viernes, 23 de enero de 2009

BUENAS NOTAS.

Cuando hablamos de jóvenes, de escuela, de hijos solemos caer en lo que podríamos llamar el “síndrome del telediario”, es decir, lo bueno no es noticia y sólo nos fijamos en lo malo, lo negativo. De la misma forma, cuando nos llegan las notas sabemos reaccionar automáticamente ante los malos resultados: no estudias, te pasas el día viendo la tele, estas castigado...; pero -sobre todo si estamos acostumbrados a que siempre hayan sido buenas- nos cuesta más tener una reacción adecuada ante unos buenos resultados.
Sí: es su obligación, su mejor premio es lo que han aprendido, no tienen otro quehacer, “sólo faltaba que las trajera malas”...Sin embargo, estudiar es un trabajo duro y mal pagado que también merece su recompensa, recompensa que no necesaria o exclusivamente tiene que ser material.
Cuando con cierta frecuencia escucho “los mejores años de mi vida fueron los de estudiante” pienso que quizá estemos confundiendo los años de estudiante con los años de juventud, que quizá la memoria nos juega un mal papel y sólo recordamos lo bueno o que el que lo dice, estudiar estudiar, no es que estudiara mucho. Porque pasarse seis horas delante de varios profesores que me cuentan cosas que me interesan más bien poco, ir a casa y hacer los ejercicios, preparar los exámenes y vivir con la incertidumbre de qué me preguntarán o con qué nota me calificarán, ¿sacaré la nota necesaria para estudiar la carrera que quiero?... no es lo mismo que estar de vacaciones.
Es verdad que la combinación de la edad y una buena organización del tiempo puede dar como resultado unos años inolvidables, amistades para toda la vida, tiempo para el deporte, salir de juerga y además unos buenos resultados académicos. Pero las temporadas de exámenes, la llegada de la selectividad, las expectativas frustradas ante una prueba en la que esperaba buena nota: no es una situación muy envidiable.
Por eso, ante unos buenos resultados o ante una buena progresión durante el curso –aunque quizá no se haya llegado a aprobar todo-, debemos reaccionar con un importante refuerzo que fundamentalmente tiene que ser emocional aunque suele traducirse en algún objeto material. Debería quedar clara la satisfacción de todos ante sus resultados, manifestar expresamente su mérito al saber organizarse y al estudiar, su capacidad para distinguir el tiempo de ocio del de trabajo, su responsabilidad... Y esto que siempre ha sido importante, lo es ahora todavía más cuando el ambiente de demasiadas aulas es precisamente el contrario: sólo hace falta aprobar para ser “el empollón” y lo que se lleva, es una especie de competición por ver quién suspende más.
En relación directa a estos buenos resultados o a esta progresión, debería ir nuestra confianza en nuestros hijos. Su comportamiento ante los estudios manifiesta una forma de ser y de actuar que será manifiesta ante otras situaciones, por eso es un buen momento para darles más libertad y autonomía: en función de su edad, es una buena ocasión para ampliar los horarios de llegada, dejarles realizar algún viaje con los amigos, irse a nuestro pueblo aunque no vayamos nosotros, etc. Dejando claro que todo esto es consecuencia de sus resultados y que el verano del que va bien no es igual que el del que va mal.
No vamos a caer en un optimismo exagerado y pensar que ya no pueden mejorar en nada, también hay que decírselo: “tú puedes subir esta nota en tal o cual asignatura”. Pero si el curso ha sido satisfactorio no es necesario buscar más actividades académicas para el verano. Organizarse bien el tiempo libre y las actividades de ocio para aquellas cosas que no nos queda tiempo durante el curso o incluso algún trabajillo, pueden ser más formativos que acudir en agosto a unas clases de matemáticas.

1 comentario:

  1. Excelente nota. Gracias por compartirla. Os dejo un blog sobre bachillerato y preuniversitario muy interesante. Seguramente encontraráis información muy útil. Espero os guste!

    Saludos

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