lunes, 21 de abril de 2014

¿DEMASIADA TECNOLOGÍA?

Muy a mi pesar, debo comenzar este artículo con un preámbulo: probablemente su contenido esté causado porque los cambios que se van produciendo superan mi capacidad de adaptación. O dicho de otro modo, porque la realidad va una velocidad que yo –quizá por mi edad-, soy incapaz de seguir. Y si usted está de acuerdo con lo que va a leer, vaya pensando que algo pasa: nuestro tiempo.
Sin comerlo ni beberlo mi móvil empieza a disparar mensajes de wassap, lo miro y me entero que he sido agregado al grupo de padres de la academia de mi hijo. Apenas conozco a media docena pero voy recibiendo comentarios de casi treinta. Parece una descortesía salirse de un grupo en el que han tenido el detalle de incluirte –sin consultarte-, pero al cabo de media hora de monótonos avisos salgo de allí.
Debo reconocer mi gusto por la tecnología, pero también debo reconocer que nunca he encontrado gran utilidad ni atractivo a algunas de sus últimas y ya viejas –dirán los adolescentes- “revoluciones”. 
Anacrónicamente, no acabo de encontrar sentido al hecho de publicar constantemente mi vida, me parece de tontos cometer un delito y colgarlo en la red con nombre y apellidos, hacer público lo que quiero ocultar a mis padres.
A la salida del colegio una niña llora porque su compañera no le ha invitado a su cumpleaños, “pero si te invitó el otro día en clase”  dice su madre; “si, pero al resto les ha invitado por Tuenti y a mí no”, responde la hija. Ahora más que nunca lo que no se publica no existe.
En otro tiempo celosos de nuestra intimidad, ahora voluntaria o involuntariamente hacemos públicos nuestros gustos, nuestros amigos o nuestra forma de pasar el tiempo libre. Voluntariamente cuando colgamos datos, fotos, gustos y aficiones; involuntariamente cuando aceptamos sin leer las condiciones que piden servicios o programas “gratuitos”, condiciones  por las cuales pueden por ejemplo hacer pública mi información y la de mis contactos. A esto podemos añadir la amenaza que supone que cualquier conversación en principio privada se convierta en pública o en parte de una base de datos para múltiples usos. Podemos añadir que mi navegador recoge información para enviarme publicidad personalizada de lavadoras, si antes he estado buscado una en la red.
Ahora estamos no localizables, sino literalmente localizados. Se la última vez que has enviado un mensaje, cuándo y dónde estabas en el momento que has subido una foto y, si utilizas algunos programas, localizo exactamente en dónde estás. Incluso con una aplicación de uno o dos euros y sin que tú lo sepas, puedo saber tu localización.
¿Demasiada tecnología?
Apenas nos queda alguno de aquellos apasionados debates que antes manteníamos. A la mínima discrepancia sacamos el móvil y, ¿quién es capaz de discutirle a Wikipedia?
Un compañero de trabajo incluso ha devuelto el manos libres que le regalaron para el día del padre. Dice que el coche es la única escusa que le aceptan para no contestar al móvil y que de paso, siempre puede decir que estaba conduciendo cuando no lo coge.
Sirve de consuelo ver que no soy el único en esta situación. 
Una de las últimas herramientas lanzadas “para personas saturadas” con el significativo nombre “Hate With Friends” –el infierno son los otros-, localiza en el mapa a tus contactos y te señala una prudente distancia para no encontrarte con ellos. De forma parecida “Cloak” localiza a las personas con las que no quieres encontrarte, incluso te avisa cuando se acercan para que puedas escapar. Son aplicaciones llamadas -en contraposición a las redes sociales-,  “antisociales”.
Llevo un mes recibiendo anuncios de lavadoras. Lanzo una idea para desarrolladores. ¿Alguien puede inventar algún método para que el navegador se entere que me la compré hace tres semanas?

No hay comentarios:

Publicar un comentario