nada satisfactoria para tu mente, es cuestión de plantearse si quieres vivir disfrutando de estas satisfacciones o sólo quieres que con sus ausencias la vida se te haga más larga.
No sé si bajar el listón es una forma de conformismo o de asumir la derrota. No sé si es realismo. Ni siquiera sé si el realismo es mejor que el idealismo: ¿es mejor conseguir un objetivo pequeño o fracasar en la consecución de uno grande? No sé si rendirse a los hechos es debilidad o inteligencia. Desconozco si evitar la frustración es una forma de ser más feliz o una manera de no serlo nunca.
Si cumplo mis propósitos para este año, en el 2019 me propondré aclararme sobre estas cuestiones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario