viernes, 23 de enero de 2009

APRENDER Y VIAJAR.

Una de las preocupaciones fundamentales de los padres son los resultados académicos, como ya vimos existen unos principios básicos que facilitan el estudio y lo hacen más productivo, pero una cuestión importante y más difícil es trasmitir curiosidad, ganas de aprender. Una mente abierta a lo nuevo y a lo desconocido puede ser la antesala de unos muy buenos resultados académicos. Contagiar esta aptitud es fundamental para el aprovechamiento de la información que reciben en la escuela.
Dicen algunos estudios que si preguntamos a las personas qué aspectos de ellos mismos cambiarían, la mayoría se centraría en cuestiones físicas, y prácticamente nadie diría que quiere ser más inteligente o tener una visión de la realidad más ajustada a la verdad. Parece pues que nuestra inteligencia –la de cada uno- y nuestro punto de vista nos resultan inmejorables e incuestionables, y son por tanto la inteligencia y el punto de vista de los demás los que son mejorables y cambiables.
Afortunadamente para nuestra cultura occidental, que en torno al siglo VII a.C. hubiera personas capaces de cuestionar sus propios puntos de vista supuso el nacimiento de esta cultura de casi tres mil años en la cual nos movemos.
¿Son las leyes de mi ciudad las mejores? ¿Por qué lo que es muy importante para mí apenas lo es para otros? o ¿Por qué lo que es muy importante para otros apenas lo es para mí? ¿Son mis dioses los únicos? O incluso, ¿por qué mis dioses son los verdaderos y los de otras culturas los falsos? ¿Puedo mejorar mi sociedad observando como se organizan otras? ¿Mis costumbres son fruto de una tradición que podía haber sido diferente y mejor? Son algunas de las cuestiones que se plantearon los primeros viajeros de la historia: los comerciantes griegos que en sus viajes conocieron otras constituciones, otros dioses, otras costumbres sociales y que al mismo tiempo tuvieron la enorme y difícil capacidad de cuestionarse a sí mismo y a sus sociedades.
Psicológica e incluso neuronalmente, cambiar nuestras estructuras cerebrales es un proceso duro y difícil. Pero por otra parte, vivir cerrado en mis planteamientos, en mis puntos de vista, en mis costumbres o en mis esquemas mentales constituye un proceso endogámico que me empobrece como persona. Esto no supone que siempre lo mío sea peor pero siempre puede servir para saber que hay más opciones: unas igualmente aceptables, otras peores, pero también otras mejores. En cualquier caso una actitud abierta, atenta a otras realidades y a otras visiones es una actitud muy positiva.
Por eso, igual que en siglo VII a.C., ahora también necesitamos viajar. Viajar en el tiempo y en el espacio. No como en los viajes actuales –nueve ciudades europeas en ocho días-, sino un viajar más atento, más pausado, un viajar observante que aumente mi conocimiento y mis perspectivas. Es verdad que este viajar está al alcance de unos pocos de forma física, pero igual que los viajes en el tiempo, está al alcance de todos -sin salir de nuestras casas- si sabemos mirar.
Los libros nos abren infinidad de mundos, de perspectivas, de planteamientos... de ahora y de toda la historia. A pesar de nuestro desarrollo científico y tecnológico autores del siglo XVIII o del XII, culturas científica o tecnológicamente más primitivas o situaciones históricas pasadas pueden enseñarnos infinidad de cosas.
La televisión e internet nos abre un mundo de conocimientos e incluso de contactos y amistades con personas de cualquier parte, puedo leer la prensa de mi Comunidad pero también la de Andalucía y la de Perú, puedo contrastar infinidad de informaciones y puntos de vista diferentes, puedo discutirlas y puedo pensarlas.
Viajar significa abrirse, renunciar a la comodidad de creerme siempre en la verdad absoluta y abrir la posibilidad de mejorar o de estar equivocado. Implica escuchar al que no piensa como yo, leer al que critica mis planteamientos y no encerrarme en mundos ficticios, sin fisuras, autoalimentados por quienes piensan igual y sin capacidad para aceptar posturas ajenas. Pero también significa acercarme más a la verdad y a lo bueno como contrapartida a ese mal sabor de boca que nos queda cuando no tenemos la razón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario