sábado, 29 de septiembre de 2012

INCULCANDO ESTRESS

No hace mucho veía una película de acción de hace unos años y me quedaba sorprendido por sus largos diálogos. En su momento era una película dinámica y enérgica, con sus escenas de persecuciones y tiros. Ahora desconciertan sus largos minutos de conversaciones, su argumento elaborado, incluso sus tramas paralelas.
Poco a poco y sin darnos cuenta nos hemos ido acostumbrando a otro tipo de cine de acción, el actual: argumentos simples que con una cantidad ingente de efectos especiales forman una sucesión ininterrumpida de escenas increíbles, escenas que a velocidad de vértigo se convierten en una película.
No es casualidad que el cine haya tomado estos derroteros, al resto de la vida le ha pasado lo mismo.  Y un poco unos y otro poco otros, colaboramos a que así sea.
Nos levantamos, desayunamos, llamamos a los niños, preparamos desayunos y almuerzos, los volvemos a llamar porque no se han levantado, deshacemos las camas, mientras desayunan nos duchamos, mientras nos duchamos ventilamos las habitaciones, cuando salimos de la ducha les “vamos empujando” para que se laven y se vistan, hagan las camas, las mochilas,  “sal ya del baño” “cuanto tiempo llevas peinándote”...
Con los minutos contados salimos hacia el colegio. Acelero, el semáforo está en amarillo pero voy justo. Aparco en doble fila, los llevo rápidamente no vaya a ser que los municipales... beso, beso y hasta la tarde.
Ahora “una tranquila jornada de trabajo”, tal como están las cosas sin problemas de ventas ni riesgo de despidos.  A la hora del café llamo al pediatra, otro rato se me va la cabeza a la lista de la compra, a que llega el frío y a que a la mayor le hacen falta camisetas.
Por fin salimos de trabajar, los niños en el comedor haciendo alguna extraescolar y/o los deberes porque a la salida no tienen tiempo de hacerlos todos. Comemos, recogemos, vamos a buscarlos. Merienda en el coche y vamos rápido uno a la piscina y otro a inglés, mañana fútbol.
Ya en casa. La comida de mañana, la cena de hoy, no he puesto la lavadora y no hay chandals limpios... Sí, es una resta con llevadas; ¿has hecho lo de plástica?, dejo esto en el fuego y voy, el cuaderno lo dejaste en el segundo cajón ¡tiene que estar allí!
A la ducha y después podéis jugar un rato a la consola -a uno de esos juegos que les pone en tensión y estimula sus nervios- o podéis ver en la tele quizá alguna película de acción.
Añadamos lo de trabajar a turnos o partido, guardería desde no sé que horas de la mañana, ir al hiper...
De paso, cada vez más de moda las bebidas estimulantes, estar todo el día pendiente del móvil, estudiar al mismo tiempo que chatear en el twenti. Y de paso, más cantidad de adultos, niños y adolescentes con problemas de ansiedad.
Si vivimos en constante tensión trasmitimos tensión, si estamos nerviosos y gritamos nuestros hijos están nerviosos y gritan, si estamos susceptibles cualquier cosa es un mundo. Necesitamos parar, estar un rato solos buscando la tranquilidad, a nuestra pareja, a nuestros amigos. Conversar, y no repetir mantras. Trasmitir calma, que no por mucho madrugar amanece mas temprano, que “no hacer nada” durante un rato no es lo mismo que ser un vago; que más vale hacer una cosa despacio y bien, que muchas deprisa y mal; y que en media hora, hay tiempo para hacer una tarea de media hora y no tres ¡qué le vamos a hacer!
Cuando teníamos la edad de nuestros hijos todo era más tranquilo, sucedía con más pausas, con “tiempos muertos” a la fresca. Poco a poco y sin darnos cuenta, nos hemos ido acostumbrando a otro tipo de vida: una cantidad ingente de “efectos especiales” formando una sucesión ininterrumpida a velocidad de vértigo. Y es que ahora, vivimos “más rápido que deprisa”. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario