viernes, 23 de enero de 2009

GARANTISMO O INDEFENSIÓN.

Como espectadores, como padres o como profesores probablemente en alguna ocasión hemos tenido relación más o menos directa con casos de acoso escolar, pero cuando se entra a fondo en un caso concreto se conoce a protagonistas frecuentemente olvidados: los padres de acosadores y acosados, y se ven de cerca tanto las dificultades que se plantean como lo difícil y a veces insatisfactoria que resulta la solución. Tomemos un caso concreto.
El acoso, casi por definición, se produce siempre de forma oculta. Normalmente el acosado tiene demasiado miedo para contarlo en la escuela o a sus padres y los acosadores -si son conscientes del daño que están causando- se ocupan de que el acosado no hable. Por eso en este, como en muchos otros casos, cuando la situación salió a la luz ya era muy tarde, ya se había sufrido durante demasiado tiempo y las consecuencias eran demasiado graves.
Los acosadores eran cuatro chicos de catorce años que durante más de seis meses habían insultado, pegado y aislado a otro chico y a una amigo suyo simplemente por el hecho de no colaborar en el aislamiento. De los tres uno ejerce de líder, altivo, dominante, controla a la clase. Una vez expuesta la situación no reconoce sus actos, incluso se presenta o se cree la víctima y por supuesto no muestra ningún arrepentimiento. Los otros tres se deshacen en lágrimas cuando se les exponen los hechos, reconocen que se han dejado llevar, que suponía estar con el que manda, estar por encima del resto.
Los motivos: el acosado no era muy agraciado, era torpe en educación física... nada concreto pero desde siempre había sido objeto de burlas y de agresiones.
Los acosados, marginados y asustados hasta el punto de que uno de ellos se niega a ir al instituto y a salir a la calle. Se ve inferior al resto, se siente observado constantemente y piensa que todo el mundo se ríe de él a sus espaldas.
Los padres de los acosadores, familias normales acostumbradas a ver estos casos por la tele no pueden creerse que sus hijos sean causantes de acosos como los de las noticias. Saben que en algunos casos los acosados han llegado al suicidio y –en este caso- no defienden a sus hijos, pero les cuesta aceptar su comportamiento.
Los padres de los acosados se sienten impotentes, ahora son conscientes del deterioro progresivo que han sufrido sus hijos, han buscado ayuda psicológica y están desconcertados: ¿qué podemos hacer para que no tenga miedo?, ¿tenemos que cambiarlo de centro?, ¿nos pueden garantizar su seguridad?
El centro, una vez realizada una primera aproximación a los hechos toma las medidas que están a su alcance: expulsión preventiva de los acosadores mientras se instruye el expediente.
Durante este tiempo uno de los acosados continua asistiendo a clase pero el otro se niega a salir de su casa. Instruido el expediente la comisión de disciplina del centro propone la sanción: la propuesta es un cambio de centro y trabajos sociales para el cabecilla y el máximo de días posible de expulsión para el resto.
Ante esta sanción inspección informa que según jurisprudencia establecida, el cambio de centro tendrá que realizarse el próximo curso para no lesionar el derecho a la educación del sancionado que por cierto repite curso y ha suspendido ocho asignaturas en la evaluación. Y a los veintiocho días de expulsión habrá que restar los días que de forma preventiva ya han estado en sus casas, con lo cual volverán al centro en diez días lectivos.Mientras tanto los acosados tienen dos opciones: o seguir conviviendo con sus acosadores sin que el centro pueda garantizar que no siguen siendo acosados o cambiar de centro a mitad de curso. Aquí ya no debe importar su derecho a la educación.

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